22 | Hermanos fríos
Abrumada no era la palabra que utilizaría, o por lo menos no en esa situación. Le faltaba un tanto más de dimensiones, de poder, de significado.
Tal vez aterrada era un adjetivo más apropiado.
Si regresar a Trenton había sido pesado para ella, confrontar directamente a una persona vital para su pasado era todavía más. Como haberse dado de cara contra una enorme pared que apareció en medio de la nada: una pared que se haría grande y más grande mientras más intentara esquivarla.
Había aceptado, sí, pero eso no significaba nada en su dinámica familiar. Cierto tipo de cosas no podían perdonarse nunca, por favor.
¿Cómo podía perdonar a la persona que le ayudó en su recuperación física, sin decirle quién era el verdadero culpable? Que la escuchó llorar varias noches, maldiciendo por haber sido tan torpe en la escalera, por no haber tenido precaución al ir bajando. Por haberse arruinado la oportunidad de disfrutar su pasión; las veces en que Shin la oyó lamentarse sin decir una sola palabra. En que le ayudó a tomar las muletas para ponerse de pie.
Si fue así de cínico en el pasado, ¿qué esperar del presente? Algo todavía peor, porque no tenía más conocimiento sobre la persona que ahora era. No sabía absolutamente nada.
Dicen que la ignorancia es felicidad, pero...
Se estremeció cuando sintió una mano sobre la espalda. Justo de la persona en la que pensaba, tan oportuno como siempre. La misma persona gracias a la cual, habían tenido que atravesar el país esos últimos días. Vivir toda una aventura con sus ilegalidades incluidas.
Una persona que ahora, se había apartado de su mesa, y alcanzado la esquina donde ella estaba pensando en soledad. Alejándose de las charlas ajenas, entre aquellos tres tontos.
—¿Te molesta si hablamos?
No supo cómo responder, bloqueada. Apenas si encogiéndose de hombros con sutil indiferencia.
—Mientras no tenga que contestarte nada.
—Bueno, ya lo has hecho.—se burló, dándole un golpecito en el brazo—. Me gustaría charlar. Hay muchas cosas en las que debemos ponernos al día, me parece. Ocho años no pasan en vano.
—Tienes razón. Quisiera saber en qué momento te volviste un espía doble cara.
—Al mismo momento en que tú te pusiste más guapa. Para variar.
La cara le quemó, solamente disimulando hasta que su consanguíneo se apoyó en la pared a su lado: metiendo ambas manos por dentro de sus bolsillos e irradiando cierto aire despreocupado, cosas que honestamente le intrigaban.
Con esa camiseta de cuello alto y mirada seria, por poco parecía un hombre maduro. El tipo de sujeto que resolvía problemas por aquí, por allá, que tenía todo controlado: irónicamente, ella no estaba segura si podía catalogarlo como tal. Si controlaba las cosas, era pésimo, pues desde un rato atrás venía queriendo soltarle un puñetazo.
Se preguntó si eso lo distraería suficiente para echarse a correr hasta Canadá.
—Me sorprendes, en serio.—volvió a interrumpir sus pensamientos cuando Shin habló—. Llevas una hora en éste lugar y no me has maldecido ni echado todo lo que deberías en cara.
—No quería humillarte frente a tus amiguitos de la banda. Pero si tanto insistes, está bien.
Se rió al verla ponerse de lado.
—Adelante. Por favor, lanza tu mejor tiro.
—Empezando con que eres el mayor pendejo que he conocido en la historia del planeta Tierra y el universo mismo.—el tez lavanda fingió recibir un balazo de gravedad letal: siempre tan dramático como ella recordaba—. Me hiciste pasar por un maldito secuestro falso. Me la pasé viajando en trenes y un par de hoteles a lo largo de toda ésta última semana... ¿para qué? Para que ni siquiera seas capaz de soltar una disculpa.
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Inocente
FanfictionTodos siempre seremos los protagonistas en nuestra propia historia. Al igual que siempre habrá un villano para vencer y muchos obstáculos en el camino. Pero los cuentos de fantasía nunca pueden mostrarnos toda la verdad... ¿o sí? Es un hecho que la...