CAPÍTULO 3: La formación de Ares

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Después de lo que dictó Asclepio, Irene acompañó a Ares a su habitación; era de un tamaño mediano y tenía todo lo necesario una cama para dormir, una cómoda para guardar la ropa y una gran ventana para que entre bastante luz, Ares estaba imresionado debido a que esa habitación era más grande que la que tenía en el Olimpo.

-Vaya, es enorme- dijo Ares- me encanta- añadió.
-Me alegra que te guste- comentó Irene.

Irene observó que Ares siempre llevaba la misma ropa, lo que dedujo que solo tenía ese atuendo y pensó en hacerle un detalle, varios conjuntos.

-Ares, necesito tomarte unas medidas- dijo Irene cogiendo una tela
-¿Para qué?- preguntó Ares sin entender nada.
-El uniforme del trabajo, tengo que hacertelo a mano- dijo Irene como excusa.
-Ah vale, entendido- comentó Ares.

Irene cogió varias telas y con una pluma iba marcando el torso de Ares y las medidas que tenía, luego agradeció al dios y se fue a su cuarto a prepararle los conjuntos.

♧.♧.♧

Al día siguiente:

Era por la mañana, Ares se levantó y se fue a desayunar y encontró muy extraño que Irene no se haya levantado todavía, solía ser bastante madrugadora.

-Asclepio, ¿dónde está Irene?- preguntó Ares muy extrañado.
-Está durmiendo, ha estado toda la noche en vela tejiendo atuendos para tí- contestó Asclepio señalando las 4 túnicas que estaban encima de la mesa.

Ares observó las túnicas, eran preciosas, una era blanca con adornos dorados, otra era azul celeste con un cinturón de cuero, otra negra con adornos plateados y la última era beige con el símbolo del dios de la guerra, su símbolo.

Dos horas después Irene se levantó y fue a desayunar y no vio a Ares por ningún lado de la sala de estar.

-Padre, ¿y Ares?- preguntó Irene buscando al dios con la mirada.
-Se está cambiando, ha decidido ponerse una de las túnicas que le has hecho- contestó Asclepio bebiendose su te.

La puerta de la habitación de Ares se abrió y salió con la túnica beige que Irene le hizo, estaba muy feliz, se acomodaba el tirante en su hombro con una sonrisa de oreja a oreja.

Irene contemplaba al dios con una sonrisa, estaba feliz de que le gustaran las túnicas y se fijó en la gran cantidad de cicatrices que tenía, la mayoría estaban en sus brazos, torso y espalda. Tenía dos cicatrices muy características, una en su ojo izquierdo y otra pequeña en la comisura derecha de sus labios.

-Te queda muy bien- dijo Irene.
-Gracias por las túnicas, me encantan- agradeció Ares.
-Irene, Ares necesito unas hierbas medicinales, haced el favor de ir a comprardlas al mercado, aquí teneis la lista- dijo Asclepio entregándole el papiro a Irene con los nombres de las plantas.
-De acuerdo padre, ahora vamos- dijo Irene.

Irene y Ares salieron de casa y cogieron el carruaje y se fueron al mercado, había muchísima gente comprando cosas.
Irene se acercó a un puesto con muchos botes.

-Ares ven, este es el puesto, no te pierdas- advirtió Irene.

Ares iba a dirigirse hacia donde está Irene cuando reconoció a alguien entre la gente, intentó seguirle para averiguar quien era, pero desapareció fugazmente.

-Ares ¿Que te pasa? Ven- le llamó Irene algo desconcertada por la actitud del dios.

Ares volvió a la realidad y vio a Irene haciendo cola en el puesto de hierbas medicinales. Corriendo fue a su posición.

-Perdon Irene, pensé que había alguien que conocía entre la gente, pero me he confundido- dijo Ares.
-No pasa nada, suele pasar- dijo Irene.

Volvieron a casa con las hierbas, Irene le enseñó cómo preparaban las hierbas para hacer medicamentos y cremas medicinales. Ares ponía mucha atención a lo que le decía Irene, de vez en cuando el dios practicaba con hierbas en mal estado, con los días lo iba haciendo cada vez mejor.
Hasta que un día, Asclepio decidió que ya era el momento de que Ares empezara a ayudar en el negocio.

-Creo que ya estás listo para empezar a ayudarnos en la clínica- confesó Asclepio viendo los notables progresos del dios.
-De verdad, muchas gracias ¿Cuando empiezo?- dijo Ares emocionado.
-Empezarás este lunes- dijo Asclepio dándole una túnica verde pastel.

Ares cogió la túnica con mucho agradecimiento y la dobló en la mesa de su habitación y decidió echarse una pequeña siesta para descansar un poco.

Un Ares enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora