XVII

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Se acercaba el día del evento en San Petersburgo. Nada había cambiado en el entorno laboral de Letizia. A  Felipe sólo lo había visto un par de veces, una de ellas en su despacho, para presentarle resultados sobre una de las empresas de las que era directora de marketing y la otra en un ascensor los dos solos. Allí, él quiso hablar con ella, pero Letizia se mantuvo en su papel de perfecta empleada, hablándole sólo de temas laborales. Para asombro de él, que intentó un acercamiento y se topó con la frialdad de ella.

Felipe sabía que se había portado como un gilipollas. En realidad, no lo sabía, lo corroboraba. En vez de dejarse llevar por todo lo que estaba comenzando a sentir por Letizia, trataba por todos los medios de alejarse de ella. La situación tan estresante a la que estaba siendo sometido finalmente la ahuyentaría. Aunque quizá lo mejor fuera que Letizia viviera su propia vida y se olvidara de que un día estuvieron juntos. Era bonita, inteligente, fuerte e intuitiva. Además de una gran profesional, que estaba llevando a cabo su trabajo de manera resolutiva y con grandes resultados.

Realmente se estaba comportando como un imbécil, no quería hacerle daño, pero era totalmente consciente de que se lo estaba haciendo.

Suspiró un par de veces antes de llamar a la puerta del despacho de Letizia, quería que la relación entre ellos fuera un poco más distendida.

Tendrían que verse en aquel viaje, en aquella estúpida fiesta de una empresa que nunca quiso y que compró por amor a alguien que nunca lo quiso a él. Y en aquel momento se dio cuenta de que aquél no era su mundo y decidió que cerraría aquel tipo de historias que no iban con él. No se lo diría a nadie, no le hacía falta el dinero, no necesitaba nada que viniera de allí. No era su entorno. Hablaría con Letizia cuando acabara todo. Cerraría ese capítulo y empezaría a plantearse otras cosas cuando todo se tranquilizara.

Llamó a la puerta un par de veces y entró sin esperar a que le dieran permiso. Letizia estaba al teléfono, hablando en inglés bastante enfadada. Por la conversación y por el contexto, Felipe entendió el enfado de ella. Pero al parecer su expresión irritada fue a más cuando lo vio a él entrar por la puerta sin respetar su intimidad, aunque el despacho y todo el edificio fueran de su propiedad.

Levantó una mano dándole a entender que esperara un momento, que colgaría en un segundo. Y eso fue lo que ocurrió, colgó el teléfono y le dijo:

-Felipe, ¿qué quieres? -Su tono era bastante seco.

-Necesito que hablemos. -Se sentó en la silla de enfrente de ella, no sin antes cerrar la puerta con pestillo.

-¿Para qué cierras? -Letizia se enfadó un poco más.

-No quiero que nos interrumpan.

-¿Vienes a echar un polvo y luego irte? Tengo la regla -le soltó.

-Creo que estás siendo un poco desagradable. -Felipe no cambió su tono de voz.

-Sí, efectivamente estoy siendo desagradable.

-Quiero disculparme por lo del hotel. -Se sentó en la silla y cruzó las piernas intentando aparentar una calma que no sentía-. No pasó nada aquella noche.

-Gracias por la información, Felipe, pero no era necesaria. Y ya que estamos con confesiones, yo me marché porque me esperaba alguien en su casa -mintió descaradamente y sin saber por qué.

Notó como el rostro de él se congestionaba por la confesión, algo que la hizo sentirse bastante bien.

Felipe respiró hondo un par de veces antes de responder. Esa confesión por parte de Letizia lo había pillado desprevenido y, aunque no esperaba que le fuera fiel, había confiado en que ella sintiera lo mismo que él.

Pero ¿qué era lo que él sentía? Lo sabía y no quería aceptarlo. No, porque le dolía.

-Espero que lo pasaras bien. Yo no dejé de pensar en ti -confesó.

-Me gustaría creerlo, Felipe... -Bajó la vista, intentando armarse de valor-. Si has venido a esto, mejor será que te marches.

Letizia se levantó de su silla con intención de encaminarse hacia la puerta para correr el pestillo. Quería que se marchara de su despacho ya, necesitaba no estar en un espacio tan pequeño con él. Pero al pasar por su lado, Felipe la cogió de la muñeca parándola en seco. Después se levantó y sin decirle absolutamente nada, abordó sus labios.

Al principio, tomada por asalto, Letizia se quedó inmóvil por la sorpresa y la necesidad de volver a sentir su boca asaltando sus labios, pero pasados unos segundos levantó las manos para ponerlas entre sus cuerpos y apartarlo.

-Leti...

-Vete, Felipe. -Se llevó la mano a los labios, hinchados por el largo beso.

-Esta noche deja que te recoja en tu casa y...

-Y nada, Felipe. -Notó que empezaba a temblar-. Esta noche nada. Vete. ¡Vete!

Desconcertado por la respuesta y el tono de Letizia, él mismo abrió la puerta y salió del despacho sin decir nada más. Se encaminó al ascensor para bajar al sótano y marcharse con su coche a donde pudiera despejar un poco la mente e intentar serenarse, para manejar la situación en la que estaba metido.

No tomaría ninguna decisión trascendental hasta tener bien atados todos los temas. Arrancó el vehículo y salió del edificio a toda velocidad.

Letizia aún estaba tratando de volver a respirar de manera normal después del asalto que acababa de recibir por parte de Felipe. No podía decir que no se lo esperase, pero después de haberle hablado de manera tan fría y lanzarle a la cara una de las mayores mentiras que nunca hubiera necesitado decir, el beso la pilló desprevenida.

Esta noche sería ella quien le diera una sorpresa. La última, para cerrar aquella historia en la que estaba siendo una protagonista indeseada....

Solo Era Sexo... (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora