25 | Is a monster

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25 | Es un monstruo

Cuando abrió aquella puerta, se sintió más rara que nunca. Casi fuera de lugar, extraña. Perdida de formas que no sabía definir.

La casa de su tía Emily.

Un lugar que no había pisado desde hace mucho tiempo, a pesar de haber vivido ahí durante todos los años de universidad. Que, como Shin dijo sólo unas horas antes, olía fuertemente a cerrado y si no mal estaba también a un ambientador de pino con cierto toque dulzón flotando en el aire.

Las cortinas cerradas, las luces apagadas y sólo débiles rayos de luz lunar flotando por ahí como motas perdidas en el lugar. Parecía ese perfecto escenario que había compuesto para filmar una película de terror: al menos, a su perspectiva. Si se concentraba, incluso podía visualizar la figura de su querida tía plantada al fondo del corredor, con su bata puesta como una de tantas noches.

Mi nena, ¿por qué lloras?

Daishinkan encendió la luz contigua y el recuerdo se desvaneció girando sobre sí mismo, junto con la sensación de familiaridad.

—Vaya.

No era un departamento extremadamente lujoso debido a que su tía no gustaba de dichas cosas, pero sí lo suficiente para brindar comodidad por insistencia de la propia Kylie Hendren.

La salita comedor en un mismo espacio amplio, iluminado. Un par de habitaciones, con un baño amplio de ducha espaciosa: suelos recubiertos de parqué, y plantas ahora marchitas que alguna vez fueron el toque fresco. Todo en una estética minimalista, con ese cierto toque como nórdico que Miko recordaba haber adorado. Colores en una variada gama de blancos y beige, lo cual no resultaba bueno en la oscuridad pues apenas si verían mucho de nada.

—Tu tía tenía buen gusto.

Asintió, paseándose por el área como pajarito que ha regresado a su nido tras un largo vuelo, dando vueltas sobre sí misma.

Casa. Esa también era su casa, su lugar seguro después del pequeño piso que había rentado al otro lado del país. El lugar donde más memorias buenas tenía, si acaso la única razón válida por la cual se permitió regresar a Trenton.

Asomó por la ventana y corrió unos centímetros de la cortina, apenas atreviéndose a mirar: aquel era un edificio de cinco pisos. Pero estaban en el cuarto entonces, esa vista era maravillosa. Altos bloques de apartamentos, calles iluminadas por luces de todo tipo como los coches o alumbrado público. Si miraba más allá, aunque borroso y un tanto pequeño, se podía ver las letras del mismo puente que habían cruzado, dando la bienvenida a turistas o gente aledaña con esos colores tan fosforescentes, casi imitando el neón.

Dió un respingo cuando el ojivioleta apareció tras ella, rápidamente cerrando las telas.

—Huele un poco... curioso.

—Su dueña falleció hace año y medio. Llevaba tiempo sin ser habitado, incluso Shin me contó que los muebles tenían telas encima.—levantó la mirada, notando su curiosidad—. Dos opciones: o rentas, o compras. Mi tía escogió comprarlo para no preocuparse por ver aquí la cara de su casera mensualmente. Sabia decisión, si preguntas.

Decidió mostrarle una media sonrisa, apenado.

—Eh... ¿de qué falleció?

La saliva se le hizo espesa, también agria.

—Cáncer. De seno.—se encogió de hombros, aún incómoda—. Descubrió su padecimiento un poco después de que me fui, pero mi madre me lo hizo saber pues ella no pensaba decírmelo para evitar preocupación o lástima de sus allegados. Creo que ya te imaginas.

InocenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora