18 | Bad luck

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18 | Mala suerte

Ser valiente todo el tiempo no es algo de lo que debas sentirte particularmente orgulloso.

Por lo regular, la valentía significa hacer algo que no quieres para evitar realizar otra cosa de la que tienes todavía menos ganas. De arriesgarte en el momento adecuado: algunos te dicen por ahí que los valientes vivirán poco, pero muchísimo mejor que los cobardes. Con mayor adrenalina, proezas y venciendo desafíos por todas partes, diferente a los cobardes que se quedan agazapados entre las sombras; esperando algún día recibir siquiera un pequeñito rayito de luz semejante a lo que su contraparte recibe día con día.

Entre ambas opciones, Miko prefería la segunda porque al menos en esa seguía viva.

¿Qué había sucedido?

Mejor dicho, ¿que había casi permitido?

Con sus acciones diarias, Daishinkan solamente iba demostrándole cada vez un poquito más que era una persona terriblemente disonante, una de lo más irracional. Diciendo algo y apenas un par de instantes después, haciendo lo contrario. Sus actitudes no concordaban; para empezar era su captor, había forzado toda la situación después de literalmente drogarla. Se la pasaba ocultando cosas, recriminando, haciéndole enojar hasta el punto en que deseaba saltar por una ventana del tren aún en movimiento. Poder ahogarlo con sus audífonos, meterle un puñetazo en la cara...

Y aún así, era la persona con la que más química había sentido en toda su ingrata existencia.

La única persona que le hacía pasarse del enojo extremo a la tranquilidad en segundos. La única persona que le había hecho hallar comodidad en un abrazo, que le despertaba tanta confianza del mismo modo en que prendía su ira.

¿Por qué le había concedido suficiente permiso para intentar besarla? ¿Por qué aún deseaba que lo hiciera? Más importante, ¿por qué él se había echado para atrás?

Bueno, tenía cierto sentido. Ella tampoco saldría consigo misma si su padre había sido cómplice de un asesinato familiar. Tenía lógica.

El problema era ella. Genial, por dios. Ahora se había convertido en una antihero.

Se removió, un poco inquieta ante sus absurdos pensamientos apareciendo y desapareciendo sin orden alguno: a su lado, Daishinkan se enredaba con el teléfono, pues regresando a la estación se habían encontrado con varios enchufes gratuitos distribuidos en algunas zonas con bancas. Útil y necesario para los viajeros.

Llevaban una media hora, suficiente para poder conseguir algo de pila y calmar los ánimos antes de reanudar su marcha.

El último tren. Vaya.

Trenton estaba ya literalmente a la vuelta de la esquina y aunque todavía deseaba correr, ahora tenía cosas para confrontar. Cosas que reprochar a la persona que le había dado la vida, pero tanto como se la quiso arruinar.

Miró de reojo y notó que el ojivioleta estaba en conversación por mensaje con alguien.

¿Por qué no dejaba de darle vueltas a ese beso inconcluso? Si Daishinkan ahora le parecía tan fresco e indiferente al tema. Como si no hubiera sucedido nada interesante entre los dos.

¿Era la única que sentía esa necesidad?

¿Era la única que sentía esa atracción magnética tan extraña, fuerte pero tan correcta a la vez? Un sentimiento como de haberlo esperado mil vidas, de haberlo anhelado en mil mundos. Imaginando brevemente lo que hubiera pasado si se hubieran conocido en la escuela y no vinieran de mundos tan diferentemente problemáticos: si Daishinkan hubiera sido su crush o algo semejante. Quizá no le caía bien, pero era endiabladamente guapo y tenía que estar ciega para no admitirlo. Tanto como para volverse su acosadora secreta.

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