Capítulo VII

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Lia solo reaccionó al ver a David saltando de alegría después de escuchar la invitación de Damir. El niño se detuvo y puso carita de lástima mientras trataba de convencerla para que aceptara:

—Mamá, di que sí, por favor. Es una sorpresa, además no podrías decirle que no precisamente a él, ¿verdad?

—No sé, ¿es que ni siquiera podemos saber a dónde vamos? Me preocupa ser interceptados por alguna fanática loca o algo así. Eso podría igualmente arruinar el paseo —se justificó Lia ante la duda de si debía aceptar o no la invitación.

—No se preocupe, las personas de aquí están bastante acostumbradas a mí, no suelen "acosarme" de esa manera. Además, le prometo que en el lugar al que vamos hay suficiente espacio como para poder pasear sin ser interrumpidos por nadie. ¿No es usted quién dice que trabajo demasiado? Hoy pretendo tomarme el día libre y realmente me gustaría que me acompañaran —. Damir intentaba ser persuasivo.

—Vamos mamá, tú odias los domingos, siempre dices que son aburridos y tristes, este podría ser divertido.  Espero también que mi nuevo amigo no me defraude llevándome a uno de esos museos antiguos a los que me obligaste a ir cuando llegamos aquí.

—¡David¡ ¿Qué modales son esos? ¿De verdad piensas que así voy a aceptar? —Lia intentó mostrarse indecisa, pero realmente se moría por ir a dondequiera que aquel hombre extraordinario quisiera llevarlos, así que aflojó su postura—.
Bueno, suponiendo que dijera que sí, ¿que deberíamos llevar?

—¡Viva! Nos vamos a pasear! Voy a vestirme en un segundo, vuelvo enseguida —diciendo esto, David salió disparado hacia su cuarto, dejándolos solos por un rato.

—No se preocupe, de camino hacia aquí hice algunas compras, ya no recordaba la última vez que salí a comprar algo, lo confieso. Puede confiar en mí, va a ser divertido, lo prometo.

—Es que me parece extraño, solo eso.

—Lo sé, es natural que desconfíe. Realmente mi intención es conocerlos mejor, además de agradecerles por ayudarme aquel día.

—Eso ya lo hizo.

—Nunca será suficiente.

—Si le preocupa que pueda divulgar lo que sucedió o contárselo a alguien, puede estar tranquilo, es cuestión de ética. También entiendo sus razones, no quiere preocupar a su familia y lo respeto. Además, está el hecho de que no sabe nada de nosotros, supongo que se siente en desventaja.

Damir no supo qué responder, ni siquiera él tenía una explicación coherente para estar allí, pero de seguro no era aquella. Sabía desde el el primer día que esas personas que lo socorrieron en medio de la calle y le brindaron su casa con total desinterés eran excepcionales, de eso no tenía la menor duda, pero lo cierto era que no los conocía en absoluto. Lia, al notar su silencio y la seriedad de su mirada, se arrepintió una y mil veces de sus duras palabras y se mordió el labio inferior de puro nerviosismo.

—Lo siento, no quise ofenderlo, a veces digo las cosas sin pensar en las consecuencias, es mi peor defecto.

—Yo pienso lo contrario, quizás esa sea su mayor virtud.

—El concierto fue maravilloso, por cierto, por un instante creí que estaba soñando, gracias —dijo ella a modo de disculpa.

—Me alegro de que lo disfrutaran y de haber cumplido su sueño. Aquella noche, cuando terminé con la prensa, los busqué como un loco... —. Esta vez fue Damir quien se mordió el labio inferior, como si no hubiera querido decir aquellas palabras en voz alta.

Lia estaba tan nerviosa, que ni siquiera lo notó, así que simplemente no dijo nada más.

—Vaya, ya veo quién es el que se demora en esta familia —bromeó él para romper aquel silencio incómodo.

—Sí, para salir con David hay que avisarle una semana antes.

—Ya lo sé para la próxima.

¿Próxima? Damir había dicho "próxima". Lia no creía lo que había escuchado, tal vez su cabeza le estuviera jugando una mala pasada de nuevo. ¿Eso quería decir que él pretendía seguir frecuentando su casa e invitándolos a salir? Mejor dejaba de pensar tanto o iba a terminar infartada.

—¡Vamos! —exclamó David cuando al fin estuvo listo.

—¡Al fin! —exclamó Damir riendo.

—¿Saben qué? Salgamos a divertirnos, nos lo merecemos. Todo en la vida no puede ser trabajar y estudiar, hay que dejarse llevar por los impulsos de vez en cuando.

—¿Quién eres tú y qué hiciste con mi madre? —bromeó el niño.

Damir reía sin parar, su alegría era contagiosa y la sencillez de su espíritu algo increíble para ser quien era. A su lado resultaba imposible que aquel fuera uno más de sus domingos tristes.

Amor como un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora