Capítulo XXVII

90 21 122
                                    

Cuando Lia cerró la puerta, sintió que le faltaba el aliento. La resaca, unida a los recuerdos de la noche anterior, le hacían tener deseos de desaparecer. Unos segundos después, al fin pudo respirar, caminó hacia la cocina y se sorprendió al ver la guitarra negra de Damir en el sofá. En el momento en el que se disponía a llamarlo para decirle que regresara por ella, vio una pequeña nota entre sus cuerdas.

"Este es mi regalo para mi amigo David por Navidad, sé cuánto desea aprender a tocarla, quisiera ser yo quien lo enseñe. Puede ser tuya también, si algún día deseas regresar al Rincón de la Melancolía.

Damir"

Su corazón se detuvo en ese instante, tuvo que sentarse para no caer al suelo. ¿Como sabía Damir acerca del Rincón de la Melancolía? Es decir, recordaba que el día que fueron a Kok-Tobe, David había mencionado que solía subir videos a Internet donde cantaba y recitaba poesía, pero nunca le dijo el nombre de su canal de Youtube, hacía mucho tiempo que había decidido cerrarlo. Su cabeza le daba vueltas, pero solo se le pudo ocurrir una idea: David nuevamente había hablado de más.

Sonrió al pensar en su pequeño travieso, simplemente no podía sentirse enojada con él, menos en la mañana de Navidad. Intentó imaginar a Damir viendo sus videos, ¿qué habrá sentido? Ella realmente no era una profesional como las artistas que solían cantar con él en sus presentaciones, así que estaba totalmente en desventaja, pero los seguidores siempre le decían que sus palabras les llegaban al alma, eso tenía que significar algo, ¿conseguiría tocar la suya también? Luego se encargaría de averiguarlo.

Ese domingo fue una verdadera tortura para Lia. La resaca, unido a todos sus sentimientos encontrados debido a aquel beso, no la dejaban concentrarse en ninguna cosa. Incluso David se había dado cuenta y le dijo que parecía que andaba en la luna, algo que no estaba muy lejos de ser cierto. Cada vez que lo recordaba, sentía como un fuego abrasador iba recorriendo todo su cuerpo, apoderándose de todos sus sentidos, juraría que todavía conservaba su sabor en los labios, parecía tan real. ¿Qué era aquello? ¿Deseo? ¿Pasión? ¿Amor? No estaba segura, solo sabía que aquel hombre había despertado todo cuanto permaneció dormido durante años en su interior y que ya no había vuelta atrás.

-Mamá, ¿puedo hacerte una pregunta sin que te enojes? -La voz de David la sacó de sus pensamientos.

-Sí, mi amor, dime.

-¿Tú y Damir son novios? -Lia casi se atraganta con el té que estaba tomando en ese momento.

-No, claro que no. Sabes que él es solo nuestro amigo. ¿Por qué dices eso?

-Es que he visto como se abrazan y se miran, parecen novios.

Lia sonrió ante aquel comentario, pero luego cambió su expresión, debía encontrar las palabras exactas para decirle a su pequeño y evitar que siguiera confundiendo las cosas aún más.

-Los amigos también se abrazan y se besan, David. Los novios, en cambio, se dan besos en la boca, caminan tomados de la mano, tienen citas, entre otras cosas. Por eso entre Damir y yo solo existe amistad, ¿entiendes?

-Sí, entiendo. -El rostro de David no mostraba total convencimiento.

-No puedes andar diciendo eso por ahí, recuerda que él es un cantante famoso, podrías meterlo en problemas, al igual que a nosotros, ¿de acuerdo?

-Tranquila, solo te lo digo a ti.

-Tampoco debes comentarle nada a Damir, podría ofenderse, sabes que las personas de aquí tienen costumbres y creencias diferentes a las nuestras.

-Lo sé también, aunque debería hacerlo. Tú eres mi mamá y tengo que defenderte.

-¡David!

El chico corrió a su cuarto muerto de risa mientras su madre lo seguía, ocultando la suya. Realmente las cosas que se le ocurrían a su hijo no eran comunes para un niño de nueve años.

Amor como un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora