Después de que Alejandro me invitara a caminar, el resto de mi turno pasó en una mezcla de anticipación y nervios. No podía dejar de pensar en lo que vendría. Algo en su mirada, en la forma en que me hablaba, me hacía sentir especial y a la vez nerviosa. Cuando llegó la hora de cerrar, él estaba esperando fuera, apoyado en una farola bajo la luz tenue de la tarde.
—¿Lista? —preguntó, sonriendo mientras yo salía de la cafetería.
—Sí, lista —respondí, sintiendo un cosquilleo de emoción en el estómago.
Comenzamos a caminar por las calles mojadas por la reciente lluvia. La ciudad estaba tranquila, y el aire fresco llevaba consigo un aroma limpio y renovador. Caminamos en silencio durante unos minutos, disfrutando de la compañía mutua sin necesidad de palabras.
—Entonces, Alejandro, cuéntame más sobre ti. Dijiste que trabajas en tecnología y te interesa la psicología, ¿cómo llegaste a eso? —pregunté, rompiendo el silencio.
—Es una larga historia —dijo, mirando hacia adelante —Pero supongo que siempre he tenido una mente curiosa. Me gusta entender cómo funcionan las cosas, tanto las máquinas como las personas.
—¿Y qué es lo que más te intriga sobre las personas? —pregunté, sintiendo que había algo más profundo en su interés.
—Sus motivaciones. Lo que las impulsa a hacer lo que hacen. Las decisiones, los deseos ocultos, las partes de ellos que ni siquiera ellos mismos entienden —respondió, mirándome de una manera que hizo que se me erizara la piel.
—Eso suena... fascinante. Pero también un poco intimidante —admití.
—¿Intimidante? ¿Por qué? —preguntó, deteniéndose y girándose para mirarme.
—Porque no siempre queremos que nos entiendan completamente. A veces, nuestros secretos son lo único que realmente nos pertenece —respondí, sin saber de dónde venían esas palabras.
Alejandro asintió, con una expresión de reconocimiento en su rostro.
—Es cierto. Pero a veces, compartir esos secretos puede ser liberador. Puede acercarte más a alguien.
—¿Y tú? ¿Tienes secretos que compartir? —pregunté, atreviéndome a entrar en terreno personal.
Él sonrió, pero sus ojos no se suavizaron.
—Todos tenemos secretos, Valeria. La cuestión es si estamos dispuestos a revelarlos.
Seguimos caminando, y aunque la conversación había tomado un giro más serio, no pude evitar sentirme aún más atraída por él. Había algo en Alejandro que despertaba mi curiosidad y me hacía querer saber más, a pesar del pequeño hilo de inquietud que se enroscaba en mi interior.
—¿Qué hay de ti, Valeria? ¿Qué te motiva? —preguntó, cambiando el tema de nuevo hacia mí.
—Bueno, me encanta la literatura. Supongo que me motiva la búsqueda de la belleza y la verdad en las palabras. Me encanta cómo un buen libro puede hacerte sentir y pensar de maneras que nunca habrías imaginado —respondí, encontrándome a gusto hablando de mi pasión.
—Aprecio eso. Hay algo muy puro en el amor por las palabras —dijo asintiendo—. ¿Y qué tipo de literatura te atrae más?
—Me gusta la poesía, especialmente la que explora las emociones humanas en su forma más cruda. Sylvia Plath es una de mis favoritas, como te dije. Su honestidad brutal siempre me ha resonado profundamente —expliqué.
—Plath... sí, su trabajo es poderoso. Pero también oscuro —comentó, con una mirada pensativa.
—Sí, pero esa oscuridad es parte de lo que la hace real. No todos los aspectos de la vida son hermosos, y ella no tenía miedo de enfrentarse a eso —respondí, sintiéndome comprendida.
Alejandro asintió nuevamente, pero había algo en su mirada, algo que no podía descifrar completamente. Seguimos caminando, y de repente, sin previo aviso, se detuvo y me miró fijamente.
