14 | A lonely soul

143 10 6
                                    


14 | Un alma solitaria

La decepción es un sentimiento curioso, cuando analizas bien sus causas o procedencias.

Miko se había decepcionado de varias personas a lo largo de su vida. De su madre sumisa, de su hermano cobarde, de su padre sobre todo. Pero más que nada, del mundo en general.

La vez que su madre había intentado ayudarle a cumplir su sueño y todo lo que había conseguido era tenerla llorando en su cuarto, pidiendo perdón por no poder hacer más. Con un ojo amoratado e implorando consuelo.

Cada vez que ayudó a su hermano a encubrir las tonterías que había hecho, a costa de su propia suerte. Cada regaño que recibió en su lugar.

Cuando su padre la visitó en el hospital e hizo la más hipócrita actuación de todas, diciéndole que podía seguir adelante con esfuerzo.

Ella misma, cuando su miedo, furia y temores la orillaron a que su tía comprara un billete de avión con el destino más lejano posible. Sobreviviendo gracias a su ayuda durante los primeros meses y lidiando sola con todo; peor, haberla preferido por encima de su propia madre. Haberse olvidado de sí misma al punto en que ya no sabía quién era, todo por intentar huir de su vida.

Era cobarde. Mucho.

Merecía ser asfixiada por la decepción. Pasarse las noches en vela, llorando ante el más pequeño asomo de recuerdos. La frustración constante. El sentir que su vida no era realmente vida.

¿Y de todas formas, por qué se molestaba con el hombre al haberla empujado fuera? Que de todas formas sólo había pinchado su ilusa burbuja.

Ah. Que miserable se sentía.

Jefferson City era otro de esos lugares que con sólo mirar, dejaban impactado. No tenía nada de rural, pese a lo que había leído y de hecho, era la ciudad más moderna posible. Un intento decente de metrópoli urbanizada; atardecía para cuando ellos salieron de la estación, como la última vez y no le quedó más remedio que sentarse, dejando que Daishinkan revisara un mapa local en busca de orientación más completa.

Tenía frío, pero había renunciado a ponerse esa mentada sudadera otra vez. Aún no soltaba su ridícula molestia de hace horas.

¿Ella, exigirle verdades a ese tonto? Ni al caso.

Mejor morderse la lengua.

—Creo que ya sé dónde podemos dormir.—oyó, apenas levantando la mirada—. ¿Te molestaría si pasamos primero a un supermercado? Ya no me quedan cigarros en la cajetilla y dudo sobrevivir aunque fuera dos días sin ellos.

—Como quieras.

—Podrías aprovechar para comprarte un abrigo, también.—añadió, en una voz suave—. Estamos a doce grados. Sigues temblando cada vez más.

—Tal vez me gusta estar así.

—¿Con riesgo de hipotermia? Lo dudo mucho. No seas cabeza dura y muévete.

Ni siquiera siguió protestando. Cansada de todo para mostrar alguna resistencia: de forma que le hizo caso. Pasaron a un supermercado donde él se compró un paquete nuevo de cigarrillos y ella un abrigo de tela polar, cuyo color violeta oscuro le hizo ponerse a pensar seriamente.

Ah, que dilema.

Diferente del último alojamiento, el hotel en que se hospedaron ésta vez, lamentablemente ya no disponía de habitaciones dobles desocupadas y tuvieron que aceptar una normal. Con nada más que una cama matrimonial; situación incómoda, pero Miko se limitó a hacerse bolita con mantas en una esquina y dejar que Daishinkan decidiera dónde quería dormir. Así de sencillo.

InocenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora