10 | Isn't a bad man

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10 | No es un mal hombre

—¿Qué clase de tren sirve tortitas? Dudo que sea normal. ¿Es algo normal o soy demasiado pobre para pagar un viaje decente?

Daishinkan engulló felizmente otro bocado.

—Eso depende. ¿Alguna vez habías viajado en un ferrocarril cuyo trayecto dure tantas horas y justo el recorrido se meta en tu hora del almuerzo?

—No. Buen punto.

Colorado era diferente a lo que imaginaba. Para empezar, no hacía tanto calor: si bien el aire era bastante seco y el sol era propio del verano en su etapa final, empezaba a sentir algo de fresco con la ventana superior abierta. Veía vegetación muy de vez en cuando a la que tomaba fotos, pero la gran mayoría siempre era color verde y ahora que llevaban cinco horas de recorrido, podía decir con seguridad que la entrada sur del estado era linda a más no poder. Panorámicas maravillosas.

Moría de ganas por regresar para contarle a sus escasos amigos del alucinante viaje.

—Me siento pobre.

—Yo también. Recuerda que nuestro viaje está siendo patrocinado, así que no he pagado nada directamente de mis bolsillos.

—¿Quién lo patrocina?

—La asociación nacional de aliados contra todos los imbéciles que roben recursos.

Quiso clavarle su tenedor en los ojos. Ahorcarlo con el cable de sus propios audífonos.

—No insultes a mi papá.

—Tengo todo el derecho del mundo.—ella gruñó y fue suficiente—. Es curioso. ¿Por qué defiendes a una persona con la que ni siquiera hablas? Estás al otro lado de la costa pero te mantienes por tus propios medios. Si tanto te quiere ese señor, ¿por qué pareces tan empeñada en alejarte?

—Deja de meter las narices en mi vida. Apenas te conozco desde hace tres días.

—Quiero ganarme tu confianza. Pero es difícil si tampoco sé mucho sobre ti, más allá de lo que me sueltas cuando conversamos. Es escaso.

—Yo tampoco sé nada sobre ti.

Se miraron a los ojos un momento y Miko fue la primera en apartarse, incómoda. Nunca se abría con la gente más allá de lo superficial necesario para el día a día, aunque hubo épocas en donde se comportó como una persona muy sociable y la más entusiasta de todas. Sonriente, con todo tipo de pasión por muchas cosas.

Pero esa Miko había muerto, metafórica y quizás físicamente, después de abandonar Trenton.

—Si tanto insistes. Podemos hacernos preguntas pero, no te prometo responder todas.

El albino asintió, con una chispa entusiasta por la oportunidad. Podía ser demasiado chismoso, tal vez, o deseaba conocer un poco a la persona con la que últimamente pasaba los días.

Apartó el soporte de la bandeja en su regazo con cuidado, hasta que no fue impedimento y pudo voltear en el asiento a mirarla.

Si alguien le hubiera preguntado a su yo de hace meses, probablemente diría que tenía enfrente a una chica preciosa: su versión actual opinaba lo mismo, pero sabía que tenía demasiado carácter para preocuparse por el físico. Detalles como por qué seguía usando lentillas a pesar de estar lejos de casa o, por qué su cabello se veía más oscuro cada día. Cualquiera podría notar que no era una rubia natural y luego se preguntó, ¿por qué seguir escondiéndose a pesar de que la conocía?

¿Por qué?

Bajó la mirada de nuevo, concentrándose en sus labios. Carnosos, pero delgados. Notó el instante exacto en que ella se mordió el inferior.

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