𝟎𝟐𝟎| ୨ৎ

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Bill;

Me fuí de California el uno de septiembre, hoy es doce, y no puedo dejar de pensar atónita mente en como estaba transcurriendo los días tan rápido, realmente puedo decir que estoy tan feliz, claramente lo pienso positivamente y volveré a ver a amor.

— Buenos días mi willi–. Saludo mi madre, dejándose ver en la cocina, bastián hacía el desayuno.

La casa de mamá era muy grande, ¡Demasiado!, sin duda mi querida madre se había esforzado tanto. Era una maravilla, podría traer a Jhon y decirle en su cara que vendiendo frutas en el marcado puede darte buena propina para una buena casa.

Y si, verle a bastián con mi madre era muy extraño, pero genial, ya que yo anhelaba ver a mi madre sonreir de la misma manera que lo hacía con mi padre, Gordon.

— Buenos días, mamá.

— ¿Qué estás haciendo, bastián?–. Preguntó mi madre, dirigiéndose a el.

— Huevos revueltos, amor–. Contestó con una sonrisa.

Inevitablemente mis ojos miraron a mi madre y mi apodado padre, el escucharle decir amor simplemente me hacía acordar de una sola cosa, por supuesto, mi Carolina. De veras que no había manera de no extrañarla, y no podía llamarla todos los días, lastimosamente el teléfono de mi madre había dejado de funcionar, y la cabina supuestamente más cercana quedaba muy lejos.

Solo me preguntaba internamente que estaría haciendo, oh sí, ¡Debo contar algo!, para cuando vuelva a California, mis manos llevarán una caja de regalo y un ramo de rosas. Por supuesto, y agarrense, no se lo esperaban, ¡Le pediré matrimonio!.

Tengo la fé de que dirá que si, mi deseo gracias al lago se estaba cumpliendo, solo pedía que Jhon no me llámase cuando no esté pendiente, claramente quiero escuchar desde el otro lado que lo siente tanto por su comportamiento conmigo.

Por supuesto que no sabrá sobre aquella sopresa, me llevaré amor, no a un castillo, pero si vivirá con un príncipe. Eso es muy obvio y, sin dejar con las dudas...mi madre había aprendido a tejer ropa, tenía una pequeña máquina y en estos días le había dicho y rogado de por favor que me enseñase, ya que, la caja que tendré entre mis manos contendrá un vestido hecho cien por ciento por mis manos milagrosas para amor.

¿Acaso no es lindo?, si, por supuesto que si, amor no se negará y simplemente nos casaremos porque nos amamos. Así de simple, ella me ama y yo la necesito para siempre y por siempre, fin.

— Oye cantor, por cierto, te quería decir que el teléfono ya sirve.

— ¡De verdad!–. Exclamé felíz, parando me rápido de mi silla.– mil gracias papito dios.

— Epa, epa–. Interrumpió simone.– primero comes y luego hablas con amor, realmente anhelaba conocerla, que desgracia que no haya venido.

— Agh, mamá...vale–. Solté un bufido volviendo me a sentar.– si, que desgracia.

— Aquí tienen, huevos revueltos con la sazón de bastián.

— Wakala–. Reí.

— Oh sí, wakala, ya te veo comiendo desesperadamente, pelo duro.

— Ay bueno, que quede claro que mi madre te está escuchando, reverendo caga todo.

— Cállense de inmediato–. Ordenó mamá.– apuesto que si la guapa de tu novia estaría aquí, tu manera de comportarte sería diferente, will, porque solo te pasas desinflando.

— ¡Si!, la miel le cambia toda su personalidad.

— ¡No la llames miel, su nombre es amor!.

— De acuerdo, discúlpame cantor–. Volcó los ojos, que gran fastidio.

Amor en la feria| Bill Kaulitz- EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora