XII

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La mañana pasó relativamente rápida. Todo estaba funcionando bastante bien y de la manera prevista. Letizia estaba sorprendida por lo bien que trabajaban los rusos. No sabía si era por el dineral que se iba a gastar Felipe o porque realmente eran buenos profesionales, pero todas las exigencias estaban siendo solventadas de manera rápida y eficaz. Le ofrecían alternativas coherentes y funcionales a todas sus pegas, tenían preparados planes B y C mucho antes de que ella ni siquiera los tuviera que poner encima de la mesa.

Así pues, cuando llegó al hotel, aparte de tener los pies doloridos, el local de la cena y de la celebración estaba ya cerrado. El menú perfectamente diseñado, los tiempos de presentación, las vajillas, los centros de mesa...

Todo estaba marchando mejor de lo que ella misma hubiera esperado. Tanto era así, que, si al día siguiente conseguía cerrar un par de temas más, le pediría a Felipe irse. Si el trabajo estaba hecho, ¿qué necesidad tenía de estar perdiendo el tiempo en San Petersburgo? Tampoco le apetecía estar encerrada en la habitación, esperando...

Bueno, ya vería cómo iban las cosas y así se lo propondría a Felipe

Miró el reloj después de haberse quitado toda la ropa y tumbarse en la cama un rato. Se había duchado esa mañana, pero la cita de esta noche quería prepararla bien, deseaba estar perfecta. Tanto que ni siquiera él pudiera reprimir las ganas de lanzarse sobre ella y follarla en cualquier esquina. Sí, quería provocarle. Sabía que podría hacerlo de manera fácil, pero deseaba que el juego, por lo menos, fuera algo más sutil que las últimas veces.

Aunque temía que sería difícil. Felipe destilaba sexo por todos sus poros. Sus ojos iban más allá de la simple mirada, sus manos sabían cómo y de qué manera sujetarla según la ocasión. Y su voz, aquella voz ronca, profunda y con aquel acento tan fuerte, sabía que le reverberaba en el estómago y hacía maravillas en su sexo.

Respiró profundamente.

Felipe era un hombre cerrado. Penetrar en su mente era como darse contra un muro. No hablaba nunca de su pasado reciente, pero de repente soltaba algo que descolocaba. Había alguien, Letizia sabía que alguien estaba en su cabeza, una mujer aún revoloteaba por ella de manera intermitente. Y le daba miedo, pues él le había dejado bien claro que lo suyo sólo era diversión...

Sólo sexo...

                              ...

-Hola. -letizia abrió la puerta de su habitación.

-Estás preciosa. -felipe esperaba fuera.

-Gracias, tú tampoco estás nada mal. -Alargó una mano hacia su abrigo para cogerlo-. ¿Nos vamos?

Finalmente se había decantado por ponerse un vestido corto de color rosa palo con cuello halter. Decidió ese color, ya que en un principio pensaba hacerse un recogido, pero al ver su pelo rubio suelto pensó que le daría un toque que contrastaría con su piel y con el traje. Además, así se notaría más el escote.

No se equivocaba.

-Si lo sé, nos quedamos en la habitación... -sugirió Felipe

-De ser así, no llevaría el vestido. -Cerró la puerta tras ella y comentó decidida- Aunque puede que no lleve nada debajo.

-Aún estamos a tiempo de cancelar la reserva.

-No me apetece encerrarme en el hotel. -letizia caminó hacia el ascensor. Felipe levantó la cabeza y miró al techo, mientras resoplaba sonriendo, se daba por vencido. Aquella mujer era pura lucha y le encantaba tener que presentarle batalla.

-De acuerdo...

No tardaron en llegar al restaurante.

Esa vez era él quien conducía el coche, seguido por otro que iba convenientemente casi pegado a su parachoques.

Solo Era Sexo... (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora