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Sábado 27 de junio, de 1978.

California.

8:12 PM.

Amor se arreglaba de manera emocionante, viendo por su armario y cajones un vestido largo de color blanco con bolitas negras y un lazo rojo alrededor de su cintura, lo buscaba de manera emocionante, por qué no quería sentirse enojada al no encontrarlo.

Los zapatos se le hacían fácil de verlos en la zapatera, ella no entendía porque se ponía primero aquellos y luego la ropa.

— ¡Maldito vestido!–. Dijo en regañadientes, el vestido se encontraba en la cama.

Fue hacia el, con una risa interna, a veces se sentía muy loca por hablar sola y ser muy despistada.

Con cuidado se puso el vestido, las joyas en perlas, el labial rojo y el típico puntito con delineador por el ojo.

No se maquillaba mucho, pero le gustaba verse bien. Ya tenía su peinado, era una dona. El perfume era lo más importante para ella.

Salió de su cuarto llevando en la mano esa pequeña cartera, y sin esperar o pensar, se subió y resbaló por los filos de las escaleras, sin miedo.

— ¡Cuantas veces te he dicho que no bajes de esa manera!–. Reto su madre, analía, al ver como su hija había caído y se reía como nunca.

— Eres aburrida, mamá–. Se paró rápido del suelo sacudiéndose el vestido.

— No–. Reviró los ojos y se rio.– ¡No lo soy!.

— Lo eres mamá–. Se burló.

— Mira esto y me dices–. Desafío.– me voy a resbalar de la misma manera.

— ¡No!, estaba bromeando–. La detuvo.

— ¡También estaba bromeando!–. La empujó despacio, en confianza.– me iré a bañar.

— ¿No irás conmigo a la feria?.

— Pediste permiso para ir sola–. Habló en susurro.– sabes que no puedes salir sola, ¿Ya no quieres ir?, mejor quédate en casa.

— Si me iré–. Contestó al toque sabiendo que su madre después no la dejaría ir.– ¿Dónde está mi padre?, le informaré.

— Está leyendo el periódico en la sala.

— Qué tengas un lindo baño, mamá.

— Que tengas una buena noche de feria, hija.

Ella camino sigilosamente por la entrada de la sala, primero se aseguro de que no estuviese en la segunda sala, dónde se encontraba un piano, una trompeta y pocos de instrumentos más.

A ella le gustaba mucho tocar el piano, amaba como tenía las habilidades de saber cómo tocar.

— ¡Buu!–. Asusto a su padre, John, dió un brinco en el sofá de asiento deslizable, color café y de cuero grueso, cayéndose por ahí el periódico y su pecho subir y bajar por el susto.

— ¡Pero!, otra vez lo mismo.

— ¡Volviste a asustarte!, ¡Volviste a asustarte!.

— Me morire de un paro cardíaco si sigues haciendo lo mismo, caro.

— Caro, ¿Carolina?, ese hubiese sido mi primer nombre, cuando me dicen amor, ¡Parece que realmente me están diciendo amor!.

— Tú madre eligió el primer nombre–. Volvió por dónde se quedó, la tercera hoja del periódico.

Amor en la feria| Bill Kaulitz- EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora