Capítulo XXI

113 39 173
                                    

Damir se acercó al guardia y comenzó a explicarle lo sucedido educadamente, mientras Lia y David no sabían si reír o llorar ante tal situación. Ella y su hijo se quedaron un tanto alejados y más o menos escucharon como el joven le iba diciendo al policía que los había traído allí de paseo para que conocieran el lugar, dado que ambos eran extranjeros. El hombre no pareció reconocer al cantante, puesto que Damir llevaba gorra y gafas de sol en ese instante; minutos después se marchó, no sin antes advertirles que no debían acercarse al agua ni arrojar basura en ningún sitio.

—Lo siento, fue mi culpa —dijo Lia avergonzada cuando Damir llegó a su lado.

—No pasa nada, creo que valió la pena, al fin y al cabo acabas de cumplir uno de tus sueños. En cuanto a este jovencito —esta vez se dirigió a David—, ¿sabes hacer otros origamis o solo barcos?

—Cohetes y cometas, luego te enseño. También sé hacer un ave, creo que es una grulla, pero puede parecer un cisne —diciendo esto el niño tomó una hoja de papel de su mochila y, luego de doblarla varias veces, le entregó un pequeño pájaro en las manos de su madre.

—Muy bien dijo el joven mientras aplaudía. —Ahora creo que ya es hora de que comamos algo. No podemos regresar muy tarde, la temperatura está descendiendo y no quiero que se haga de noche con nosotros aquí.

Esta vez Damir trajo un verdadero banquete de golosinas, además de las sabrosas empanadas de carne que tanto les gustaban a él y a David. Había uvas, frutos secos, manzanas confitadas, queso, galletas, jugos, varios tipos de chocolates, realmente se notaba su esfuerzo. Lia casi no probó bocado alguno, no tenía apetito; el cansancio y la tristeza comenzaron a abrumarla nuevamente. David lo percibió y se sentó junto a su madre para abrazarla. Damir se conmovió mucho con esta escena, pero no se atrevió a acercarse, ese momento era solo de ellos y quiso respetarlo.

El joven cantante recogió todo y lo guardó en las bolsas, no sin antes entregarle un paquete repleto de confituras a David que había comprado especialmente para él. El niño se entretuvo probando una de cada tipo mientras él recordó aquel regalo que tanto había preservado durante su viaje. El pequeño se acercó para compartir con ellos los chocolates que más le habían gustado.

—Creo que basta de dulces por hoy, David. No quiero que te enfermes —lo regañó su madre.

—Esta bien, es que son deliciosas, ¿no es verdad, Damir? —David intentó buscar apoyo en su amigo.

—Sí, ya lo creo —respondió este intentando disimular la risa.

—Gracias por traérmelas —volvió a decir el niño mientras lo abrazaba.

David se alejó un poco al ver varias piñas en el suelo que habían caído de los pinos y comenzó a recogerlas. El joven músico aprovechó ese momento para acercarse a Lia, que continuaba admirando el lago.

—Tengo algo para ti también, cuando la vi en aquella tienda no pude evitar recordarte —dijo mientras acercaba la caja que contenía el delicado obsequio.

Ella lo miró extrañada y comenzó a abrir su regalo. Un suspiro escapó de su boca cuando lo vio: dentro había una rosa azul completamente de cristal. La extrajo suavemente del envase casi temiendo que se hiciera pedazos al más mínimo contacto con sus dedos. La admiró de cerca, los rayos del sol hacían resplandecer en varios colores sus finos pétalos, justo como un arcoiris.

 La admiró de cerca, los rayos del sol hacían resplandecer en varios colores sus finos pétalos, justo como un arcoiris

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Amor como un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora