Capítulo IV

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El amanecer resultó más animado que de costumbre, incluso David se levantó sin protestar. Lia tuvo que mirar en varias ocasiones las entradas que permanecían sobre la cómoda para darse cuenta de que no había estado soñando. En ellas decía claramente que la presentación comenzaba a las 8:30 de la noche, por lo que el día transcurriría normalmente, solo que no imaginaron que las horas pasarían tan lentas. Ninguno logró concentrarse en sus tareas, estaban impacientes por que llegara la tarde y con ella, la hora de ir al teatro. Hasta que finalmente se encontraron a la salida de la escuela. Ese día no pasearon ni tomaron nada en el camino, los dos corrieron a casa a prepararse para la gran noche.

David sabía lo que eso significaba para su madre, así que ayudó en todo lo que pudo, incluso se bañó temprano y se vistió sin su ayuda. Lia preparó la cena rápidamente, luego tomó un baño y arregló sus uñas, su cabello y se maquilló el rostro cuidadosamente con tonos muy sencillos hasta llegar a sus labios y, sin pensarlo dos veces, los pintó de carmín, a tono con el vestido. Su cuerpo era delgado y pequeño, lo que la hacía ver más joven de lo que realmente era, aunque a decir verdad tampoco es que fuera tan vieja. Su piel era blanca y su cabello negro y largo caía en bucles totalmente naturales, lo cual resaltaban sus grandes ojos oscuros y sus cejas anchas y pobladas. Acompañó el vestido con un chal y unos zapatos de tacón que hacía tiempo había comprado, pero nunca tuvo ocasión de estrenar. David parecía todo un hombrecito en miniatura, con aquel traje que lo hacía ver realmente elegante. Ambos sonrieron satisfechos ante sus reflejos y se dispusieron a llamar un taxi, lo cual era prácticamente un lujo para ellos, pero en esta ocasión merecía la pena. 

Llegaron al teatro más temprano de lo esperado. La presentación tendría lugar en el Teatro Abay, un majestuoso edificio símbolo de la ciudad y de la cultura kazaja. Esa noche se presentaba la Orquesta Sinfónica de Almaty y Damir era uno de sus artistas invitados. Cuando Lia y David bajaron del taxi no pudieron disimular el asombro: el teatro Abay con sus luces y fuentes lucía como un palacio encantado en la noche. El lugar estaba extremadamente concurrido, seguramente muchas de las personas que se encontraban allí esa noche eran altos funcionarios de la ciudad, artistas de renombre y demás. Lia pensó varias veces en darse la vuelta al sentirse fuera de lugar, pero se mantuvo firme ante la idea de cumplir uno de sus sueños: escuchar cantar a Damir en vivo. Hacía mucho que los sueños escaseaban en su vida y el solo hecho de que uno se hiciera realidad parecía un cuento de hadas. Se decidió a seguir a las personas que se dirigían al interior del teatro, pues nunca había estado allí y no tenía ni idea de dónde tendría lugar el concierto ni de cómo llegar hasta sus asientos. Dejaron escapar un suspiro en cuanto traspasaron la entrada principal. Aquel lugar habría dejado boquiabierto al más poderoso de los zares. Estaba completamente construido en mármol y exquisitamente decorado con candelabros y lámparas colgantes de cristal, cuadros de marcos dorados y alfombras de vivos colores bordadas en hilos de oro, era realmente un palacio. Una señorita les pidió las entradas muy educadamente y los condujo hasta sus respectivos asientos de manera cordial. 

– ¡Mamá, las sillas son doradas! – exclamó David en voz baja. 

– Es un lugar muy bonito, ¿verdad? – respondió su madre sonriendo. 

– ¿Bonito dices, mamá? ¡Parece salido de un cuento! 

Pocos minutos después las luces comenzaron a apagarse, hasta que solo quedó visible el escenario. El telón comenzó a abrirse lentamente y Lia hubiera jurado que los latidos acelerados de su corazón podían escucharse en todo el lugar


Amor como un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora