XXII

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Oyó la voz de su madre casi desde lejos.  En un primer momento pensó que estaba en medio de un sueño y que su único deseo era escucharla. Se removió en la cama, era temprano, pero el calor ya se estaba haciendo notar. De nuevo la voz de su madre, esa vez mucho más cerca. Ahora sí se dio cuenta de que no era un sueño y que era ella la que estaba intentando llamar su atención.

-Letizia -Sintió su mano en el cabello antes de abrir los ojos-. Despierta ya. Has dormido mucho.

-¿Qué hora es? -gimió, escondiendo la cabeza bajo la almohada, como cuando era pequeña.

-Más de las doce- Le dio un beso en la cabeza y luego la oyó bajar la escalera.

Había llegado a casa de sus padres la tarde anterior. Condujo un coche de alquiler desde el aeropuerto hasta la casa en la que vivían, en aquel pequeño pueblo de mar. Su madre la miró de manera extraña al verla llegar con tantas maletas; se imaginaba algo, pero su padre no aguantó tanto como ella. Simplemente, se acercó a saludarla con un beso y un abrazo y le susurró al oído que podía quedarse el tiempo que quisiera.

Letizia temía que sus ojos la delataran, porque se había pasado casi todo el trayecto en coche llorando. Aquel día su cuerpo sólo le pedía descansar, sólo necesitaba desconectar y ahora que estaba desperezándose en la cama lo notaba. Sentía que podía haber dormido mucho más tiempo. Ya les contaría lo que había pasado...

Bajó la escalera de la segunda planta de la casa. Abajo reinaba la tranquilidad, la vida de sus padres, después de la jubilación, era muy sosegada, relajada...

Sintió el fresco que entraba por la puerta del jardín trasero. Su madre estaba terminando de preparar algo en los fogones. En la mesa de la cocina, una taza con café esperaba que Altagracia se sentara.

-¿Y papá? -preguntó ella, bebiendo un sorbo.

-Ha ido a comprar un par de cosas, ahora viene. -Su madre removió el contenido de una olla.

-¿La comida? -preguntó Letizia y dio otro sorbo.

-¿Cómo estás? -le preguntó su madre-. ¿Has descansado?

-Sí. ¿Habéis cambiado el sofá y la mesa del salón?

-Estaba muy viejo ya, cariño. -Tapó la olla y apagó el fuego.

Paloma, la madre de Letizia, era una mujer mayor, que conservaba todo el nervio de quien ha tenido que cuidar de tres hijos y trabajar duramente. Era pequeña, delgada y con una mirada que atravesaba al que tenía delante, si así lo decidía. Y Letizia temió que en breve iba a hacerlo con ella. Su madre apartó otra silla de la mesa y se sentó frente a su hija.

-¿Qué fue? -soltó.

-Algo que no pudo ser -respondió Letizia, mirando al vacío.

-Esto es diferente -alargó una mano y cogió la de su hija-, has traído tres maletas y no piensas regresar, ¿verdad?

Ella asintió. Si antes no lo tenía muy claro, ahora sí. No volvería a Madrid.

-Cariño, tienes un buen trabajo bien pagado, una casa, una profesión...

-Mamá, ahora sólo tengo una profesión y una casa que quiero vender -suspiró-. Ya sé que he llevado una buena vida, pero ahora quiero hacer otra cosa. O por lo menos tomar distancia y ver qué deseo ser.

-Ha tenido que ser un golpe muy duro. -La miró a los ojos.

-Me he enamorado de alguien que no quería enamorarse.

-¿Ya está despierta mi bella durmiente?

La jovial voz de Jesús, el padre, deshizo la pequeña burbuja en la que Letizia y paloma  habían entrado. Tal vez le hubiese venido bien no hablar de lo que la había hecho escapar de su día a día. Pero quizá debería sacarlo todo en algún momento para volver a recomponer los pedazos rotos de su corazón.

¿Por qué se enamoró de Felipe? ¿Nunca le había pasado con nadie tan fuerte como con él? ¿Por qué?

-Sí, viejo -contestó la madre, levantándose de la mesa a la par que su marido le daba un beso en la cabeza a Letizia-. Anda, dame las bolsas.

-Me ha llamado tu hermana -le dijo a su hija-. Mañana vendrá a verte con los niños.

-Tengo ganas de verla -respondió ella.

-Eso mismo me ha dicho Telma. También ha añadido: «Que hace más de un año que no le veo el pelo a la siesa esa».

Letizia sonrió terminándose su café.

Sí, en casa podría curarse las heridas.

                             ....

Aquella tarde todo parecía que iba más lento de lo normal. Letizia no estaba acostumbrada a no tener nada que hacer. Ni siquiera en vacaciones apagaba el teléfono ni el ordenador por si sucedía algo. Pero esa vez lo único que iba a pasar era que el sonido de la tranquilidad sería lo único que entraría por la ventana de la habitación donde dormitaba después de la copiosa comida que su madre había preparado, continuación de un aperitivo con cervezas, obra de su padre. Necesitaba descansar los «tocinos», como decía su amigo Mario después de alguna comida con el grupo.

El grupo... A ellos les había dicho que se marchaba, no dijo adónde, sólo que se iba. Imaginó que después de un par de semanas intentando ponerse en contacto con ella se preocuparían, pero lo que necesitaba era estar sola. Sólo quería alejarse de todo y después...

Después ya pensaría qué hacer. Tenía mucho tiempo por delante.

Se despertó de la siesta justo cuando el sol dejó de dar directamente en su ventana. Miró el reloj digital que había en la mesilla de la derecha, eran más de las siete de la tarde. La comida, que tomaron en el porche de la casa, se había alargado casi hasta las cinco de la tarde, pero el calor aún era fuerte. Al sol aún le quedaban un par de horas para desaparecer, así que avisó que bajaba a la playa un rato. Revolvió un poco en la maleta, todavía a medio deshacer.

Tendría que ponerse a colocarlo todo en breve, porque si sus sobrinos descubrían el equipaje, lo liarían todo más aún.

Encontró lo que buscaba, el biquini y un vestido. Ya lista, le pidió a su madre una toalla y ella, presta, se la dio, junto con un capazo y crema solar.  Meros sonrió, dándole un beso en la mejilla:

-La bicicleta de tu hermano está en el garaje -le dijo.

-Iré andando, mamá, así me despejo un poco y bajo la comida. -Y salió por la puerta sonriendo.

Caminó despacio por el camino que la llevaba hasta la verja de hierro que ponía límite a la parcela de sus padres. No estaba muy lejos de la cala donde siempre había ido a despejarse cuando ellos la agobiaban con lo que ella pensaba que eran tonterías... Se rio, ahora se daba cuenta de que sabían más por viejos que por sabios. La edad te da conocimiento, sabiduría, tranquilidad...

La cala estaba muy cerca de otra que casi todo el mundo conocía. Aquélla, pequeñita, se encontraba pasando un par de piedras y caminando un par de minutos por un sendero estrecho. Algo complicado, pero merecía la pena si lo que te apetecía era darte un baño o simplemente quedarte mirando mecerse las cristalinas aguas del Mediterráneo. Eso era lo que, en ese momento, cuando llegó, deseaba: observar cómo el mar creaba olas que entraban y salían de aquel apartado lugar. Pensó que sería la única que estaría allí, pero se encontró con una pareja y un niño pequeño; la pareja no paraba de hacerse arrumacos entre ellos mientras salían y entraban del agua.

Letizia se sentó, lo bastante alejada para que no sintieran su privacidad coartada, y aprovechó el sol que aún había para simplemente volver a tumbarse. Sí, parecía que sólo deseaba estar tumbada. Pero temía que lo que quisiera fuera deshacerse y no tener que pensar más.

Iba a ser duro....

Solo Era Sexo... (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora