IV

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Se despidieron en la puerta de la habitación de Letizia con un adiós y poco más que decirse. Como la vez en que coincidieron en la fiesta en la que Felipe se dio a conocer como nuevo dueño de la organización de aquel tipo de eventos.

Pero no mucho después, un mes más tarde, aún abrumada por los recuerdos de aquella noche en la que ella llevó la voz cantante, recibió un escueto mensaje en su correo electrónico personal, en el que le proponían un trabajo lo bastante interesante como para no borrarlo y enviarlo a la papelera.

Ofrecían un gran sueldo, viajes alrededor del mundo y encargarse de un pequeño departamento de organización de eventos. Incluían un número de teléfono y decían que tenía que preguntar por María. Sonaba como una oferta clandestina, pero trabajando en el sector farmacéutico no la sorprendía nada el sigilo con el que estas acciones se llevaban a cabo.

Llamó, habló con la tal María y concertaron una cita en una oficina del centro de la ciudad. Lo que no esperaba era que aquella mujer a la que llamó fuera una empleada de alguien a quien Letizia conocía. María era la jefa de recursos humanos del conglomerado empresarial propiedad de aquel soberbio ruso.

Sentada en una sala de colores oscuros, casi negros, Letizia esperó más de diez minutos a que la puerta volviera a abrirse

-Pri-vyét.

Letizia cerró los ojos antes de darse la vuelta. Tenía que haberlo intuido, no tenía por qué pensar que era él, pero...

-¿Me vas a proponer el trabajo de geisha? -Se volvió sonriendo y lo miró directamente a los ojos.

-Ya me gustaría, pero no.

-Simplemente podrías haberme pedido una cita... -Cruzó las piernas mientras lo miraba con los brazos cruzados delante del pecho.

-La oferta es real.- Felipe le dio una carpeta con unos documentos, al tiempo que separaba la silla de delante de ella y se sentaba.

-¿Puedo?- Letizia se dispuso a leer el contenido de la documentación.

Felipe asintió, Se echó hacia atrás en la silla con los brazos en los laterales de la misma y esperó a que ella leyera su propuesta. Ésta era más que generosa; no había pasado más de un mes investigando el trabajo de aquella mujer como para hacer ofertas a la ligera. Necesitaba a su lado a una persona que supiera manejarse en un mundo de hombres y que, además, no se asustara con lo que manejaría. Debía ser una persona que pudiera dirigir el departamento de eventos de tres de sus empresas y una más, confidencial. No sería una empleada cualquiera, también sería la directiva que organizaría las fiestas sexuales de más alto nivel. Las reglas habían cambiado y la organización necesitaba un aire fresco, un nuevo ritmo, sangre nueva que renovara y elevara la categoría de aquellas celebraciones.

Felipe Miró detenidamente a Letizia, que fruncía el cejo, levantaba las cejas y se mordía el labio inferior de aquella manera que a él le encantaba. Cuando terminó de leer toda la documentación, cerró la carpeta, la dejó encima de la mesa y se volvió para mirarlo a los ojos

-¿Por qué yo?

-Creo que eres la persona adecuada para controlar un departamento como ése.- Apoyó los codos en las rodillas para acercarse a ella.

-No me refería a eso, sino al último punto, el de las celebraciones...

-Eres perfecta para ese puesto también.

-No sé qué tipo de imagen tienes de mí, pero no creo que sea la persona que andas buscando para montar un club sexual de alto nivel.

-Letizia, no te equivoques -se puso serio-. Que hayamos follado sólo ha hecho que conozca a una persona a la que creo que de otra manera no habría conocido. Ni más ni menos. Así que no...

Solo Era Sexo... (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora