Ep 3

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Luego de despertar de lo que fue su primera muerte, Elina sintió con el tiempo que todo había sido un extraño sueño, una pesadilla generada por el trauma de lo que vivía con su familia, por lo que decidió ignorarlo y continuar con su vida.
No pudo haber sido más que mala suerte el hecho de que su prometido, Leo, se hubiera acercado tanto a Miranda.
"En realidad no es nada, él no va a engañarme. Sólo son cercanos porque viene a verme a casa de mis padres y se lleva bien con mi familia", pensaba.

Leo era un joven guapo, amable y jovial, lo había conocido casi por casualidad en una fiesta organizada por Martin, su mejor amigo. Martin y Leo eran primos y se llevaban bastante bien. Pero lo que más sorprendió a Elina, era que Leo trabajaba de voluntario en una biblioteca pública. Ella amaba leer, y él le recomendó varios libros que podrían interesarle. Con el tiempo, las visitas de Elina a la biblioteca se hicieron más frecuentes, así como las largas charlas con Leo, quien no dejaba de destacar los rasgos que le agradaban de Elina. Finalmente, él le propuso que salieran.

Para Elina todo aquello era como un sueño hecho realidad. El apuesto y culto muchacho, con quien compartía tantos intereses, realmente se había fijado en ella. Y ella, se perdió en ese profundo primer amor. Después de algunos meses de relación, decidió presentárselo a su familia, por lo que los encuentros en casa de sus padres se volvieron algo habitual. Lo habían aceptado como uno más de los suyos y él pasaba mucho tiempo allí.
Elina no tenía ojos para nadie más y, secretamente, anhelaba que Leo sólo tuviera ojos para ella. Podría perder cualquier cosa ante Miranda, pero no a su amado, por lo que se esforzó en lograr que en esta realidad la eligiera a ella.

Se consoló al pensar en la inocencia de aquel cálido muchacho. Pero su hermana era abiertamente provocativa con él y al parecer el joven no notaba -o fingía no hacerlo- cómo su juego lastimaba a su novia. Es por ello que a menudo discutían y Elina terminaba pidiéndole disculpas por sus infundados celos.

No pasó demasiado tiempo para que los encontrara juntos en su propia cama, ya que para Miranda era más divertido mientras más grande fuera la humillación.
Los oyó, pero ni siquiera se atrevía a entrar a la habitación. Era demasiado doloroso... Simplemente no podía ser cierto.
Aun así, al cabo de un momento, la ira la dominó, abrió la puerta con fiereza y los fotografió.

- Para mañana todos sabrán qué clase de personas son, incluidos papá y mamá hermanita. – Vociferó.

Después de eso volvió al trabajo, pues sólo había vuelto a buscar ropa para cambiarse debido a que chocó con un cliente distraído y este le derramó una gaseosa encima.
No tenía tiempo para pensar en lo ocurrido, ni siquiera para llorar. Debía juntar dinero para pagar sus estudios, ya que sus padres se negaban a dárselo después de que Miranda les "revelara" muy angustiada que Elina en realidad no estudiaba, sino que se gastaba el dinero que su familia ganaba con esfuerzo en cigarros y alcohol y se dedicaba a salir de juerga con un grupo de promiscuos y malvivientes compañeros. Les había mostrado un montaje fotográfico donde se podía ver a su hermana fumando en un callejón, lo que enfureció a la sorprendida pareja.

- ¡Cómo te atreves a ser tan insolente!? ¡A partir de ahora ya no te daremos dinero, comienza a trabajar a ver si así te enderezas! – Le gritaron. -Deberías ser más como tu hermana – Esa era una frase que escuchaba seguido-.

La relación con sus padres se había vuelto extraña, como poco decir, durante los últimos años. Lejos de ser los amables padres de siempre, se habían vuelto monótonos y esquivos... Casi como si estuvieran "vacíos". Si alguna disputa surgía, ellos tendían a respaldar a su hermana, quien había creado una mala reputación para Elina, pero, aunque no siempre había sido así, en este momento no importaba la verdad, no importaba si era injusto, ella no podía contra las lágrimas de Miranda.
Ni siquiera podía llorar...

Tampoco tuvo tiempo de reponerse, pues a las pocas horas Miranda entró al café y provocó su despido, en la fría tarde de su segunda muerte.

Tan sólo una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora