Fría -dijo Shail, con un estremecimiento-. Tan fría. Y con aquella horrible cosa en la frente...
Se le quebró la voz. Zaisei lo abrazó, intentando consolarlo. El correspondió su abrazo.
Estaban asomados a uno de los balcones de la Torre de Kazlunn, apoyados en la balaustrada, apenas tres pisos por debajo de aquella terraza donde, Jack había mantenido conversaciones con Sheziss acerca de los dioses, el destino y las profecías; donde, días atrás, Victoria había reiterado su propósito de luchar por Jack y por Christian. Por los dos.
Pero ni Shail ni Zaisei sabían nada de todo esto, porque incluso en aquellos momentos, casi dos semanas después de la batalla de Awa, lo que había sucedido entre los tres jóvenes seguía siendo un misterio para todo el mundo.
Zaisei había llegado a la torre apenas unas horas antes. Los que quedaban de la Resistencia, de los Nuevos Dragones, de la Orden Mágica... los que quedaban, en definitiva, de aquellos que se habían opuesto a Ashran, estaban reuniéndose en aquella torre con forma de cuerno de unicornio, que volvía a pertenecer, una vez más, a los hechiceros que rendían culto a los Seis. Habían vencido, sí. Pero aquella victoria les sabía muy amarga, especialmente a aquellos que habían perdido a alguien querido.
-¿Cómo supisteis que estaban en Drackwen? -susurró Zaisei-. ¿Cómo supisteis que Jack estaba vivo?
-Llegó un mensajero enviado por él. Un mago de los que antes habían servido a Ashran. Desgraciadamente, llegó demasiado tarde... para muchas cosas. Y sin embargo...
Sin embargo, había gente que se había dado cuenta de que los sheks empezaban a huir, antes incluso de que Allegra llevara a término su portentoso plan de prenderle fuego al cielo, entregando su vida en el intento. Si Jack y Victoria tenían previsto enfrentarse a Ashran aquella noche, existía una mínima posibilidad de que hubieran salido vencedores.
En medio del caos, de la incredulidad, de la desconfianza y de la alegría desbordada ante la retirada de los sheks, Qaydar había mantenido la cabeza fría y había reclutado a un grupo de magos para que lo acompañasen a la Torre de Drackwen, en busca de Jack y de Victoria.
-Al principio no supe si ir o no con ellos -le explicó a Zaisei-. No quería dejar a Alexander suelto por el bosque... Pero las dríades me dijeron que se había marchado de Awa y que iba en dirección al norte. Quizás hice mal, pero... en aquel momento sentí que tenía que ir a buscar a Jack y a Victoria, que habían estado solos demasiado tiempo. Necesitaba saber si seguían vivos...
Calló un momento. Zaisei esperó, pacientemente, a que continuara hablando.
-Los encontramos a los tres en Alis Lithban -prosiguió el mago-. No muy lejos de la Torre de Drackwen, que se había derrumbado sin que supiéramos por qué. Hizo una pausa-. Jamás podré olvidar ese momento.
Respiró hondo, perdido en sus recuerdos. Jack, Christian y Victoria.
Los tres, sucios, heridos, pálidos e inconscientes, yacían en el suelo, muy juntos, Victoria entre los dos chicos, que la abrazaban con gesto protector. El rostro de la muchacha reposaba sobre el pecho de Jack, que, tendido boca arriba, rodeaba con el brazo los hombros de ella. Al otro lado, Christian, encogido sobre sí mismo, se había abrazado a la cintura de Victoria como si temiera que ella fuera a desaparecer en cualquier momento.
Shail se había quedado contemplándolos un momento, conmovido. A aquellas alturas, ya sabían todos que Ashran, el Nigromante, había sido destruido, y que eran ellos, la tríada, los héroes de la profecía, quienes lo habían logrado. Acababan de salvar Idhún y, sin embargo, parecían tan frágiles...
El Archimago había tratado de separar a Christian de Victoria, pero Shail lo había detenido con su bastón y lo había mirado a los ojos, muy serio. Y Qaydar los había dejado juntos.
Los magos habían despertado primero a Jack. El muchacho parpadeó, aturdido, y lo primero que hizo fue girar la cabeza hacia Victoria. Pero sólo vio una maraña de pelo castaño oscuro. Alzó un poco la mano para enredar los dedos entre sus cabellos.
Después, los magos habían despertado a Christian. El joven jadeó y abrió al máximo sus ojos azules, como si acabara de regresar de una pesadilla. Se incorporó de un salto, sobresaltando a los hechiceros. Cuando ellos intentaron apartarlo de Victoria, se debatió con la furia de un felino salvaje.
Shail les había pedido que lo dejaran en paz. Christian lo había mirado como si no lo reconociera. A pesar de que parecía más despierto que Jack, aún estaba confuso y actuaba por instinto. Como si tuviera miedo de perderla, se había arrastrado de nuevo hasta Victoria, temblando.
Shail también temblaba. La muchacha tenía la cara oculta en el hombro de Jack, y no podía ver su expresión. Pero los magos la sacudían y ella no despertaba.
Uno de ellos se había atrevido por fin a volverle la cabeza. Cuando la luz de las lunas iluminó su rostro, Shail había dejado escapar una pequeña exclamación de horror.
La muchacha estaba pálida, muy pálida, tanto que su semblante parecía de porcelana. Y en el centro de su frente, entre los dos ojos, había un espantoso agujero.
No era un agujero físico ni una herida de la que brotara sangre. Era un círculo oscuro donde no había nada, una especie de cerco de tinieblas, un orificio de oscuridad.
Y no se trataba simplemente de que no hubiera nada, sino que estaba claro que ahí faltaba algo, algo que debería estar y no estaba, como el dedo amputado en una mano de cuatro dedos, como el agua que falta en un pozo vacío. Y en lugar de ese «algo» había ese extraño agujero, esa «nada» que era mucho más que «nada»: era la expresión de un ser, un cuerpo, un alma incompletos.
ESTÁS LEYENDO
Triada
AdventureLa resistencia ha logrado su objetivo y an llegado a su destino, Idhun. Ahora tendrán que enfrentarse a su enemigo, Ashran. Como recibirán los rebeldes de la resistencia el amor entre Kirtash y Victoria?