Felipe y Letizia cayeron sudorosos y desmadejados uno al lado del otro.
Dos meses después de la boda y del posterior viaje de novios, sus vidas habían vuelto a la normalidad a la que estaban acostumbrados. Nada había cambiado entre ellos en su día a día.
Aquella noche tocaba Sevilla como podría haber sido A Coruña. Pero allí estaba Felipe, en la habitación del hotel en el que se hospedaba Letizia, esperándola después de regresar de un viaje para pasar la noche con ella.
Cuando Letizia entró cansada en su habitación del hotel, sonrió, el olor de Felipe era inconfundible y, sin encender la luz, simplemente le preguntó si deseaba follarla con la ropa puesta o se la quitaba en la entrada.
Sí, seguían con sus juegos, tal como siempre habían hecho, y eso, en vez de cansarlos, les ponía en alerta.
Si bien es cierto que había noches en las que ella deseaba tenerlo a su lado y, por cuestiones laborales, Felipe no podía escaparse, el misterio de saber si estaría o no al abrir la puerta de su habitación era excitante. La vida en sí era excitante entre ellos.
-¿Cómo estás, mi pequeña zapyast'ye? -le preguntó Felipe
-Cansada -respondió ella, abrazada a él.
No habían cruzado más palabras que las necesarias después de que Letizia hubiera entrado por la puerta. Las suficientes para enredarse en un mar de caricias y jadeos.
-Bueno, sabías que hoy iba a ser un día intenso -hablaban de trabajo.
-Sí, pero nunca me acostumbro a ello. -Lo besó en los labios, mientras él le acariciaba la cadera-. Me debo de estar haciendo vieja.
-Seguro que es eso -rio Felipe, antes de darle un ligero mordisco en el cuello, haciéndola reír también a ella.
-¿A que no sabes quién me dijo el otro día que se iba de viaje?
Letizia se levantó de la cama para ir al cuarto de baño, dejando a Felipe acostado, con los brazos por detrás de la cabeza a modo de almohada.
-No sé por qué, pero me temo que sé la respuesta.
-Mi hermana ha dejado a los niños con mis padres y se va a pasar un fin de semana largo con Oleg.
-Imaginaba que algo de eso me ibas a contar -le respondió Felipe, que se había levantado y estaba en la puerta del baño, apoyado en el quicio y mirándola embobado.
Ella se disponía a darse una ducha rápida e irse a la cama inmediatamente.
Al día siguiente se marcharía con Felipe en su mismo vuelo. Siempre que él aparecía por sorpresa en uno de sus viajes, en general él último día, regresaban juntos en el mismo vuelo.
Sin pedir permiso, Felipe se metió con ella en la ducha. Esa vez simplemente se acariciaron con el mero fin de quitarse el sudor del cuerpo con el jabón y la esponja.
-Me encanta estar así contigo -dijo ella-. No lo cambiaría por nada del mundo.
-A mí también y no te imaginas lo que me cuesta no estar a tu lado.
-Te quiero, lo sabes, ¿no? -Letizia cerró el grifo de la ducha.
-Y yo a ti te amo, te adoro y me pones a full -le soltó Felipe señalándole su pene erecto.
-No puedo más -sonrió Letizia-. En serio, estoy agotada.
-¿Cuándo me lo ibas a decir? -Ahora fue él quien se puso serio.
-¿El qué?
Letizia cogió el albornoz que estaba al lado de la ducha y después de ponérselo se secó el pelo con otra toalla, antes de volver de nuevo a la habitación.