Cuando Damir le abrió la puerta del auto, Lia al fin se atrevió a mirarlo detenidamente. Con todo lo sucedido esa mañana y teniendo los nervios a flor de piel, ni siquiera había notado lo bien que le quedaba aquel look casual. Llevaba un abrigo de gorro blanco que hacía resaltar sus ojos negros y penetrantes, unos jeans oscuros y tenis blancos. Se avergonzó de sí misma al observarlo por el espejo retrovisor, pero no podía evitarlo, era simplemente magnético. Habría continuado así todo el viaje de no ser por el brusco giro que dio Damir con su auto para cambiar el sentido de la trayectoria. Estacionó a un lado de la carretera y, dándose la vuelta para tenerlos de frente, les anunció:
—Iba a llevarlos al Parque del Primer Presidente, pero hace apenas unos segundos, he decidido cambiar de planes porque hay un lugar que quiero mostrarles al que estoy casi seguro que no han ido, al menos no de la manera que vamos a hacerlo, pero sigue siendo una sorpresa.
Dicho esto, arrancó el auto nuevamente y reanudó el viaje. Lia estaba tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera intentó averiguar hacia qué lugar se dirigían. Por la sonrisa pícara que se dibujó en el rostro de David, casi se podía intuir que sabía de qué sitio se trataba. Se detuvieron en un estacionamiento y Damir les indicó que podían salir. Él se colocó una gorra, gafas de sol oscuras y un nasobuco, intentando pasar desapercibido completamente entre la multitud, debido al comentario de Lia acerca de sus fans. Abrió el capó y sacó dos pintorescas cestas de picnic cargadas con las compras que había realizado anteriormente. Lia y David lo siguieron sin decir nada, hasta que ella alzó la vista y se dio cuenta del sitio hacia donde se dirigían.
—¡No, esto debe ser una broma!
—¿Por qué lo dices?
—¿Pretendes que nos subamos a un teleférico?
—Sí, es parte del paseo.
—De ninguna manera pienso subirme a esa cosa, nosotros volvemos a casa.
—¿Por qué, mamá? Debe ser divertido. Yo quiero ir —la interrumpió David.
—¿Puede usted creer que no? Ni muerta me subo yo a esa cosa ni mucho menos atravieso la ciudad a tantos metros de altura colgando de un cable. Además, al parque Kok-Tobe se puede ir perfectamente en auto.
—Sí, pero la verdadera magia consiste en viajar hasta allí en teleférico, ya me imaginaba que nunca habían subido a uno, por eso me veo obligado a continuar insistiendo, la vista es maravillosa, no se van a arrepentir.
—He dicho que no y punto, no pienso arriesgarme a que me dé un ataque de pánico estando allá arriba. Eso sin contar lo que puede pasar si se corta el cable.
—La probabilidad de que eso suceda debe ser una en diez millones, o algo así, además, no es menos arriesgado que montar en avión. Le propongo algo, me sentaré a su lado, así si siente miedo, puede tomar mi mano, todo va a estar bien, puede confiar en mí. — Esto último lo dijo mirándole a los ojos, a lo que ella respondió moviendo la cabeza en señal afirmativa, completamente hipnotizada. Era evidente que aquel hombre no estaba acostumbrado a aceptar un "no" como respuesta.
—¡Te quiero, mamá! —le dijo David luego de darle un beso en la mejilla.
Al fin comenzó la aventura. Entraron los tres a un teleférico y Lia pudo sentir mariposas revoloteando en su estómago a medida que avanzaban. No se había atrevido a abrir los ojos por miedo a que le causara vértigo, pero Damir la animó a hacerlo:
—Vamos, ya puedes abrirlos, te prometo que vas a disfrutarlo. Todo se ve más hermoso desde arriba, ¿recuerdas? —al decir esto se refería a una estrofa de una de sus canciones más emblemáticas y esto la hizo decidirse finalmente a mirar.
Realmente la vista era increíble, daba la sensación de estar volando a través de las nubes. Ya no sentía miedo, simplemente estaba feliz sin saber bien por qué. Desde allí, las casas y los autos lucían pequeñitos, como en una maqueta, aunque destacaban algunas edificaciones monumentales en el paisaje. Damir se quitó las gafas y el nasobuco, a fin de cuentas estaban solo los tres allí dentro. Ella, mirándolo a los ojos, le dijo, citando una estrofa de la misma canción:
—Gracias, tenías razón, me ha gustado mucho ver el mundo al revés.
Los interrumpió David enfocando la cámara en todas direcciones para lograr captar todas las vistas posibles antes de descender.
—¿Damir, te tomarías una selfie conmigo? Esta vista no puede desperdiciarse.
—¿David, qué te he dicho de las fotos? —lo regañó su madre.
—No tiene nada de malo, en la escuela hay muchos chicos y chicas sobre todo, que presumen sus fotos con él, además, yo le pedí permiso.
—Está bien, pero no la subas a Internet, ¿entendido?
—Si ni siquiera tengo redes sociales — mintió David.
Damir aceptó y se tomó una selfie con su nuevo fan, quien, antes de que volviera a su asiento, le susurró al oído:
—Mi madre se muere por tomarse una foto contigo, pero es demasiado tímida y orgullosa para pedírtelo. ¿Me dejas tomarles una sin que se dé cuenta? Tendré que hacerlo con el celular para no levantar sospechas. Tú solo debes entretenerla.
Damir asintió guiñándole un ojo a aquel diablillo travieso, luego regresó al lado de Lia, intentando distraerla para que David ejecutara el plan.
—¿Sabes? Hay algo que he querido preguntarte desde hace tiempo, pero por miedo a ser indiscreto no lo he hecho.
—¿Sí? —lo invitó ella a continuar.
—¿Qué hacen dos cubanos tan lejos de su tierra? ¿Por qué eligieron Almaty y no otro lugar más cercano y donde hablaran su propio idioma?
—Puedes estar tranquilo, no nos persigue nadie que quiera matarnos ni fuimos testigos de un crimen, si es lo que te preocupa —bromeó Lia, pero al ver que Damir no sonreía, decidió responder a su pregunta con una media verdad—. Hay que vivir en Cuba para entenderlo, mi país se ha convertido en un caos total, muchos han logrado escapar de allí, otros continúan sobreviviendo. Un día encontré un video en Youtube, por azar, en el que unos cubanos daban un recorrido por Almaty y explicaban lo felices que se sentían de haber venido aquí, entonces lo supe, fue amor a primera vista, me enamoré de esta ciudad mágica que combina lo antiguo y lo moderno con tanta naturalidad. En aquel entonces era muy fácil obtener la VISA para viajar hasta Kazajistán, hacía poco tiempo que habían implementado el sistema para hacerlo vía online, así que muchos no tenían conocimiento, todo fue bastante rápido y económico, pues tampoco contábamos con mucho dinero para ello. Mi mamá intentó disuadirme de venir acá debido al idioma, pero yo estaba decidida al menos a intentarlo. Entonces, aquí estamos.
David aprovechó todo ese tiempo para tomarles fotos a ambos sin que su madre ni siquiera sospechara nada, incluso tuvo tiempo de escoger sus favoritas y de borrar aquellas que salieron mal. Así, sin darse cuenta, habían llegado a su destino: el parque Kok-Tobe.
ESTÁS LEYENDO
Amor como un sueño
RomanceLia es una madre soltera con los pies sobre la tierra. Su hijo David es su pequeño tesoro y su razón de vivir. El destino cruza su camino con Damir, un cantante de fama internacional a quien siempre ha admirado. Se ve arrastrada en un hermoso sueño...