#16 Noche de pasión obligada

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Las semanas siguientes a la noche en que Alejandro comenzó a aislarme de mis amigos fueron un torbellino de emociones y violencia. Cada vez que intentaba recuperar algo de mi independencia, él se volvía más agresivo y controlador. La sensación de estar atrapada crecía día a día, pero aún me aferraba a la esperanza de que Alejandro pudiera cambiar, de que el amor que alguna vez compartimos pudiera resurgir y salvarnos.

Una noche, después de una intensa discusión, me di cuenta de que algo había cambiado en él. Su mirada era más oscura, sus palabras más venenosas. Sentía que el Alejandro que conocí se había desvanecido, dejando solo a un hombre cruel y manipulador.

-¿Por qué siempre tienes que desafiarme, Valeria? ¿No entiendes que todo lo que hago es por tu bien? -dijo Alejandro, su voz llena de desdén.

-No quiero vivir así, Alejandro. Necesito ver a mis amigos, necesito mi espacio -respondí, intentando mantener la calma.

-No necesitas a nadie más que a mí. Tus amigos no te entienden como yo lo hago -replicó, su tono cada vez más amenazante.

-Ese no es el punto. Me estás aislando de todo el mundo. Esto no es amor, es control -le dije, sintiendo una mezcla de miedo y determinación.

Alejandro se levantó bruscamente y se acercó a mí con pasos firmes. Sentí mi corazón acelerarse mientras lo veía acercarse con una expresión de ira en su rostro.

-No sabes lo que estás diciendo. Eres mía y siempre lo serás -dijo, agarrándome del brazo con fuerza.

-Alejandro, me estás lastimando -dije, tratando de liberarme de su agarre.

-No, Valeria. Tú me estás lastimando con tus constantes quejas y tus intentos de alejarte -gritó, empujándome contra la pared.

El golpe me dejó sin aliento y sentí el dolor irradiar por mi espalda. Antes de que pudiera reaccionar, Alejandro se abalanzó sobre mí, su mano apretando mi garganta.

-¿Así es como quieres que sea nuestra relación? ¿Quieres que tenga que enseñarte tu lugar? -dijo, sus ojos llenos de furia.

-L-lo siento, Alejandro -balbuceé, mi voz apenas un susurro por la presión en mi garganta.

-Lo siento no es suficiente -replicó, soltándome de repente y dejándome caer al suelo.

Intenté levantarme, pero antes de que pudiera hacerlo, Alejandro me agarró del cabello y me arrastró hacia el dormitorio. Mi corazón latía descontroladamente mientras el pánico se apoderaba de mí.

-¡Por favor, Alejandro, no hagas esto! -supliqué, lágrimas corriendo por mis mejillas.

-Te lo has buscado, Valeria. Necesitas aprender a obedecer -dijo, arrojándome sobre la cama.

Intenté resistirme, pero Alejandro era más fuerte. Me inmovilizó con su cuerpo y comenzó a rasgar mi ropa. La desesperación me consumía mientras luchaba por liberarme, pero era inútil.

-¡No, por favor, no! -grité, mi voz llena de pavor.

-Calla, Valeria. Esto es lo que necesitas -dijo, su voz fría y sin rastro de compasión.

Los siguientes momentos fueron un infierno. Alejandro me forzó a tener relaciones sexuales, ignorando mis súplicas y mis lágrimas. Cada movimiento suyo era un recordatorio de mi impotencia, de lo lejos que había llegado para dominarme y controlarme.

Sentí como si mi alma se estuviera desmoronando con cada embestida, cada gesto de violencia que me infligía. El dolor físico era insoportable, pero el dolor emocional era aún peor. Me sentí traicionada, humillada y completamente destrozada.

Finalmente, cuando todo terminó, Alejandro se levantó y me dejó tirada en la cama, mi cuerpo temblando y mis lágrimas sin cesar.

-Esto es lo que pasa cuando no me obedeces, Valeria. Espero que hayas aprendido tu lección -dijo fríamente, saliendo del cuarto sin mirar atrás.

Me quedé allí, hecha un ovillo en la cama, sintiendo como si mi mundo se hubiera derrumbado. No sabía cómo seguir adelante después de eso. Todo lo que sentía era un vacío profundo y una desesperanza abrumadora.

Esa noche, mientras intentaba encontrar fuerzas para levantarme, me di cuenta de que había llegado a un punto de no retorno. Ya no podía negar lo que Alejandro era, ni lo que nuestra relación se había convertido. El amor que alguna vez sentí por él se había transformado en miedo y odio.

Decidí que no podía seguir viviendo así. Sabía que tenía que encontrar una manera de escapar, de recuperar mi vida y mi dignidad. Pero también sabía que no sería fácil. Alejandro no me dejaría ir tan fácilmente, y el camino por delante estaría lleno de desafíos y peligros.

Esa noche, mientras yacía en la oscuridad, juré que encontraría una manera de liberarme de su control. No importaba lo que tuviera que hacer, estaba decidida a recuperar mi libertad y mi vida. Y aunque el futuro era incierto, sabía que no podía seguir viviendo en el infierno que Alejandro había creado para mí.

The Toxic Boy | El Chico ToxicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora