Capítulo XVIII

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Damir se levantó esa mañana temprano, como era costumbre. Se sentía cansado, pero estaba feliz, faltaban solo unas horas para regresar a su tierra. Añoraba todo de aquel sitio: la comida casera, el calor de su hogar, su familia, caminar tranquilamente por las calles, pero esta vez extrañaba algo más. Se sorprendió sonriendo al pensar en la conversación que había tenido con Lia en la madrugada, esa mujer era un enigma indescifrable que ponía todo su mundo de cabeza; nada de lo que creía o pensaba tenía sentido desde que Liana llegó a su vida aquella tarde de otoño. Ella era impetuosa y dulce a la vez, su vida no había sido nada fácil y, aún así, no había perdido su bondad, esas ansias por ayudar a todos y ese brillo inigualable en sus ojos cuando lograbas hacerla sonreír. Liana era una mujer hermosa, pero la sencillez de su espíritu no la dejaba verse a sí misma de esa forma, eso la hacía aún más extraordinaria; ella no hacía esfuerzo alguno por gustar a los demás, era totalmente natural. Poseía una fortaleza inigualable, combinada con un alma sensible, debía ser muy cuidadoso para no lastimarla, no podía ser sincero con respecto a sus sentimientos hasta que no lograra descifrar lo que sentía realmente. David, por su parte se había adueñado de una parte inmensa de su corazón, no podía evitar recordar su infancia cuando lo veía, se parecía tanto a él.

Hizo las maletas rápidamente, nunca llevaba demasiadas pertenencias cuando viajaba, solo las imprescindibles. Envolvió cuidadosamente los regalos que tenía para aquellas personas que eran importantes en su vida y aguardaban su regreso a casa. Había uno muy delicado que tendría que llevar en su equipaje de mano, puesto que era de cristal, ese lo colocó aparte de todos los demás.

En el aeropuerto, como ya era costumbre, lo esperaban algunas de sus fans para despedirlo y desearle buen viaje, además de sacarse algunas fotos con él y pedirle autógrafos. Siempre trataba a todo el mundo amablemente, solía expresar en sus entrevistas que sus admiradores formaban una parte importante de su vida, que a ellos les debía todo cuanto había logrado, por eso nunca era capaz de negarles su cariño.

Ya sentado en el avión, se colocó los audífonos y buscó algunas pistas de música clásica en Internet, eso siempre lo había ayudado a serenar su espíritu. Escogió Claro de Luna de Debussy, El lago de los cisnes de Chaikovski, El Concierto para Piano No. 2 de Rachmanioff, entre otras. En ese momento llegó la aeromoza con con la comida que había pedido minutos antes: un sándwich, patatas fritas, yogurt y una botella de agua, realmente no veía la hora de probar uno de los estofados de su abuela. Cuando hubo terminado y la azafata recogió los restos de la comida, se dejó llevar por la música y, sin darse cuenta, se quedó profundamente dormido.

Lo despertó un colega de su equipo de trabajo para anunciarle que ya estaban por aterrizar en el aeropuerto de Almaty. Se colocó el cinturón de seguridad y tomó su bolso con ambas manos, en él llevaba un obsequio tan delicado como la persona a la que iba a regalárselo.

Su padre lo esperaba en el aeropuerto para recibirlo y llevarlo en su auto a casa, donde aguardaba toda su familia. Se dieron un cálido abrazo cuando estuvieron frente a frente, eran personas muy afectuosas. Luego de chequear el equipaje, Damir se despidió de los miembros de su equipo que lo habían acompañado en este viaje y se dispuso a marcharse, no sin antes firmar algunos autógrafos a varias admiradoras que lo reconocieron en medio de la multitud, casi nunca conseguía pasar desapercibido.

La familia de Damir vivía en Astaná, la capital de Kazajistán, pero habían decidido tiempo atrás comprar una casa en Almaty debido a que era en esta ciudad donde el cantante efectuaba la mayor parte de sus presentaciones y colaboraciones en el ámbito musical, querían permanecer juntos todo el tiempo que les fuera posible. La casa se encontraba en el centro de la ciudad, en un barrio residencial. Constaba de solo una planta y era de construcción moderna tipo chalet. Alrededor tenía amplios terrenos con un parqueo para varios autos, un pequeño jardín a la entrada con algunos arbustos y plantas, el césped estaba perfectamente podado y en un costado podía verse desde la calle una cancha de fútbol.

Cuando llegaron en el auto, toda su familia corrió a la entrada para abrazarlo, era una vieja costumbre que compartían desde siempre. Entraron juntos a la casa y Damir no se despegaba de su abuela, ella siempre había sido su persona favorita. Debió darle mil besos esa tarde y no paraba de decirle lo mucho que la echaba de menos, tenían una relación muy estrecha.

El interior de la casa era amplio pero muy sencillo, no había adornos costosos ni extravagantes. Todas las paredes estaban pintadas de blanco y las ventanas lucían cortinas de colores claros, lo cual aumentaba la luminosidad en todo el lugar. Damir se dejó caer cuando entró en el sofá que se encontraba al final de la sala, también de color blanco. Todos se reunieron a su alrededor para platicar sobre su viaje y ponerlo al corriente sobre todo lo sucedido en su ausencia. El joven cantante pertenecía a una familia tradicional, unida y cariñosa. Sus padres eran artistas consagrados y los habían iniciado a él y a sus hermanos en el mundo de la música desde pequeños. Sus abuelos paternos habían compartido su crianza, enseñándole valores y principios desde la cuna. Todos practicaban la religión musulmana sunita, algo muy común en ese país. Mientras hablaban, Damir fue entregándole a cada uno los presentes que les había traído de Estambul, pretendía continuar con esa costumbre porque mostraba de una manera simple cuánto los había extrañado.

Cuando al fin estuvo en su cuarto, deshizo las maletas, colocando todo en su sitio. Abrió la pequeña caja que contenía el delicado regalo de cristal para comprobar que se encontraba intacto. Luego entró al baño para darse una ducha caliente y bajó a cenar. Abajo habían preparado un verdadero banquete en honor a su llegada, soñó tanto con este momento, no solo por saborear los manjares que preparaban su abuela y su madre, sino por el ambiente cálido que se respiraba en su hogar, esa sensación no podía sustituirse por nada en este mundo. Allí no era un artista de fama internacional, en ese sitio era simplemente Damir, un nieto, hijo y hermano muy querido. Cenaron tranquilamente conversando de cosas cotidianas, felices de estar todos juntos. Él devoró una buena cantidad de cordero asado, uno de sus platos favoritos, realmente extrañaba la comida casera.

Esa noche, cuando finalmente puso la cabeza en su almohada, la imagen de Lia vino a su mente y tomó su celular para avisarle que ya estaba en la ciudad. Le escribió algunos mensajes por WhatsApp, pero no estaba conectada. Esperó unos minutos y, al ver que aún no tenía notificación alguna, decidió llamarla. El número no se encontraba disponible en ese momento, eso lo preocupó por unos segundos, luego pensó que quizás ella había apagado su teléfono a la hora de dormir; solo le quedaba esperar al día siguiente para verla, a fin de cuentas le tenía preparada una sorpresa y era mejor así.

Amor como un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora