//¿Rengoku...?//

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Abrió los ojos desorientado, al ver su entorno pronto se percató de que no se hallaba en su casa. Rápidamente reconoció el lugar donde estaba; el templo de la segunda luna superior, Douma. Akaza recordó todos y cada uno de los sucesos que transcurrieron la noche anterior, sintiendo dentro de él un remolino de sentimientos y sensaciones.

Principalmente el sentimiento que lo dominaba en ese instante era el enojo, sentía asco de sí mismo y de aquel demonio que se atrevió a tales actos, profanando el cuerpo de Akaza y entrando intrusivamente sin si quiera pensar en lo que el pilar sentía en esos entonces.  

Otros eran las tristeza, la culpa, el odio, la vergüenza añadiéndole una pizca de desagrado. Pero la culpa resonaba en su cabeza, era como una gota que caía y caía, haciendo "¡plic!", "¡plic!", "¡plic!..."  Gran culpa sentía que recaía sobre sus hombros, se había acostado con un demonio y peor aún, ¡con una luna superior! ¿Qué sería de su reputación como pilar? ¿No se supone que juro proteger y preservar la vida de los humanos?

Al haber tenido intimidad con un demonio, quien se supone que va en contra de todo lo que representa y protege Akaza, traicionó a sus compañeros pilares, traicionó a todos esos cazadores que le admiraban, traicionó a su patrón, se traicionó a sí mismo y a... Koyuki.

Se preguntó que había hecho él para que un ser tan despreciable, asqueroso y abominable, como la segunda luna superior, lo hubiese violado, ¿qué había hecho él? ¿Qué había hecho para que le arrebatarán a su madre, su dojo, su padre y su amada Koyuki? ¿Qué pecado tan grave había cometido para que le arrebatarán todo? ¿Cuál...?

Akaza tomó una de las almohadas que yacían cerca de él y la mordió con fuerza, en un intento de descargar su enojo e impotencia allí, de lo contrario sentiría que explotaría, tanta fue la fuerza que ejerció que logró romper la almohada. Lágrimas de odio comenzaron a brotar de sus ojos y recorrieron sus mejillas hasta que cayeron a la cama.   

- Estoy tan harto de mi mismo. Preferiría se cualquier otra persona.- Pensó Akaza mientras trataba de ahogar sus sollozos.


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Douma volvió a la habitación donde se hallaba Akaza. Lo miró acostado con la sábana cubriéndole todo el cuerpo a excepción de su cabeza. Se acercó hacía él y le acarició los suaves cabellos rosados que poseía.

Akaza sentía en su interior miedo, enojo y asco, pero decidió quedarse quieto y no rechistar ante la acción ejercida por el mayor. Sin embargo, con el pasar del tiempo el pelirrosa no pudo soportar más el toque de las manos de Douma.

- No me toques.- Sentenció Akaza con enfado.

- ¡Veo que despertó Akaza! ¿Cómo se encuentra?- Saludó el demonio con su característica sonrisa.

- Qué te importa.- Respondió cortante el pilar.

- Oh..., Akaza-dono está molesto, ¿qué puedo hacer para ayudarlo?- Preguntó con la cabeza gacha.

¡Maldito Demonio!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora