Señora Umbridge, hogar para niñas rebeldes// Traducción Dramione

29: El país de las maravillas

Conozco su dolor.
Yo ayudaría.
Pero, ¿se requiere cordura para el trabajo?
. . .

Los brazos de Hermione cayeron a los costados, flácidos y sin vida, con la mandíbula colgando suelta mientras contemplaba la vista que tenía ante sí. Lavender apoyó su cadera contra el marco, observando en silencio mientras Hermione luchaba por orientarse. Después de unos instantes más, volvió a sus sentidos. Dio un paso vacilante hacia adelante, cruzó el umbral y se sumergió en una luz radiante.

Sus pies descalzos entraron en contacto con la piedra lisa, el pulso reverberó a través de cada extremidad mientras contemplaba el extraño y glorioso entorno con un asombro incesante. Porque lo que tenían ante sí no se parecía a ningún paisaje onírico que hubiera encontrado jamás, un mundo más allá de la medida de su imaginación.

Hermione siempre había sido una ferviente estudiante de la ciencia y la medicina, el derecho y la razón. La fantasía frívola nunca cobró vida en su mente, ni siquiera cuando era niña. Lo que significaba que su entorno actual no podía ser una alucinación o un sueño febril nacido de su propia psique. Y, sin embargo, un lugar así no podría existir... Entonces, ¿qué dejó eso? ¿Dónde se fue eso? ¿Había un plano entre el sueño y la realidad? ¿Ficción y realidad? ¿Ilusión e invención?

Su mente se tambaleaba con la idea, la abrumadora implicación que implicaba, haciendo que los dedos de sus pies se doblaran contra la fría roca. Estaba de pie sobre un escalón circular tan ancho como alto. Varios otros se colocaron sobre la hierba vibrante, creando un camino que conducía desde la puerta trasera hasta la línea de árboles cincuenta metros más adelante. Pero el terreno no coincidía con el paisaje que atravesó para llegar hasta aquí. Tampoco había rastro de los secuaces sin rostro que rodeaban la propiedad hace unos momentos.

Miró hacia arriba, parpadeando dos veces.

Era ya de día, el cielo de un violeta pálido cubierto por un brillo iridiscente. El efecto era mágico y, sin embargo, parecía un lugar común al lado del hipnotizante sol. O mejor dicho, soles gemelos que brillan intensamente en lo alto.

Se quedó boquiabierta ante la magnífica vista, y luego soltó un aullido de sorpresa cuando una enorme libélula pasó revoloteando, con las alas plateadas brillando como el metal y las puntas afiladas como cuchillos. Siguió el camino del insecto con la mirada hasta que desapareció entre la maleza. Los árboles eran densos, su copa espesa y vibrante, las imágenes recordaban a la Casa de las Palmeras, pero a una escala mucho mayor. Porque el terreno que tenía ante sí era una jungla de la vida real. Siendo real el término relativo del día.

Los latidos de su corazón se calmaron por fin, permitiendo que los sonidos de la naturaleza se hincharan a su alrededor. Registró el agitado y el estruendo distante del agua, atrayendo su atención hacia una estrecha cascada a un par de millas de distancia. Caía en cascada por la ladera de un acantilado escarpado y escarpado, un arco iris doble que se elevaba alto y vibrante desde la niebla. Lo miró fijamente durante varios segundos antes de repasar el resto del paisaje. Su pulso tartamudeó ante la silueta familiar del Tower Bridge a la izquierda, su mitad inferior perdida por la densa niebla, la parte superior desmoronada y descompuesta, invadida por malezas trepadoras y enredaderas, pájaros coloridos posados a lo largo de sus cables oxidados.