Tenía el nombre de todos los invitados a aquella celebración de aniversario de una empresa farmacéutica. Se celebró en Ibiza, en uno de los hoteles más exclusivos de la isla. Rodeados de lujo, comida exótica, disc-jockeys internacionales, música en directo y reservas de habitaciones por doquier. Habían sido más de dos meses de bregar con caterings, hoteles, productoras, discográficas y peticiones raras por parte de algunos de los invitados más VIP de la lista. No le importaba tener que pelear con todos los comerciales de las empresas que patrocinaban la celebración, pero tenérselas que ver con todas aquellas personas que se creían estrellitas, era lo que peor llevaba.
Ya les había cogido manía a un par. A un tipo de Texas que se creía que medio hotel iba a ser cerrado para su uso y disfrute. Y otro un ruso que le estaba poniendo pegas a todo: que si quería una habitación con salón, que si quería un champán de quinientos euros la botella, que si agua de tal marca, que si en su habitación tenía que tener... El último día a última hora se sentía tentada de mandar un <regalito» especial a esas habitaciones.
Menos mal que ya estaba acostumbrada a hacer lo que les pedían. Y si los jefes habían dicho todo para ellos, pues todo para ellos.
Aquella noche, cuando se celebró la gran fiesta, dejó en manos de su equipo los pormenores y detalles más informales de último momento. ¿El motivo? Ella estaba invitada a la celebración, pero tenía su teléfono móvil a mano en todo momento por lo que pudiera ocurrir.
Esta vez llevaba un precioso vestido, elegante y concebido para ese tipo de eventos, pues en ellos el código de indumentaria era bastante estricto. Los hombres con traje y ellas de noche. A pesar de ser mediados de abril, el día había sido soleado y bastante caluroso, así que la noche seguro que sería menos fría de lo que cabría esperar. Su vestido era de color morado, con un cinturón negro y amplio escote. Sexy, pero perfecto para la celebración, nada ostentoso y elegante.
Repasó la lista de invitados antes de bajar al cóctel y después de la cena, hizo un par de llamadas para cerrar unos asuntos pendientes y, justo cuando se disponía a salir, sonaron unos golpes en la puerta.
-¿Bajas ya?
Un alto y varonil hombre de unos cincuenta años estaba esperando en el pasillo, mientras miraba su reloj. Óscar, con quien había tenido más que una amistad, siempre era tan caballeroso que la iba a buscar para que no bajara sola ante aquella jauría humana sin domesticar, como él los llamaba. Decía que todos tenían mucho dinero e iban presumiendo de clase, pero a menudo eran unos barriobajeros con unas copas de más.
-¿No va a bajar Ainara? -Su actual pareja.
-No. -Óscar puso cara de disgusto-. En el avión ya se encontró algo mal y finalmente le ha salido todo esta noche. Está con fiebre, así que se ha quedado en la cama.
-Lo siento.
Letizia lo lamentó. Aunque Óscar y ella habían tenido una relación hacía un par de años, las dos mujeres se llevaban bastante bien. Lo de Letizia y él acabó cuando ella le comentó que, a pesar de que le gustaba mucho él, su forma de disfrutar del sexo era algo más liberal. Óscar lo intentó, pero no pudo soportar que otro tipo tocara a su pareja. Así que finalmente, y a pesar de que lo pasaron mal, prefirieron no seguir siendo pareja.
-¿Nos vamos? -Óscar le ofreció el brazo.
-Encantada.
La velada transcurrió perfecta. Los tiempos bien organizados, y la gente, elegantemente vestida, aguantó todos los parlamentos que tuvieron lugar durante la cena. Los directivos de la farmacéutica que celebraba su aniversario torturaron a los invitados durante algo más de media hora. Después de eso, empezó la fiesta.