01 | The red bird

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01 | El ave roja


Decadencia.

Pero que apropiado nombre para un bar, pensó al bufar con cierto fastidio, mirando el local con los ánimos de quien asiste a un entierro.

No era un cuchitril, pero tampoco le daría cinco estrellas. Ni siquiera de broma.

Llevaba varios minutos afuera, parado como un bobo en la mitad de la calle, sin convencerse del todo para entrar: el letrero de luces color neón no ayudaba mucho. Era tan viejo como seguramente el resto del edificio, titilando cada tanto y una de las letras incluso ya no encendía. En resumen era tan miserable como podía notarse en el resto de la ciudad, al menos por esa zona.

California se veía mucho mejor en las películas, a decir verdad. Así que era un poco engañoso.

¿En serio valía la pena?

Tomó todo el aire que pudo antes de dar un paso, aunque el frío nocturno le heló los pulmones: por supuesto que valdría la pena, claro. No podía dar marcha atrás ahora.

Dentro, la perspectiva no era tan diferente.

No parecía estar abarrotado de personas, gracias al cielo. La iluminación era más tenue, el aire un poco más cálido: había diferentes carteles en las paredes y letreros pequeños con más luces neón, ésta vez en color como negro, rojo y variantes de azul. Tan curioso ambiente que sus ojos tomaron bastantes minutos en acostumbrarse a la parcial oscuridad y el andar casi a ciegas, ambas cosas agravadas debido a la nube de alcohol que podía notar flotando en el aire.

Ah, sí. Personas que deseaban embriagarse en la noche de un viernes, tal vez para olvidar dilemas.

Él podía entender eso.

Había varias mesas dispersas por el área, tanto individuales como para grupos extensos, además de la barra donde un joven atendía y, un pequeño escenario conectado con ésta... que no tardó en robarse su completa atención.

Una chica rubia era el espectáculo de turno. Con el cuerpo esbelto, una estatura promedio y la piel de un tono tal vez demasiado difícil de notar bajo las luces, entonaba alguna canción de jazz suave que no reconocía y dale tu perdón, señor, porque no estaba fijándose en su talento, mucho menos en las formas con que ella parecía adueñarse de dicho escenario. Sólo mirando, como hipnotizado repentinamente, una figura que le parecía sacada de un sueño. Un sueño donde el protagonista era un vestido rojo vivo, de finos tirantes, que apenas dejaba nada a la libre imaginación.

Al menos, a su imaginación.

Joder.

Salió de su extraña ensoñación cuando notó que el barman estaba mirándolo. Que vergonzoso ser atrapado reaccionando a una fémina como haría cualquier otro hombre en la faz de la Tierra. Que vergonzoso, santo cielo.

Dió media vuelta como si nada hubiera pasado y caminando totalmente campante por la vida, se sentó en dicha barra.

—¿Algo para tomar?—el mesero lo miró raro, por supuesto, nadie usaría traje en un lugar así—. ¿O está esperando compañía?

—Lo más fuerte que tengas en licor. Por favor.

El sujeto asintió y aprovechando su distracción, metió una mano en sus bolsillos, rebuscando ahí hasta sacar un papel arrugado: un papel que leyó repetidas veces, memorizando cada palabra para poder hacerse una imagen mental decente de lo que estaba buscando.

No sonaba tan complicado.

Hizo bolita aquel papel, volviéndolo a meter en su bolsillo y miró alrededor. Bueno, estaba claro que la nula iluminación sería un problema.

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