Capítulo II

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Cuando Damir despertó aturdido dos horas después, solo alcanzó a ver el rostro de un niño de cabello oscuro frente a él, que lo tocaba con algo frío mientras lo observaba con sus enormes ojos negros y le hablaba:

—Buenas tardes, ¿cómo se siente? No se asuste, usted sufrió un desmayo mientras caminaba por la calle. En estos momentos está en el hospital siendo atendido por el doctor David, así que no se preocupe que está en buenas manos. 

Los ojos de Damir se abrieron como platos sin dar crédito a lo que escuchaba e intentó levantarse. En ese momento escuchó una voz gritando mientras se acercaba: 

—¡David, déjalo ya! ¿Cómo vas a decirle semejantes barbaridades? ¿Estas loco? ¡Ve a tu cuarto! 

Lia se sentó en el sofá y miró a Damir a los ojos mientras le tomaba el pulso:

 —¿Se siente usted mejor? ¿No tiene mareos? ¿Puede escucharme? 

El joven asintió varias veces hasta que preguntó: 

—¿Dónde estoy? 

—Estamos en mi casa en estos momentos. Usted sufrió un desmayo en plena calle. Mi hijo y yo lo ayudamos y lo trajimos para acá hace un rato. No se preocupe, yo soy doctora y lo examiné aquí. Todo está bien aparentemente, solo necesita descansar y comer. Mi nombre es Lia, ¿puede usted recordar su nombre? 

—Sí, Damir, es Damir. Gracias por todo y disculpe las molestias que he ocasionado, pero tengo que marcharme, mi familia debe estar preocupada, hace horas que salí. 

—No se preocupe, puede llamarlos desde su celular para darles noticias, pero debe permanecer tranquilo un rato hasta que estemos seguros de que se encuentra bien y pueda levantarse. Ahora dígame, ¿prefiere tomar un té o un caldo? —le preguntó Lia mientras se dirigía a la cocina. 

—No, no quiero seguir causando molestias, les agradezco todo lo que hicieron por mí, pero tengo que irme, ya me siento mejor —mintió Damir al tiempo que se ponía de pie y caía nuevamente al suelo. 

Lia y David se precipitaron a levantarlo y acostarlo nuevamente en el sofá. 

—¿Se encuentra bien? Le dije que no debía levantarse de pronto —Lia estaba nerviosa. 

—Estoy bien, solo un poco mareado. 

—Tome su celular, llame a su familia o podemos llevarlo a un hospital para que lo examinen mejor. Esta es mi dirección —dijo al punto que la copiaba en un papel.

—Está bien, voy a llamarlos. 

—Mire, tómese un té, se va a sentir mejor —le ofreció Lia. 

Damir habló con alguien a través de su teléfono y Lia pudo escuchar desde la cocina que no había mencionado el incidente, por lo que quedó realmente preocupada y se dirigió de nuevo a la sala. 

—¿Cómo se siente? 

—Estoy mucho mejor, no se preocupe. Tenía razón, este té es realmente mágico. 

—Entonces me va a aceptar también un tazón de caldo. 

—No, no quiero causar más molestias, ya mi hermana viene por mí. 

—Creo que no se le da bien mentir. Accidentalmente, escuché su conversación por teléfono y creo que omitió el incidente que ocurrió esta tarde. ¿Usted está consiente de que sufrió un desmayo por exceso de cansancio? ¿Cuando fue la última vez que durmió 7 horas seguidas? 

—Señora, le agradezco su preocupación, pero yo me siento bien, no quiero preocupar a mi familia ni continuar molestándolos a ustedes.

—¿Su sueño realmente es ganar un Grammy? Porque creo que estando muerto no va a poder disfrutarlo, ¿o sí? 

—¿Disculpe? —Damir había creído realmente que aquellas personas no lo habían reconocido.

—Sí, sabemos quien es usted, pero eso no viene al caso ahora. ¿Sabe que el exceso de trabajo, el cansancio extremo y la mala alimentación pueden producir enfermedades cardiovasculares, infartos e incluso la muerte? Debe ir a un hospital para que puedan realizarle otros exámenes y su familia debe estar al tanto. Ahora tómese el caldo que se va a enfriar. 

Damir solo pudo asentir, creo que entendió que la batalla con aquella mujer era imposible de ganar. David, que había escuchado la conversación, le dijo en voz baja al acercarse: 

—No le creas todo, a mí también me obliga a comer diciéndome que me voy a morir. ¿Quieres saber un secreto? Ella escucha tu música todas las noches, creo que es fan tuya o algo así, pero no le digas que te dije porque me mata. 

—¿Siempre tiene ese carácter? —susurró Damir al chico en tono de broma. 

—Cuando escucha tus canciones se le pasa, así que creo que deberías cantarle. 

La risa de Damir se escuchó clara y limpia en toda la habitación. Lia sonrió desde la cocina, de seguro era David con sus ocurrencias quien la había provocado, así que decidió unirse a la conversación:

—David, ¿ya estás molestando de nuevo?

 —Para nada, solo le estaba preguntando de dónde son, he notado el acento —mintió Damir haciendo un guiño al pequeño. 

—Somos cubanos, vinimos hace cerca de un año y medio a vivir aquí. Creo que llamarlo acento es muy amable, destrozamos el idioma cada vez que hablamos, sobre todo yo. Era doctora en mi país, pero no he podido ejercer mi profesión debido precisamente al idioma, así que trabajo en una tienda cerca de aquí haciendo adornos florales, es un trabajo muy bonito. 

—Mucho gusto, mi nombre es Damir, soy cantante y músico de profesión y les estoy muy agradecido por lo que hicieron hoy por mí y por este caldo que estaba realmente muy bueno. ¿Y este jovencito es...? —preguntó el joven señalando al niño.

—Yo soy David, tengo 9 años y lo que me gustan realmente son las computadoras y los celulares, sobre todo los juegos, en los que soy muy bueno.

 En ese momento se escuchó el claxon de un auto.

 —Debe ser el mío —se excusó Damir —. No tengo palabras para agradecer lo que han hecho por mí. 

—No hay nada que agradecer, solo prométeme que va a cuidar mejor su salud. Ahora voy a hablar con quién lo vino a buscar para dar instrucciones de que lo lleven al hospital. 

—No es necesario. 

—¿Entonces prefiere que lo acompañemos nosotros? 

—No quiero causarles más molestias, de verdad. 

Lia habló con el chófer y lo hizo jurar que llevaría a Damir al hospital más cercano para que le hicieran unos exámenes y así estar más seguros de su estado de salud. 

—Ahora prométame que va a ver un médico y que se va usted a cuidar. Aquí tiene mi número, en cuanto estén los resultados, por favor, hágamelos saber, que tengan buena noche. 

—Así lo haré, de veras, gracias por todo. Y a este jovencito le prometo que vendré un día a jugar con él en la computadora, veremos si es tan bueno como dice ser. Buenas noches.

Diciendo esto, Damir se montó en el auto y se marchó sin que Lia imaginara siquiera que muy pronto lo volvería a ver.

Amor como un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora