Aquella noche Letizia no pasó por el jardín donde sabía que sus padres estaban leyendo antes de irse a dormir. Directamente subió a su habitación y se lanzó sin miramientos sobre la cama, donde dio rienda suelta a todas las lágrimas que había estado guardando.
Cuando finalmente consiguió recuperar la respiración después de su llanto desgarrado, sintió que su mundo se derrumbaba. Felipe, el hombre al que amaba y creía que tenía un corazón y un alma de hielo, se le había abierto. Le había contado sus miedos más profundos, finalizando con una auténtica declaración de amor.
¿Qué debía hacer? ¿Qué era lo que tenía que hacer? Le amaba, eso estaba fuera de duda, pero ¿y si no era la persona adecuada? ¿Y si volvía a equivocarse eligiendo a alguien que no la deseaba tal como era?
Respiró un par de veces más, antes de entrar en el cuarto de baño para lavarse la cara con el agua más fría que pudiera. Se miró al espejo y lo que vio no le gustó absolutamente nada, no por su rostro congestionado por el llanto, sino por su mirada triste, por aquellos ojos que estaban diciéndole que no necesitaba pensar mucho más. Felipe la estaba esperando, la esperaría el tiempo que fuera necesario, ¿cuánto necesitaría ella para dejar de mentirse?
Volvió a lavarse la cara con agua fría, cogió la toalla que tenía a su derecha y empezó a secarse suavemente la piel. Al terminar, caminó decidida hacia el cajón donde había dejado su teléfono móvil el primer día que llegó a casa de sus padres. Lo sostuvo entre sus manos más tiempo del necesario, pero al final apretó el botón de encendido. Los segundos que pasaron entre oprimir el botón y que el aparato se pusiera en marcha se le hicieron eternos.
Esperó a que todos los mensajes pararan de sonar, eran demasiados para hacerles frente uno a uno, de modo que los ignoró hasta que el dispositivo quedó en silencio. Ahora, con el móvil de nuevo apretado entre sus manos, dudaba si llamarlo o enviar un mensaje. Pero ¿qué le diría? Ni ella misma lo tenía claro. Sí, quería estar con él. ¿Con condiciones? ¿Con reclamaciones? ¿Con carta blanca y comenzar de nuevo? Esta vez se sentó en la cama, suspirando. El teléfono sonó, era un mensaje de Felipe:
"Sigo esperándote, aquí. Sólo has de mirar por la ventana."
Letizia se sorprendió. ¿Cómo podía saber que había encendido el móvil? ¿Se adelantaba a sus pasos? ¿O simplemente esperaba tener suerte y ver el doble check de WhatsApp? Si la respuesta era la última, ella misma lo sacaría de dudas.
"¿Cómo sabías que iba a encender el móvil?"
"Pequeña zapyast'ye, ya no tienes porqué esconderte de nada. Así que, ¿por qué no encender el móvil?"
"Hasta en estas situaciones eres prepotente."
"No, preciosa mía. La edad simplemente me ha hecho ser más intuitivo. Pero como verás, no me he confundido."
"No, no te has confundido."
"Mira por la ventana, por favor."
Letizia se levantó de la cama, donde se había sentado, y ordenó a su cuerpo que caminara hasta la ventana. Descorrió la cortina y al otro lado de la verja, de pie, apoyado en una moto, estaba Felipe mirándola fijamente a los ojos. Cuando la vio, abrió los brazos en forma de cruz, dándole a entender que estaba allí y que dándole a entender que estaba allí y que siempre estaría a su lado si ella así lo decidía.
Un nudo atenazó el estómago de Letizia, sus pulsaciones subieron de golpe y acabó llevándose una mano a la boca para esconder otro conato de llanto.
No, no podía dejar que las lágrimas le empañaran la visión de Felipe sonriendo y esperándola. Corrió la cortina de nuevo y, casi sin mirar atrás, salió de la habitación corriendo para cruzar el jardín y abrir la verja.