—Valeria, hay algo en ti que me atrae profundamente. No sé si es tu inteligencia, tu pasión, o simplemente tú. Pero quiero conocerte mejor —dijo con una intensidad que me dejó sin aliento.
—Yo... también quiero conocerte mejor, Alejandro —respondí, sintiendo un calor en mi pecho.
Él sonrió, pero había un atisbo de algo oscuro en sus ojos.
—Entonces, sigamos explorando juntos. Pero debo advertirte, Valeria, hay partes de mí que son... complicadas.
—¿Complicadas? ¿En qué sentido? —pregunté, sintiéndome a la vez intrigada y preocupada.
—Digamos que no soy una persona fácil. He pasado por cosas que me han moldeado de maneras complejas. Y no quiero que eso te aleje —explicó, su voz más suave pero firme.
—Todos tenemos nuestras complicaciones, Alejandro. Lo importante es ser honestos al respecto —dije, tratando de sonar más segura de lo que me sentía.
Él sonrió de nuevo, pero esta vez fue una sonrisa más triste.
—Tienes razón. Y te prometo que seré lo más honesto posible contigo.
Caminamos un poco más, y aunque la conversación se volvió más ligera, no pude dejar de pensar en lo que había dicho. Había algo en sus palabras que me preocupaba, pero también me intrigaba más. La noche se hizo más oscura, y finalmente llegamos a un parque pequeño y tranquilo.
—Este lugar es hermoso por la noche —comentó Alejandro, mirando alrededor.
—Sí, lo es —respondí, mirando las luces suaves y las sombras que bailaban entre los árboles.
Nos sentamos en un banco y, por un momento, simplemente disfrutamos del silencio. Luego, Alejandro rompió la quietud.
—Valeria, me siento extraño diciéndote esto tan pronto, pero hay algo en ti que me hace querer ser mejor. No sé cómo explicarlo —dijo, mirándome a los ojos.
—Eso es... muy dulce, Alejandro. Y creo que hay algo en ti que también me atrae de una manera que no puedo explicar —respondí, sintiéndome vulnerable pero sincera.
Nos quedamos allí un rato más, hablando de nuestras vidas, nuestras esperanzas y nuestros miedos. Alejandro compartió algunas cosas de su pasado, aunque de manera vaga. Habló de una infancia difícil, de luchas internas, y aunque no dio detalles, pude sentir la profundidad de su dolor.
—Es tarde. Debería llevarte a casa —dijo finalmente, levantándose del banco.
—Sí, supongo que sí —respondí, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio.
Caminamos de regreso a mi apartamento en silencio, pero era un silencio cómodo. Cuando llegamos a mi puerta, Alejandro se detuvo y me miró.
—Gracias por esta noche, Valeria. Realmente disfruté nuestra conversación —dijo, sonriendo suavemente.
—Yo también, Alejandro. Espero verte pronto —respondí, sintiendo un calor en mi pecho.
—Lo harás —prometió, inclinándose para besarme en la mejilla.
Entré en mi apartamento con el corazón acelerado, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad. Había algo en Alejandro que me atraía profundamente, pero también me preocupaba. Era como si estuviera caminando por una cuerda floja entre el deseo y el peligro.
Esa noche, mientras me acostaba, no pude dejar de pensar en él. Su mirada, su sonrisa, sus palabras. Todo sobre él era un misterio que quería resolver, a pesar de la advertencia silenciosa que sentía en mi interior. Sabía que estaba jugando con fuego, pero algo en mí quería ver hasta dónde podía llegar.
Y así, con esos pensamientos, me quedé dormida, soñando con Alejandro y el oscuro y apasionado camino que habíamos comenzado a recorrer juntos.
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The Toxic Boy | El Chico Toxico
Teen FictionValeria, una joven atrapada en la rutina, encuentra una pasión arrebatadora en Alejandro, un hombre carismático pero peligroso. A medida que su relación se profundiza, Valeria descubre el oscuro y violento lado de Alejandro, quien empieza a controla...