Letizia salió de la ducha pensando que Felipe se habría marchado. Si lo suyo iba a ir de aquella manera, mucho mejor que todo estuviera claro desde el primer momento. Pero se equivocaba, allí estaba él, con el pelo mojado, pues se había duchado antes, sentado con su móvil y, por los movimientos y mohínes que hacía, trabajando.
-¿Aún estás así? -le preguntó él sin levantar la mirada del móvil-. Vamos, date prisa o llegaremos tarde.
-¿Tarde adónde? -contestó ella, envuelta con la toalla y con el pelo suelto.
-A comer, ¿adónde sino? -Levantó la mirada un segundo y sonrió-. Venga, tengo hambre.
Los ojos de Letizia se abrieron de par en par. Se estaba perdiendo algo y no sabía qué era. Sexo, se repitió. Sólo sexo y... ¿Citas? ¿Comidas de negocio? ¿Comidas y punto? Se devanaba los sesos haciéndose mil y una preguntas sobre lo que estaba pasando, mientras se vestía con un cómodo vestido informal y unas botas.
Muy parecido al estilo que él llevaba. Lo tomó como modelo que seguir, teniendo en cuenta que no sabía adónde irían a comer o lo que fuera que se suponía que harían. Una coleta bien estirada, algo de maquillaje y a los diez minutos estaba de nuevo en el salón, oyendo a un enfadado Felipe hablando en ruso, gesticulando de manera exagerada.
Levantó una mano, dándole a entender a Letizia que tendría que esperar un momento. Ella se quedó sentada en una de las sillas que rodeaban la mesa del salón, cruzó las piernas de manera despreocupada y esperó.
Sus gestos y su cejo fruncido eran inequívocos. Estaba enfadado, algo estaba sucediendo y ella, como era de esperar, no se enteraba de nada.
Lo que había sucedido en San Petersburgo era intolerable. La imposibilidad de terminar con todo aquello lo estaba volviendo loco. Tenía la misma sensación que ya tuvo en el momento en que se hizo cargo de aquella empresa, que se estaba metiendo en un lío que a él ni le iba ni le venía. Sólo por la maldita mala cabeza que tuvo a la hora de enamorarse de aquella mujer que lo volvió tan loco como para comprar Exclusive Events.
Se llevó la mano a la cara. Sabía que lo que había pasado era sólo el principio, destrozar su casa era lo mínimo que podían hacer. Meterse en ese mundo tan sórdido y cerrar cualquier posibilidad de que las mafias accedieran a las fiestas exclusivas le iba a causar más de un dolor de cabeza. Más de dos.
Estaba absolutamente convencido de que se trataba de eso. ¿Qué más podía ser?
Miró a Letizia y agradeció que no tuviera ni idea de ruso, aunque por otro lado tuvo miedo por un instante. ¿Y si le sucedía algo? Debería haberlo pensado antes de contratarla, pero fue la única manera que en aquel instante se le ocurrió para tenerla cerca. Ni él mismo entendía por qué quería tenerla cerca, bueno, por el sexo...-¿Ha pasado algo? - Letizia se levantó cuando él colgó el teléfono.
Felipe se mesó la barba antes de contestarle
-Han entrado a robar en mi casa de San Petersburgo.
-¿Había alguien en ella? -Le cogió la mano.
-No, la casa estaba vacía. Pero me preocupa la seguridad... Ya te dije que desde hacía poco llevaba escolta, tiene que ver con esto seguro.
-Me estás dando una información que no sé si quiero saber...
-Tranquila, nadie me sigue. Nadie sabe qué ocurre aquí, todo lo que pasa es allí, en Rusia. Y quiero que se quede así.
Estrechó la mano de Letizia, que dudó de las palabras tranquilizadoras de Felipe. ¿Y si ese hombre no fuera tan limpio como aparentaba? ¿Si tuviera lazos con la mafia rusa? ¿Si aquel negocio en el que ella trabajaba no fuera tan limpio como parecía? ¿Y si era una tapadera de esclavas sexuales? Meneó la cabeza un par de veces y caminó junto a él hacia la salida.