Ep 18

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Estaba hecho, el día anterior había pasado toda la tarde buscando el anillo perfecto, iba a proponerle matrimonio a su novia como es debido durante la cena de cumpleaños. Al volver a la oficina vio un revuelo entre el personal y, al preguntar el motivo, le dijeron que la amable joven del área de redacción había llegado golpeada. No tuvo tiempo de reflexionar, corrió hacia allá lleno de preocupación, el sólo hecho de que Elina hubiera sido atacada lo cegó. Al entrar, apartó al personal del área y se acercó a ella.

- Elina, ¿Qué ocurrió? ¿Quién te hizo esto? – Preguntó consternado. Elina estaba muy confundida, ¿qué hacía Martin ahí?, no podía contarle lo ocurrido con Miranda, ni de las fotos que ella había enviado a su celular, donde podía verse cómo había estado vigilando a su novio.

-No fue nada...- Insistió.

- Señor Director – dijo uno de los encargados del área de redacción – le hemos estado preguntando varias veces, pero no quiere decirnos.

- ¿Director? – Preguntó ella, incrédula. – Debí haberlo imaginado, qué tonta fui. –

- No, espera Lina, te lo explicaré – le pidió Martin, tratando de no exponer demasiado a ambos  a los cotilleos de la empresa.

- No necesito explicaciones, está a la vista. Si me disculpa, señor director, desearía retirarme antes el día de hoy, no me siento muy bien. – le dijo con un tono irónico.

- Si, por supuesto, te llevaré- respondió mientras se ponía de pie.

-Por favor no, necesito estar sola – refutó Elina. Martin se acercó a ella y le dijo en voz baja – Por favor, hablemos esta noche en la cena Lina, hay mucho que quería decirte hoy. – Ella no respondió, tomó sus cosas y se fue.

Al llegar a casa no pudo evitar ir directo a la habitación que compartía con Martin y desplomarse en la cama llorando, debido al dolor de ver como todo lo que había construido se desplomaba nuevamente. Se preguntaba hasta cuándo continuaría sucediendo, si en realidad no merecía ser feliz, si la única forma de salvar al hombre que amaba era dejándolo ir. Ella no estaba molesta con su novio por ocultarle que estaba a cargo de la editorial que la contrató, después de todo, ella había pedido su ayuda. A pesar de que antes dudaba de su propia competencia, era consciente de haberse ganado su lugar y el afecto de sus compañeros. Lo que la quebró, fue la amenaza de Miranda, sus ojos eran la promesa de que si no hacía lo que decía se lo haría pagar y podía recordar lo extraño de sus muertes. El sólo hecho de pensar que Martin podría correr esa suerte no era algo que estuviera dispuesta a aceptar y, por más que le doliera, debía tomar la decisión correcta. Armó su bolso, era hora de irse.

Al llegar a casa apurado y nervioso, Martin abrió la puerta llamando a su novia y, justo en la entrada, la encontró poniéndose su abrigo y tomando su bolso.

- ¿Qué haces Lina? No ibas a esperarme ¿verdad? – Luego tomó su mano y le dijo – Déjame que te explique, sé que piensas que no puedes confiar en mi, pero no es así .-

- Está bien Tintín – Lo interrumpió ella – Entiendo, pero... no creo que funcione- sabía que le estaba rompiendo el corazón, mientras casi podía oir cómo se rompía el suyo, pero si no lo hacía ahora que tenía una excusa, no podría abandonarlo ya nunca, pues lo amaba demasiado.

- Por favor Lina, escúchame – le suplicó, mientras se ponía de rodillas y sacaba el anillo, con sus ojos llenos de lágrimas – cásate conmigo, no me dejes. – Elina sintió una punzada de dolor al ver a Martin así, debía irse de allí pronto si quería salvarlo.

- Lo siento Martin, por favor no me busques – le dijo con una mirada fría y salió por la puerta sin mirar atrás. Una vez afuera, podía escucharlo llorar y no pudo contenerse más, comenzó a llorar ella también, mientras pensaba " No tienes idea de cómo me hubiera gustado casarme contigo".

Llegó a un hotel, se registró y se fue a su habitación. Otra vez sola en el mismo lugar, con la única compañía de su miseria. No pudo evitar sonreir burlonamente, asqueada de la situación y de sí misma. Se odiaba a sí misma por haber lastimado a su amado.

Abrió su bolso y sacó su cuaderno y sus lápices. La marca llevaba doliendo un tiempo ya. Había logrado descifrar al menos un pequeño detalle, mientras se mantuviera escribiendo el dolor se desvanecía, pero  no podía escribir cualquier cosa ni inventar nada, porque simplemente no funcionaba. Ya lo había intentado, tanto si trataba de diseñar un final o de improvisar hechos, en todas las ocasiones algo sucedía, o su laptop se rompía o sus bolígrafos dejaban de funcionar. Debía ser estrictamente su propia historia, salida de su corazón, y lamentablemente ya tenía más tragedias por escribir.

Esa noche su marca se calmó y Miranda volvió a dormir tranquila.

Tan sólo una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora