Capítulo 22

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Ese mismo día....

Llevar a Lorenzo de regreso al hospedaje fue toda una odisea. Sus pasos tambaleantes y su estado de embriaguez hicieron que cada paso fuera un desafío, y aunque Facundo y Isabela hicieron todo lo posible por sostenerlo, el peso de su cuerpo era difícil de manejar. Después de que ellos llevaron a Lorenzo a la habitación, supe que quería darles un espacio de privacidad para que Facundo e Isabela hablaran.

—Estaré en la cafetería— respondí, sintiendo un alivio al alejarme de la tensión que parecía flotar en el aire.

El estómago me retumbaba con fuerza, recordándome que había pasado horas sin comer. Moría de hambre, así que decidí pedir algo rápido: un delicioso panini con jamón, queso, salami y verduras asadas, acompañado de un refrescante jugo de naranja. El aroma tentador de la comida llenó mis sentidos mientras tomaba asiento junto a una ventana que daba al exuberante jardín trasero. El sol comenzaba a alejarse tímidamente entre las hojas de los árboles, pintando el paisaje con tonos cálidos y acogedores.

Observé a mí alrededor, sumergiéndome en el ambiente animado de la cafetería. Parejas charlaban animadamente, compartiendo risas y gestos cariñosos. Un hombre mayor se sumergía en las noticias del periódico, mientras un grupo de jóvenes estallaba en risas contagiosas. Cada rincón del lugar rebosaba de vida y energía, creando una atmósfera acogedora y familiar.

En medio de la bulliciosa escena, Facundo apareció, también en busca de algo para calmar su apetito. Se acercó a mí con una sonrisa juguetona, corriendo una silla para sentarse a mi lado. Antes de que pudiera preguntarle por Isabela comento.

—No puedo dejarte sola con el "gato azul"—respondió

Sus ojos se encontraron con los míos, llenos de una mezcla de seriedad y calidez que hizo que una sonrisa se dibujara en mi rostro casi al instante. Finalmente el camarero llegó con nuestro pedido, trayendo consigo una bandeja repleta de delicias.

Los rayos del sol, ahora más intensos, se filtraban por la ventana, creando patrones de luz y sombra sobre la mesa, añadiendo un toque mágico a nuestra comida. Nos sumergimos en una conversación ligera, llena de anécdotas y risas. Hablamos de cosas sin importancia, como el clima cambiante y las últimas películas que habíamos visto.

De repente, un par de figuras familiares aparecieron en la entrada. Lorenzo e Isabela, con las maletas en las manos Por la expresión de Lorenzo, sabían que estaba muy disgustado.

—Debieron esperarme— dijo Lorenzo, su voz llena de reproche.

—Por supuesto, íbamos a esperar hasta que al señor le diera la gana de aparecer —respondió sarcásticamente Facundo, cruzando los brazos y mirándolo con desdén.

—No te quieras hacer el superhéroe de la historia, Facundo —replicó Lorenzo, con una chispa de ira en los ojos—. Ya sabemos que te encanta ser el centro de atención, pero esta vez no se trataba de ti.

Facundo se acercó un paso, acortando la distancia entre ambos. —¿Y tú qué sabes de sacrificios, Lorenzo? Mientras tú desaparecías, nosotros estábamos aquí, enfrentando la situación.

—¡No sabes nada de lo que he pasado! —gritó Lorenzo, dando un paso adelante, desafiando a Facundo—. Si no fuera por mis contactos, estaríamos todos en un problema mucho más grande.

—No me digas, Lorenzo —respondió Facundo, con sarcasmo en la voz y los ojos entrecerrados—. Siempre tienes una excusa perfecta, ¿verdad?

Lorenzo apretó los puños, su expresión oscureciéndose como una tormenta en el horizonte. Sus ojos ardían con una furia contenida, y sus labios se fruncieron en una línea delgada y severa. Las venas de sus brazos se marcaban bajo la piel, como serpientes listas para atacar.

LOS DUARTE :EL ORIGEN #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora