Capítulo 3

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La lluvia caía sobre mi piel con una sensación revitalizante, como si cada gota fuera una caricia del cielo. Canela soltó una pequeña sonrisa mientras levantaba el rostro hacia el cielo oscuro.

—La noche está increíble, ¿no crees, Yummy? —dijo, su voz tan llena de alegría contagiosa.

Juntas corríamos por las calles, dejando que la lluvia nos empapara mientras reíamos y disfrutábamos del momento.

Pero entonces, cuando miré el rostro de Canela, el agua que recorría su cuerpo no era solo lluvia. Era sangre. Sangre que brotaba de sus ojos, de su nariz, de todas partes. Un grito se atascó en mi garganta mientras me paralizaba de horror.

—Canela— susurré, apenas capaz de articular su nombre.

—¡Despierta, Yummy!

Abrí los ojos de golpe, cubierta de sudor, luchando por reconocer mi entorno. Mi respiración era entrecortada, mi corazón golpeaba con fuerza en mi pecho mientras intentaba recuperar el aliento. Me sentía agotada, un poco mareada, como si hubiera sido arrastrada a través de una tormenta de pesadillas.

—Todo fue una pesadilla —susurré, mientras trataba de respirar y calmar el latido frenético de mi corazón.

De repente, la perilla de la puerta comenzó a girar lentamente, como si alguien estuviera disfrutando del suspense que creaba. La puerta se abrió con un chirrido que resonó en mis oídos, y la figura enigmática de Deina apareció en el umbral. Era un misterio viviente, alguien que parecía tener acceso a los rincones más oscuros de mi ser. Sus movimientos eran gráciles y calculados, como los de un depredador acechando a su presa.

La tenue luz de la lámpara apenas iluminaba su rostro, creando sombras que acentuaban la intriga en sus facciones. Sus ojos, fríos y calculadores, se encontraron con los míos, y una sonrisa apenas perceptible curvó sus labios. En sus manos llevaba un plato grande de comida, un contraste perturbador con la atmósfera tensa y sombría de la habitación.

Con pasos silenciosos, Deina se acercó a la mesa junto a la cama.

—No puedes escapar de tu pasado, Laura— murmuró

—¿Qué dijiste?—pregunte

—Dije que necesito que lleves estos bocadillos al gran salón— respondió

Me deslicé fuera de la cobija pesada que había estado abrazando toda la tarde, puede sentir el frío de la habitación penetrar en mis huesos. Con mis manos temblorosas, tomé el enorme plato de bocadillos que había sido dejado a un lado de la cama, mi estómago rugía de hambre y ansiedad. Cada paso resonaba apresurado en el pasillo, como un eco de mi propia impaciencia por encontrar respuestas en aquel lugar misterioso.

La puerta del gran salón se abrió con un crujido melancólico, revelando una escena que parecía sacada de una pesadilla. Las orejas puntiagudas de las máscaras de conejo se alzaban en toda su siniestra gloria, llenando la habitación con una sensación opresiva de terror y paranoia. El ambiente estaba impregnado con el inconfundible olor a tabaco, un aroma rancio que se mezclaba con el de las flores marchitas del lugar.

Y allí, en medio de esa escena surrealista, estaba él, el jardinero. Su figura se destacaba entre la multitud enmascarada, como un enigma viviente entre las sombras. Nuestras miradas se encontraron en un instante, desencadenando una corriente de tensión que se podía sentir en el aire.

—No esperaba verte aquí— dijo el jardinero, su presencia añadiendo capas de complejidad a la trama.

—La vida está llena de sorpresas—respondí con un tono desafiante, consciente de que cada encuentro entre nosotros desentrañaba más misterios.

LOS DUARTE :EL ORIGEN #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora