capítulo 27

107 13 0
                                    


Alana volvió a suspirar. Su esposo era tan él. Luego miró hacia la cama y sonrió al recordar todo lo que habían compartido allí. -Puedes ser un lobo tímido a la luz, pero en la intimidad de nuestra alcoba eres espectacular- dijo Alana mientras se recostaba en la cama, tomaba las mantas y las olía para llenarse del aroma de su esposo.

Alana permaneció con los ojos cerrados, disfrutando del calor de las sábanas y de las sensaciones que recorrían su cuerpo al estar allí. Como una loba sensitiva, todas las emociones alimentaban su alma y su ser, y más al ser producidas por su compañero. "Ya levántate", se dijo mientras llevaba su mano a las mejillas y se daba una palmada para despertarse y dejar atrás aquellos pensamientos.

A pesar de que quería levantarse, su actitud fue un poco lenta, pues no quería dejar el aroma de Duncan. -Vamos, dijimos que le haríamos algo rico a Duncan- comentó Alana al ponerse de pie y caminar hacia la ventana de la habitación. -Bueno, creo que esto puede contar como algo rico- rio de sus propios pensamientos. Pero al mirar por la ventana, su sonrisa se borró al recordar la energía que vio en Athol. Realmente nunca se imaginó que él tuviera aquel tipo de energía, más por su forma de pensar y actuar. No sabía cómo lo tomaría Duncan, aunque ella no tenía la intención de interferir.

-¡¿Cómo que te enfrentarás a un desafío con Vanessa?!- Alana saltó del susto que le dio Duncan al entrar nuevamente a la habitación, dándole una patada a la puerta.

-¡Por todos los espíritus, Duncan! ¿Vas a tomar esto como modalidad para entrar así a la habitación? - comentó Alana al llevar su mano al corazón, volviendo a ver cómo Duncan estaba enojado.

Duncan caminó rápidamente para estar cerca de Alana. -Dime, ¿qué hay de cierto en mis palabras? - comentó enojado. Sentía que su rabia no le permitía hablar con claridad, ya que lo que dijo sonó más a un fuerte gruñido que a cualquier otra cosa.

Alana se mordió el labio y miró a Duncan. Sabía que no le podía mentir, primero por su promesa y segundo porque a ella no se le daba tan bien eso de mentir. -Debe probar mi valor- Alana abrió los ojos al escuchar cómo Duncan soltó un fuerte rugido que se escuchó por toda la cabaña, inclinando su cuerpo hacia abajo. Luego vio cómo su complexión física se transformaba en una combinación entre hombre y lobo, ya que tenía los hombros más anchos, los músculos más grandes e igual que su estatura, y sus dientes se hacían más grandes y sus rasgos en su rostro se mezclaban con los del lobo. "Qué sexy se ve", pensó Alana sin sentir miedo.

Duncan sintió cómo una ira descomunal se apoderaba de él. Sabía que era un macho dado a las emociones, pero enterarse de que Alana fue retada a un desafío colmó la poca paciencia que tenía. Ella no era la líder de la manada, no debía demostrar nada, absolutamente nada. Ella era su pareja y, como su pareja, debía estar a su lado y dirigir lo que le competía. No aceptarla a ella era como no aceptarlo a él como líder. Volvió a rugir y miró a Alana. No quería asustarla, pero le era imposible controlar sus emociones. Sin embargo, le sorprendió cómo ella solo lo miraba de arriba a abajo con una mirada profunda, lo que lo confundió un poco, ya que esperaba ver algo de temor en su mirada.

-Nadie tiene derecho a desafiarte. Si lo hace, es como si directamente lo estuvieran haciendo conmigo- rugió de molestia. Mataría a Vanessa. No le importaría que en el pasado ella haya ayudado a las lobas para que estuvieran unidas, aunque viendo su liderazgo, solo las manipuló a su antojo.

—Eres el líder y debes pensar con cabeza fría, Duncan —Duncan se volteó al sentir cómo la mano de Alana lo abrazaba desde atrás, lo que hizo que él tomara sus manos, que estaban juntas en su estómago. Sabía que el toque de Alana en él era como si la luz de una vela fuera soplada, ya que su ira se esfumaba de esa manera.

un día, una noche y una boda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora