30 | We can rewrite the stars

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30 | Podemos reescribir las estrellas

—¡Te he dicho más de mil veces que no puedes fumar dentro de la casa!

Daishinkan hizo mala cara inmediatamente.

—Genial, ya llegó la loca.

Hedeon soltó una risita cuando cierta enfurecida chica ojivioleta cruzó la estancia de mal genio: la misma Syrah que a dicha hora, venía del hospital pues había terminado sus prácticas. Todavía con uniforme y aquel incómodo olor a desinfectante, propio de su área médica.

Miko los miró con curiosidad.

—En éste mismo momento tiras esa colilla.

—Hola, hermanito, buenas tardes. Te extrañé, no te he visto en días.—se burló, con ese tono que a Syrah sacó de sus casillas—. ¿Quién eres tú para darme órdenes, además? Te recuerdo que soy un adulto funcional e independiente.

—Desempleado y amenazado de muerte.

—Pequeños detalles sin relevancia.

—El humo le hace daño a Meerus, todavía está chiquito. También a mamá.

—Nuestros padres fueron al médico, para hacerle exámenes a mamá. Emily los acompañó, así que ninguno está, solamente el abuelo.—señaló hacia Hedeon, quien sonreía—. Nadie se ha quejado de mis hábitos, sólo tú.

Syrah miró con mayor atención y así, descubrió a ciertos muchachos morenos, sólo sentados en el comedor. Observando todo con curiosidad.

—Hola, Miko. Hola, Gohan.

Los mencionados solamente giraron la cabeza otra vez, centrados en sus propios asuntos, por lo que Syrah tuvo tiempo para desear que la tierra la escupiera en otro país. Luego mirando de manera fulminante a su abuelo y hermano mayor.

—Ya tienes que dejar de solapar sus conductas autodestructivas, abuelo.

—Hija, si a su madre no le hace caso, ¿por qué conmigo sería diferente? Ambos sabemos que Dai es un verdadero cabeza dura.

El aludido volvió a sonreír, triunfante como niño que ha conseguido quedarse con el dulce.

—Herencia de familia, supongo.

—Pues a Net tampoco le gustaba verte fumar.

La terminación en pasado de esas palabras fue suficiente para hacerlo dejar de sonreír. Y enfriar a cero sus ánimos, de paso, como una herida no cerrada que todos seguían picoteando.

Todos eran tan crueles a veces.

—Si tu intención era molestarme, felicidades. Lo has conseguido con calificación alta.

Syrah supo que había metido la pata en cuanto lo vió lanzar los restos del cigarrillo, apagado, por el borde de la ventana. No haciendo nada más que cruzarse de brazos, todavía sentado en el marco, pero ahora con una expresión realmente gélida.

Miró a Hedeon y éste, aunque triste, le hizo una seña que interpretó como «déjalo en paz».

Aceptó, acercándose a la cocina, pero Miko no quiso quedarse al margen, ni rendirse tan fácil.

—Dai...—lo llamó, con una voz aterciopelada que aquel ojivioleta no pudo resistir, mirándola casi de inmediato—. ¿Nos ayudas?

Asintió y se apartó de la ventana.

Son Gohan era el último aliado del plan, uno que habían decidido presentarle ese día. Alto, de piel bronceada, con el cabello color azabache, gafas y todo el aspecto de un nerd, pero la constitución física de alguien que vivía en el gimnasio. Por lo que había entendido, era miembro de la policía cibernética y Tapion lo había incluido gracias a sus conocimientos, más el fuerte sentido de la justicia que al parecer todos compartían.

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