Ep 19

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No tuvo más remedio que volver al trabajo, no deseaba encontrarse con Martin, pero esa era su fuente confiable de ingresos hasta que consiguiera otro empleo. De todas formas, él se las había arreglado bastante bien para que ella no lo descubriera durante casi un año, era poco probable que se cruzaran. Mientras pensaba en el tiempo, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Quedaba menos de un año para su cumpleaños 26, y no había logrado encontrar ni un solo indicio de que lograría sobrevivir. Las desgracias seguían cayendo sobre ella, atestiguando la proximidad de un final predestinado.

Pocos días después se cruzó con Martin, quien la miró con tristeza y le dijo: - Hola, Lina. Quizá necesites tiempo, trato de dártelo, por favor espero que puedas volver a casa pronto. – Ella lo miró sorprendida, no se esperaba tal declaración. Se limitó a decirle: - Lo siento, no ocurrirá, por favor limitemos nuestra relación a lo estrictamente laboral. Intentaré conseguir otro trabajo. – Estas palabras lo lastimaron aún más, y sólo atinó a responder: - Si tanto te molesta verme, me aseguraré de no cruzarme contigo. No hay necesidad de que renuncies. – Y se marchó visiblemente afectado.

Cada día se volvía más y más difícil de transitar, Elina sentía el peso de su pasado, de sus palabras y acciones. Quizá si nunca hubiera ido a vivir con Martin, aun seguirían siendo grandes amigos y ella no lo hubiera lastimado tanto. Esa noche decidió que necesitaba un trago y se fue a un bar cercano a su hotel. Al llegar pidió una cerveza, luego dos y, justo cuando iba a pedir la tercera, vio que unas mesas más atrás el mesero trataba de convencer a una señorita de que ya era suficiente alcohol, mientras ella se resistía furibunda. Era Miranda.

No iba a ir, no había razón para ayudar a la persona que la odiaba y la lastimaba cada que tenía la oportunidad. Momentos después vio a un grupo de hombres levantarse y caminar en dirección a su hermana. "Maldita sea" pensó, "¿quién carajos me heredó esta ridícula conciencia?". No pudo ignorar la situación, ella era diferente. Se acercó a la mesa y le dijo: - Vamos Miranda, levántate, es hora de ir a casa. – La tomó del brazo y trató de levantarla.

- No intervengas señorita – le reclamaron los hombres – Nadie pidió tu ayuda, ¿Acaso quieres venir también con nosotros? –

- Si no se alejan llamaré a la policía- les espetó.

- ¿Quién te crees que eres para meterte? Me llevaré a mi novia, si no quieres problemas, más te vale mantenerte al margen.

- Tu novia mis polainas – Respondió Elina y, justo antes de que pudieran replicarle algo, Miranda levantó la cabeza y dijo: -Elina, hermanita, lo siento mucho. – Una vez que los extraños vieron que eran hermanas, se apuraron a irse. Elina, sorprendida tomó asiento junto a Miranda.

- Ya fue suficiente, si sigues así, cualquier idiota podría lastimarte, vamos a casa. –

- ¡No lo entiendes, morir sería lo mejor que podría pasarme! – Le dijo llorando como una pequeña niña.

- Es el alcohol, mañana te arrepentirás de haber dicho eso frente a mí. – Le respondió Elina un tanto inquieta, era la primera vez que veía a su hermana en ese estado.

- No, déjame decirlo una sola vez al menos. Sé que parecerá que estoy loca, pero ya debes pensarlo de todas formas...- vaciló un instante y luego dijo – Soy diferente de noche hermana, de día te odio y trato de dañarte, pero no soy yo, no sé cómo explicarlo. Es como si algo me arrastrara y moviera mi cuerpo contra mi voluntad, pero, a excepción del día del incendio, al caer la noche recupero el control y debo lidiar con todo lo que hice en el día. Hermana, ya no puedo continuar, me duele demasiado. Me preguntaste por qué lo hacía y te puedo asegurar que no lo sé en absoluto, no deseo hacerlo. – Su voz era apenas entendible, lloraba tanto que le era muy difícil articular las palabras. Luego continuó: - Elina, aléjate de mí, escóndete, últimamente no puedo controlar el deseo de... de... - Sintió que no podía pronunciar esas palabras.

- ¿De qué Miranda? – Preguntó Elina angustiada.

- De matarte – respondió en un hilo de voz, y añadió antes de desmayarse: - Voy a encontrar a ese hijo de perra, si lo mato antes, probablemente ya no tendré que lastimarte. –

Tan sólo una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora