Lo más extraño de todo, eran sus muertes.
La primera vez, fue a causa de un accidente. Aquel día iba caminando a la universidad por la misma ruta de siempre. Transitaba por la acera casi sin prestar atención a su alrededor, perdida en sus pensamientos. Había discutido con su hermana porque les había mostrado a sus padres una boleta de calificaciones falsa, en la cual constaba que Elina había reprobado casi todas las materias. Sus padres la habían regañado y ella prometió que iría a la universidad a reclamar el error y que, en ese caso, Miranda debería disculparse con ella.
De repente, a pocas calles de su casa, un conductor desconocido atravesó un semáforo en rojo, embistiéndola y dándose a la fuga. El impacto fue tal, que la joven quedó tendida sobre el pavimento con múltiples lesiones por todo su cuerpo. Podía ver el gentío a su alrededor, pero no podía moverse. Los oía hablar, pero sus voces se perdían tras un intenso zumbido en sus oídos, y el dolor que sentía comenzó a dar paso al frío, mientras veía su propia sangre expandirse a su alrededor, sin poder articular palabra alguna, esperando una ambulancia que no llegó a ver aquel día. Lo último que vio, fue una figura borrosa que se acercaba corriendo hacia el lugar.
Fue extraño, si se lo piensa un poco, pues los testigos declararon que aquel vehículo llevaba un rato estacionado a pocos metros de allí. Decían que aceleró de repente, como si algo lo poseyera, que seguramente estaría drogado.
La segunda ocasión, ocurrió en el camino de vuelta a casa desde su trabajo de mesera en un café. Era un miércoles particularmente frío, y la habían despedido luego de que Miranda hiciera una escena, gritando que Elina le había tirado el café encima a propósito y que demandaría al dueño si no tomaba medidas con sus terribles empleados. No importó cuánto trató la pobre joven de explicar que no había sido así, que su hermana mentía... Nadie quería escándalos públicos que perjudicaran la reputación del café, menos por disputas familiares que nada tenían que ver con ellos. Pero, sobre todo, había un detalle que la pequeña hermana consideraba perverso: nadie podía resistirse a las lágrimas de Miranda.
Elina volvía a casa llorando esa tarde, sin poder pensar en nada más que en la cara de satisfacción de su hermana y la horrible sensación de superioridad que exudaba al mirarla y ver la miseria en sus ojos. Decidió cambiar el rumbo y dirigirse a la pequeña habitación que había alquilado recientemente. Estaba a punto de mudarse y apartarse de su desalmada familia –si podía decírsele a eso familia-, pero aún le quedaban algunos detalles por arreglar, como las cucarachas y al menos una pequeña cocina para poder cocerse su comida, daba igual si debía dormir en el piso. Aun así y con la sensación de desazón que tendría cualquier mortal al ver ese oscuro y húmedo espacio, desprovisto de ventanas y de cualquier señal de esperanza, ella lo veía como el paraíso en la tierra y decidía pasar la noche allí cuando no quería encontrarse con su hermana. "Las cucarachas son, definitivamente, mejor compañía", pensaba.
De un momento a otro, un sujeto encapuchado apareció corriendo y trató de llevarse su cartera. Instintivamente la retuvo, debido a que las llaves de su habitación estaban allí y no tenía dinero para un cerrajero. El enmascarado soltó su bolso, sonrió y sacó un arma.
*Bang!
El estrépito resonó en aquella silenciosa calle y, mientras yacía en el suelo, perdiéndose en la oscuridad y pensando que hubiera sido mejor soltar aquel bolso, oyó las palabras del extraño:
"No había nada que pudieras hacer jovencita, ibas a morir de todos modos. No lo tomes personal".Aún tenía pesadillas con aquel suceso, con el suelo frío y la terrible sensación de que iba a morir allí sola, de que nadie merecía algo como eso.
Elina había llegado a un punto en que no podía distinguir si todo aquello eran alucinaciones, premoniciones o realmente lo había vivido... Había una posibilidad adicional, que estuviera enloqueciendo, pero no tenía ni la más remota intención de aceptarlo.Tampoco podía acudir a un psicólogo, pues tratar de desenmarañar esas extrañezas con alguien más podría implicar que llegue a oídos de Miranda, y quien sabe lo que podría hacer esa loca con tan sensible información. El problema es que habían sido tan vívidas, que difícilmente podría olvidarlas. Por el contrario, no quería hacerlo.
Algo en lo profundo de su ser le gritaba que lo oyera, que se oyera a sí misma.
No podía olvidar.
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Tan sólo una última vez
FantasyElina era una joven con una vida extrañamente desafortunada. Habiendo vivido una infancia normal, de repente descubre que su dulce hermana mayor la odia y hará lo que sea para causarle dolor... incluso llevarla a la muerte. Tras su último y doloroso...