26 | Please, call out my name

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26 | Por favor, grita mi nombre

Hasta el atentado de su hermano, Daishinkan no tenía dudas de que había llevado una vida más o menos normal, relativamente.

Escuela, familia, contados amigos. La academia de policía, salidas esporádicas, obsesionarse con cosas que lo hicieran parecer friki.

A su parecer, había sido la persona más normal del mundo. Con una vida aburrida, a veces quizá monótona, dentro de un mundo que era inclusive todavía más aburrido: nada fuera de lo común, es decir. Trenton no era el tipo de pueblo donde sólo despiertas un día y de la nada encuentras un ataque extraterrestre o algo así. Un pueblecito aburrido.

Pero su vida se había puesto pies arriba tras la casi pérdida de su hermano.

Pasó cinco días internado en el hospital. Estuvo yendo ahí durante meses, y tuvo que abandonar su propio apartamento debido a la paranoia que habían desarrollado todos sus familiares junto a las constantes amenazas: anhelando proteger lo más preciado que tenía en el mundo, ahora que su hermano mayor no se hallaba en las mejores condiciones para hacerlo.

Tranquilizar constantemente a sus padres y al mismo abuelo. Apoyar a Syrah en su desarrollo personal, mantener a Emily en pie: luego cuidar de Meerus cuando fuera necesario, tratando de no hacer demasiado pues aquel inocente bebito estuvo a punto de llamarlo papá una vez.

Así no debía ser.

Ahora bien, dormir en su casa no era problema si tenía otra, puesto que en ese lugar había pasado prácticamente toda su infancia.

Lo extraño era pasar toda la noche en una casa verdaderamente ajena. Dormir en una cama que, sólo poco tiempo antes, había pertenecido a una mujer. Difunta, para variar, con una recámara que había procurado no mirar a detalle.

Tétrico.

La mitad de su racionalidad le pedía estar alerta y muy aparte de tener sueño ligero, ambas cosas en combinación le hicieron despertarse sólo con oír el ruido de unas pisadas. Abriendo los ojos un poco desconectado del mundo.

Le tomó algunos segundos reaccionar y algunos más conectar neuronas, pero pudo incorporarse hasta quedar sentado. Frotando sus ojos sólo un poco hasta que la vista se le aclaró: notando las líneas y contornos de algunos muebles en medio de aquella oscuridad. Algunos portaretratos que se había quedado mirando antes de dormir, fotos donde una joven Miko sonreía mientras posaba a la cámara subida a los hombros de su hermano, o incluso ella sola en un parque de diversiones.

Sabía que eran fotos del pasado, pues la enorme sonrisa en ese lindo rostro no se parecía en nada a la actual. Ni de chiste.

Esperó hasta ser capaz de ver completamente claro lo que había en su alrededor, y se puso de pie, aguardando por si se mareaba. No fue así y tomando su camiseta, decidió salir al pasillo.

Silencioso. Ninguna luz encendida.

Todo se veía exactamente igual a como lo había estado antes de acostarse: las cortinas corridas, los trastes lavados en la barra, el grifo goteando poquito si acaso. Se apresuró a cerrarlo para no desperdiciar agua y entonces agudizó el oído, un tanto paranoico también.

Absolutamente nada.

¿Acaso estaba exagerando la situación por sus experiencias personales? ¿Lo había soñado?

Decidió darse una vuelta por el cuarto de Miko y apenas asomar al corredor, encontró que tenía la puerta entreabierta. Vibrando suavemente como si una brisa la estuviera empujando tanto de ida como de vuelta: ni siquiera lo pensó dos veces y entró, más preocupado que molesto.

InocenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora