21 | Our problem

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21 | Nuestro problema

Un hermano resulta, la mayor parte del tiempo, aquel mejor amigo que la naturaleza ha decidido darnos desde antes de nacer.

Formando parte del rol familiar, funcionan como una base. Esa mano amiga que siempre nos ha de brindar apoyo, comprensión, cariño, quizá más cuando debemos pasar por tiempos difíciles. Ese hombro en el que puedes ir y desahogarte de los problemas que te agobien; la sangre llama y nos hace confidentes, dicen por ahí. Los verdaderos amigos que durarán toda la vida.

Miko recordaba haber creído fielmente todos los conceptos del tema. Su mente aún visualizando aquella tarde de verano donde, con unos cuantos dólares y un subidón de valentía, ambos habían decidido tatuarse juntos el diseño hecho por ella misma. En lados opuestos de las costillas, para hacerlo todo más sentimental y esas cosas, no diciéndole a sus padres hasta que visitaron una playa cercana en familia; con trajes de baño tan descubiertos, exhibirlos fue inevitable.

Fue el peor regaño de su vida, pero valió la pena en ese momento. Un momento que ahora dolía.

Físicamente, Shin no había cambiado mucho. Si acaso había estirado un poco más, sus ojos con el color del hollín se veían todavía más oscuros, su estilo más gris y un aire de refinada tristeza le perseguía: entre eso y que algunas tantas de sus facciones parecían más estilizadas, le costó uno que otro segundo reconocerlo. Reconocer al que un día, fue su descarado hermanito adoptivo y la persona en quien más confiaba ciegamente tras su madre. La primera persona a quien abrazaba después de tener buenas noticias y quién más le había apoyado en cada uno de sus sueños, esa pieza infaltable en su vida.

Ese niño que le permitía dormir en su cama tras tener pesadillas, con todo y su osito.

Ese adolescente que la escuchaba divagar sobre bandas, chicos y series de televisión.

Ese casi adulto que le había clavado un puñal por la espalda sin pensarlo siquiera dos veces y así, había provocado gran parte de su declive mental gracias al cual, terminaría abandonando Trenton hace algunos años atrás. El segundo cómplice de su mayor sufrimiento.

¿Cómo era capaz de sonreírle así? ¿Cómo?

—Perdón por tanta tardanza. Tuvimos bastantes problemas en el camino.—la voz de Daishinkan opacó sus pensamientos, aunque no halló fuerza para poder moverse de otra manera que no fuera retroceder—. De todos modos, cumplí con lo que me pediste. Traje a tu hermana sana y salva.

Pediste.

Retrocedió todavía más y el chico pelirrojo se le quedó viendo con dudas, notando las curitas en ambos, los golpes en la cara de su mejor amigo.

Shin los miró con cierta intriga.

—Sí, ya puedo ver que no vienen en las mejores condiciones.—quiso hablar, pero de su garganta no salió nada más que un jadeo—. Llevamos un buen rato esperándolos.

—Veníamos a pie. Lo siento.

—Te dí mi tarjeta por una razón. Pudieron tomar un taxi para llegar más rápidamente.

Daishinkan tuvo que disimular una risa al tomar asiento como si nada. Rememorando las cosas que habían sucedido a lo largo de esos días.

—Es una larga historia.

Shin no pareció pedir más explicaciones, pero los tres terminaron mirando hacia la chica castaña y bastante asustada que se mantenía de pie junto a ellos: aparentemente, al borde de un segundo colapso mental. Mirando hacia la nada.

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