Esa mañana despertó sintiéndose cansada, había dormido muy pocas horas. Se arregló un poco y se fue a trabajar. Al llegar vio a Olivia acercarse rápidamente.
- Elina, ¿qué es lo que has hecho? – le preguntó su supervisora de redacción. Era una mujer regordeta, que acostumbraba usar rodete y unos anteojos de montura ancha.
- Nada, creo, ¿por qué? – le respondió ella.
- El director te busca, quiere que te presentes urgente en su oficina. - Luego agregó: - Espero que no sea nada grave. – Olivia apreciaba mucho a Elina, por lo que no podía ocultar su preocupación. También recordaba aquella vez en la que la joven había tratado al jefe con una frialdad que podría haber congelado el Sahara. "Vaya" pensó, "es una chica admirable, pero a veces no conoce los límites".
- Tranquila Olivia, no debe ser nada. En seguida regreso. – Elina trató de tranquilizarla, a pesar de que incluso ella misma estaba realmente preocupada. "Martin no es de los que mezcla su vida personal con el trabajo", se repetía, pero al entrar a la oficina y mirarlo a la cara, supo que estaba perdida.
Martin estaba sentado en su escritorio, mirándola con una expresión serena, casi angelical. "¿Qué está tramando? ¿Acaso es una forma retorcida de jugar con sus empleados?" pensó.
- Siéntate, por favor – Le dijo, con un tono que no aceptaba negativas. Luego continuó: - ¿Sabes algo? Soy una persona muy recta, y espero de mis empleados una conducta intachable y valores morales incuestionables. Eso es lo que le da el éxito a una empresa. –
- Disculpe, señor director, pero no veo el punto... ¿Acaso he hecho algo mal? – preguntó confundida.
- Bueno, creo que es importante que sepas que los documentos y contratos que firma el personal deben cumplirse. Nuestra palabra es nuestro mayor activo. Y, francamente, si por fuera de esta empresa un empleado incurre en conductas cuestionables, se deben aplicar las sanciones correspondientes. De lo contrario nuestra empresa sería tomada como una broma. –
Elina seguía sin comprender. – Señor director, con todo respeto yo no he firmado ni incumplido ningún...- No pudo continuar hablando. Martin había puesto sobre el escritorio su "contrato matrimonial".
- Te lo dije, mi querida Cenicienta, es un seguro en caso de que quieras huir. – sonrió.
- ¿Es una broma o algo así? ¿Crees que eso tiene valor alguno? Es muy bajo extorsionarme con algo así. – Le dijo Elina, pero en su tono de voz podía advertirse que no había un enojo real, sino un intento desesperado por parecer enojada, y Martin la conocía mejor que nadie.
- Es un contrato entre partes cariño, sino cumples deberás pagar los daños morales causados. – Le dijo Martin divertido. – Además, podría tener un "accidente" y publicar esto en el foro de la empresa. Eso te haría ver muy mal supongo. –
Elina estaba atónita, si bien el plan era reconciliarse, esto sobrepasaba sus capacidades de entendimiento. Hizo un gran esfuerzo por no reir. Martin lo notó, por lo que continuó con su avance.
- Mira Lina, no tiene que ser ahora mismo, pero el requisito mínimo para no demandarte, es que vuelvas a casa. Te daré tu espacio, sólo quiero ver que estés bien. –La miró con cariño y preocupación genuinos.
¿Cómo podía ser que, a pesar de todo lo que había hecho, el mismo viejo Martin estuviera parado frente a ella queriendo cuidarla una vez más? Elina comenzó a llorar. Él se apresuró a abrazarla con fuerza. Estuvieron así por largo rato.
- Lina – dijo Martin – Esta tarde vamos por tus cosas ¿si? – Ella asintió y lo besó.
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Tan sólo una última vez
FantasyElina era una joven con una vida extrañamente desafortunada. Habiendo vivido una infancia normal, de repente descubre que su dulce hermana mayor la odia y hará lo que sea para causarle dolor... incluso llevarla a la muerte. Tras su último y doloroso...