XVIII

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Felipe aún estaba decorando su nueva casa y tenía algunas de las cajas sin abrir. Si bien podía haber contratado a alguien que le hiciera el trabajo, esas cosas eran las que lo hacían volver a tener los pies en la tierra. Necesitaba lo que hacía el resto de la gente, abrir las cajas con sus pertenencias, colocarlas, encontrar cosas que había olvidado y tirar otras que ya no quería volver a recordar.

Si bien era cierto que todo lo que tenía en la otra casa no le iba a caber en aquélla y que había regalado o donado muchas cosas, otras muchas estaban aún en un guardamuebles, a la espera de ser colocadas o quién sabía qué.

Paseó por el salón descalzo, sentir el frío suelo le hacía pensar en la época en que su familia no tenía más que un poco de comida para él, sus padres y mucho amor. Cerró los ojos recordándolos con cariño, hacía mucho de su muerte, pero aún estaban dentro de él como si nunca se hubieran marchado... Volvió a abrir los ojos cuando el sonido de su móvil reclamó su atención. Caminó despacio hacia él, que estaba encima de la mesa, y se sorprendió al ver de quién recibía la llamada: Letizia

-Letizia-respondió sin saludar.

-Felipe-contestó ella a su vez.

-¿Ocurre algo? -Se preocupó al oír su tono de VOZ.

-Nada, simplemente te quería preguntar si puedo ir a tu casa en media hora.

-Sí, sin problema. -Suspiró aliviado-. ¿Tienes la nueva dirección?

Él se la dio y ella colgó.

-¿Qué ocurrirá? -se preguntó él en voz alta.

Por un instante pensó que Letizia quería aclarar las cosas, tal vez hablar con tranquilidad y que así pudieran relacionarse de manera mucho más distendida que en la oficina. Sí, hablaría con ella y le pediría tiempo, quizá eso hiciera que todo pudiera ser más fácil.

Subió la calefacción. Él podía soportar aquella temperatura, pero estaba seguro de que ella pasaría frío.

Letizia no quería conducir y llamó un taxi. Recordaba que Felipe se había cambiado de casa, pero no conocía dónde estaba la nueva. Si lo hubiera sabido, se habría presentado sin avisar, contando con que estuviera solo.

Se arregló con mucho cuidado para su «no cita». Se puso una ropa interior de la que pedía directamente sexo a gritos, liguero y medias incluidos.

Perfectamente depilado su sexo y destilando sensualidad, se puso el abrigo sin nada más debajo. En el bolso metió preservativos. Una última vez para intentar borrar a Felipe de su cabeza.

Algo nervioso sin entender por qué, Felipe daba grandes zancadas de un lado a otro de su casa. Intentaba colocar un par de cajas donde molestaran algo menos, pero era una verdadera tontería, ya que estaban en habitaciones totalmente vacías. El salón, la cocina y su cuarto estaban listos, pero las otras tres habitaciones aún se encontraban sin amueblar. Estaba removiendo de nuevo el contenido de una de las cajas cuando sonó el timbre del portal; el conserje ya no estaba en su puesto, pues era tarde, así que abrió él directamente. Respiró hondo un par de veces antes de volver a mirarse al espejo. No sabía por qué, pero quería tener buen aspecto para ella.

Tenía una extraña sensación ante esa conversación. Se echó de nuevo el pelo hacia atrás y se atusó la cuidada barba. Llamaron a la puerta. Abrió y se encontró ante una deliciosa criatura, con las mejillas algo rojas por el frío exterior.

-Pasa -le ofreció sin dilación

-Gracias. -Ella se quedó en la entrada- Se ve grande y espaciosa - comentó sobre la casa como algo de lo más natural.

Solo Era Sexo... (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora