Los primeros días en la nueva ciudad fueron una mezcla de alivio y paranoia. Aunque me encontraba lejos de Alejandro, no podía sacudirme la sensación de que él estaba a punto de aparecer en cualquier momento. Juan hizo todo lo posible para hacerme sentir cómoda y segura, pero sabía que mi seguridad no era garantizada.
—Valeria, ¿cómo te sientes hoy? —preguntó Juan una mañana mientras desayunábamos.
—Un poco mejor, pero aún tengo miedo —respondí, sintiendo una mezcla de gratitud y desesperación.
—Es normal. Toma tiempo adaptarse y sentirse segura después de lo que has pasado —dijo Juan con una sonrisa tranquilizadora.
—Gracias por todo. No sé qué haría sin tu ayuda —le dije, intentando mantener una voz firme.
—No tienes que agradecerme. Estoy aquí para ayudarte —respondió él.
A pesar de las palabras reconfortantes de Juan, sabía que necesitaba más ayuda. Decidí buscar apoyo adicional en secreto, consciente de que cualquier movimiento en falso podría alertar a Alejandro. Contacté a una organización local que ayudaba a víctimas de abuso y acordé reunirme con una de sus consejeras.
La cita estaba programada para un martes por la tarde en una cafetería discreta del centro de la ciudad. Me aseguré de salir de casa sin levantar sospechas, tomando una ruta diferente para asegurarme de no ser seguida. Cuando llegué, me sentí nerviosa, pero también esperanzada.
—Hola, ¿eres Valeria? —preguntó una mujer de mediana edad con una sonrisa amable al verme entrar.
—Sí, soy yo. ¿Eres Laura? —respondí, extendiendo la mano.
—Así es. Vamos a sentarnos y hablar —dijo Laura, guiándome a una mesa en una esquina.
Nos sentamos y pedimos café. Laura comenzó a hacerme preguntas sobre mi situación, y pronto me encontré desahogándome sobre todo lo que había pasado con Alejandro.
—Entiendo lo difícil que ha sido para ti, Valeria. Pero es importante que sepas que no estás sola. Hay recursos y personas dispuestas a ayudarte —dijo Laura con empatía.
—Gracias, Laura. Necesito toda la ayuda posible —respondí, sintiendo una mezcla de alivio y temor.
—Haremos todo lo que podamos para asegurarte de que estás a salvo. Pero tienes que ser muy cuidadosa. Alejandro parece ser un hombre peligroso y astuto —dijo ella, su rostro mostrando preocupación.
La conversación me dejó con una sensación renovada de esperanza, pero también de alerta. Sabía que cualquier paso en falso podría ponerme en peligro. Agradecí a Laura por su tiempo y nos despedimos, prometiendo mantenernos en contacto.
Mientras caminaba de regreso al apartamento de Juan, me aseguré de estar atenta a cualquier persona sospechosa. Todo parecía normal, pero no podía sacudirme la sensación de estar siendo observada.
Esa noche, después de cenar, Juan notó mi inquietud.
—Valeria, ¿estás bien? Pareces preocupada —dijo, mirándome con preocupación.
—Solo tengo muchas cosas en la mente. Pero estoy bien —respondí, tratando de sonar convincente.
—Recuerda que puedes hablar conmigo sobre cualquier cosa. Estoy aquí para ayudarte —dijo él, dándome una palmada en la espalda.
—Lo sé. Gracias, Juan —respondí, sonriendo débilmente.
Los días siguientes transcurrieron en una aparente calma, pero una tarde, al regresar al apartamento, encontré la puerta entreabierta. El miedo me invadió mientras empujaba la puerta lentamente, temiendo lo peor.
—¿Hola? ¿Juan? —llamé, mi voz temblando.
No hubo respuesta. Entré cautelosamente y encontré a Juan tirado en el suelo, inconsciente, con sangre en la cabeza. Mi corazón se detuvo al ver la escena.
—¡Juan! ¡Dios mío, no! —grité, corriendo hacia él.
Mientras me arrodillaba junto a su cuerpo, escuché un ruido detrás de mí. Me volví rápidamente y allí estaba Alejandro, su mirada fría y calculadora.
—Hola, Valeria. Pensaste que podías esconderte de mí —dijo, su voz llena de veneno.
—No... Alejandro, por favor, déjame en paz —supliqué, retrocediendo lentamente.
—¿Dejarte en paz? ¿Después de todo lo que has hecho? No, Valeria. Eres mía —dijo, acercándose peligrosamente.
—¡No! No soy tuya. ¡Déjame en paz! —grité, tratando de encontrar una salida.
Alejandro me agarró del brazo con fuerza, sus dedos clavándose en mi piel.
—Tú no decides eso. Yo lo hago —dijo, arrastrándome hacia la puerta.
Desesperada, traté de liberarme, pero su agarre era demasiado fuerte.
—¡Suéltame! ¡No quiero volver contigo! —grité, luchando con todas mis fuerzas.
—Lo siento, Valeria. Pero no tienes elección —dijo, sacándome del apartamento.
Mientras me llevaba a la fuerza, miré a Juan, esperando que estuviera vivo y que pudiera recibir ayuda. Alejandro me llevó a su coche, estacionado cerca, y me empujó dentro.
—Nos vamos a casa, Valeria. Donde perteneces —dijo, encendiendo el motor.
Mientras conducía, traté de mantener la calma y pensar en una manera de escapar. Sabía que cualquier movimiento en falso podría costarme la vida. Alejandro conducía en silencio, su mirada fija en la carretera, pero su control sobre mí era absoluto.
Después de lo que pareció una eternidad, llegamos a una casa aislada. Alejandro me sacó del coche y me llevó al interior. La casa estaba vacía y fría, reflejando su propia alma.
—Vas a quedarte aquí hasta que aprendas a comportarte —dijo, empujándome hacia una pequeña habitación.
—¡No puedes hacerme esto! ¡Esto es secuestro! —grité, tratando de resistir.
—Ya lo estoy haciendo. Y nadie puede detenerme —dijo, cerrando la puerta con un golpe seco.
La oscuridad de la habitación era opresiva, pero sabía que no podía rendirme. Tenía que encontrar una manera de escapar y poner fin a esta pesadilla. Mi dependencia emocional hacia Alejandro se estaba desvaneciendo rápidamente, reemplazada por una determinación feroz de sobrevivir.
Pasé la noche en vela, mi mente trabajando frenéticamente para encontrar una solución. Sabía que Juan estaría buscando ayuda y que mis amigos y la organización a la que había contactado harían todo lo posible por encontrarme. Pero tenía que mantenerme fuerte y luchar por mi propia libertad.
El amanecer trajo consigo una nueva esperanza. Sabía que el camino sería largo y peligroso, pero también sabía que tenía la fuerza y la determinación para enfrentarlo. Alejandro podía haberme atrapado de nuevo, pero no me quebraría. Era hora de planear mi próximo movimiento y encontrar la manera de escapar de su control, de una vez por todas
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The Toxic Boy | El Chico Toxico
Teen FictionValeria, una joven atrapada en la rutina, encuentra una pasión arrebatadora en Alejandro, un hombre carismático pero peligroso. A medida que su relación se profundiza, Valeria descubre el oscuro y violento lado de Alejandro, quien empieza a controla...