40 | Damn, karma is a bitch

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40 | Maldita sea, el karma es una perra

Quince de octubre, el día antes de las elecciones estatales a nivel nacional.

Muchos lugares se preparaban para el sufragio colectivo. Gente hablaba sobre sus opiniones e ideas sobre los candidatos: en Trenton, existían hasta señores de la tercera edad vistiendo con camisas de propaganda. Charlas interminables respecto al futuro del pueblo, las conspiraciones tontas sobre política, debates y discusiones.

Tenía un poco de sentido, en realidad. La gente con responsabilidad cívica tenía derecho a elegir un representante que los identificara, que fuera intachable y tuviera una buena reputación.

Curioso que no le preocuparan cosas así.

Llevaba mirándose al espejo lo que parecía toda una eternidad. Ignorando a esa maquillista que le hacía comentarios respecto a su estilo, tonos de piel y hasta pequeños halagos, mientras cumplía con su trabajo; ponerla bonita o presentable para la entrevista. El día había llegado.

CBS News.

Nunca había estado en un set de televisión y era raro hacerlo bajo esas circunstancias. Como una atracción de feria: había mucha gente detrás del telón. El director, el conductor, los camarógrafos, personas encargadas de cada minúscula sección y cuyas labores mantenían todo en orden. Hasta veía asistentes por aquí, por allá, llevando café a otros, comida también; un mundo del que apenas conocía la superficie, aunque su familia estuviera prácticamente acostumbrada. Se preguntó cuán difícil habría sido todo eso de quedarse.

En la silla de un costado, Kylie Hendren sonrió a discreción, notando su abstracción mental.

—Te ves preciosa, mi amor.

Reaccionó, quitando la mirada de aquel espejito con focos para ponerla sobre sí misma: contadas veces vestía tan elegante. Era la segunda vez que utilizaba un vestido para sus malos propósitos y no tenía nada en contra del color azul rey, pero ahora le encantaba imaginar que representaba un paralelismo; sólo hace dos meses, había conocido a Dai portando uno rojo.

Le daría su libertad con uno del color opuesto.

Se incomodó un poquito, pero viró a su madre, cuando el asistente de audio puso un diminuto micrófono en uno de sus tirantes.

—No hay que mentir para convivir, má.

La mujer azabache sonrió todavía más amplio.

—La falsa modestia también es un pecado.—vió la indecisión en los ojos marrones de su preciada niñita—. ¿Segura de que quieres hacerlo? Puedo hablar en tu lugar. Todos lo entenderían.

Sabía que con «todos», Kylie se refería a su loco equipo detrás. Pero no podía retroceder.

—Lo haré, mami. Tengo que hacerlo.

Extendió una mano cuando la maquillista se fue y aunque dudosa, Miko decidió sujetarla. Apenas estaban trabajando en reconstruir su relación, y pese a un futuro incierto, sentía un poco de paz sabiendo que ahora podía tener alguna madre de vuelta. El último vestigio de lo que alguna vez fue la familia McCann, en realidad.

Al menos una parte de su familia era normal.

—Eres muy valiente.

—No, sólo debo justificar ocho años de cobardía, mucha gente está en juego.—suspiró, anhelando acabar con todo eso pronto—. Nuestro futuro con toda nuestra estabilidad, también. Una vez que el mundo lo sepa, seremos repudiados.

—No pienses en eso ahora.

Quiso llorar cuando esas palabras le recordaron a las mismas, que cierta persona dijo en cierto momento especial, pero se abanicó los ojos muy disimuladamente. Ahora no había lugar para los remordimientos, ni la tristeza.

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