capítulo 6

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Alana sonrió por el comentario de Duncan; le parecía tierno que este alfa fuera tímido con sus sentimientos, así como los cumplidos, pero agradecía que solo ella era capaz de ver más allá de lo evidente.

—Creo que la decisión de Duncan me parece la más acertada. Ya es de noche, y creo que he tenido mucha emoción en el primer día conociendo a la manada del norte —dijo Alana al caminar con un poco de lentitud, ya que sentía dolor debido a que la adrenalina no estaba en su cuerpo.

—Es una tristeza que una joven y hermosa dama como usted haya pasado, por tanto —Duncan se contuvo el gruñido que estaba a punto de salir de su garganta al ver cómo su primo Athol trataba de conquistar a Alana con su galantería. Él miró hacia otro lado, ya que sabía que no había ninguna mujer que se resistiera a su encanto. Esto significaba que lo que pudo nacer entre él y Alana llegaba a su fin.

Alana volteó y vio a la persona que le estaba hablando. No podía negar que aquel lobo era simpático, pero ella solo tenía ojos para su enorme alfa. Se mordió el labio solo con verlo, luego miró a su padre, el cual negaba con la cabeza al entender su pensamiento. Ella solo pudo encogerse de hombros.

—Gracias, pero soy la hija de un alfa, así que he estado en enfrentamientos y otras cosas más —comentó Alana.

—Oh, disculpa, no me he presentado. Soy Athol, el primo de Duncan —Alana asintió al escuchar esa presentación y comprendió por qué tenía un gran parecido con Duncan.

—Mucho gusto, Alana —dijo ella, sonriendo y extendiendo su mano, pero al hacerlo caminó un poco y sintió algo de dolor.

—Déjame y la cargo, así podrás conocer un poco de nuestro hermoso bosque y algunas partes de nuestro territorio mientras te llevo en brazos —dijo Athol, ya que se encontraba impresionado con la belleza de Alana y sabía que eso de que ella se quiera casar con su primo debió ser una simple broma.

Duncan volteó su rostro al escuchar aquella invitación de su primo. Sentía una rabia en todo su ser, ya que este parecía no darse cuenta de que solo hace unos minutos pudo haber sido su boda, lo que significa que Alana sería su mujer.

Alana sonrió por la invitación de Athol: —Como verás, tengo una pequeña herida en mi pierna, y si en efecto tendrías que cargarme, lo que haría que esté recostada en ti y tus manos toquen mis piernas. Yo no permito que me toquen otras personas que no sean mi prometido —al decir esto, miró a Duncan, el cual estaba distraído mirando hacia otro lado.

—Así que el que puede cargarme y darme un recorrido por la zona es él, mi prometido —Alana miró a Duncan.

Duncan sintió la mirada de todos y vio cómo Alana le sonreía. Ella dijo que solo la podía cargar su prometido, así que no entendía... sus pensamientos se pausaron al comprender y más aún porque ella estiró las manos para que la cargara, y él, como si su cuerpo actuara automáticamente, dio unos pasos hacia ella y la cargó.

—Ay, por Dios, esto solo tomará días en esta situación —dijo Finlay al ver cómo su hija se comportaba con su compañero—. Tú eres Kai, ¿cierto? —preguntó al hermano de Duncan.

—Sí —contestó rápidamente Kai, quitando la mirada de Duncan.

—Marca el camino y llévanos hasta su guarida —dijo Finlay para apresurar la situación, ya que él sabía cómo podían comportarse los enamorados.

Duncan iba caminando de último, ya que no quería que el movimiento que hacía su cuerpo al caminar lastimara de algún modo la herida de Alana. Mientras caminaba, podía sentir cómo Alana rozaba su barbilla para luego introducir sus dedos bajo su oreja derecha y acariciar la parte baja de su cuello. Decir que no le agradaba era mentirse a sí mismo; le gustaba que ella no pudiera dejar de tocarlo, además de cómo lo reconocía ante los demás como su prometido e ignoraba a su primo. Sin embargo, sabía que no debía ilusionarse, las personas por naturaleza son cambiantes y él solo representaba para ella una novedad.

Sacudió su cabeza y, con un movimiento algo torpe, la levantó un poco para tenerla bien sujeta, pero calculó mal y terminó colocando su mano en la herida de ella.

—Ay, ¡ouch! —se quejó Alana al sentir cómo Duncan la lastimó sin querer.

—¡Qué bestia soy! —se recriminó Duncan al quitar la mano rápidamente y acomodar mejor a Alana.

—No te trates así —dijo Alana, tomando el rostro de Duncan y dándole así un beso.

Duncan abrió los ojos; siempre le sorprendía la capacidad tan rápida que tenía Alana para besarlo. Si fuera por él, duraría solo pensándolo como 12 horas y luego ejecutándolo otras 12 horas.

Alana sonrió al ver cómo Duncan ponía cara de sorpresa cada vez que ella lo besaba. Lo veía tan adorable, pensó mientras se mordía el labio.

Una vez que llegaron a la casa de Duncan, fueron ubicados en una de las habitaciones principales. Sabía que su llegada ocasionó un gran revuelo entre los presentes, pero ella solo disfrutaba de la compañía de Duncan a pesar de que él mostraba interés en alejarse de ella.

—¿Estás segura de eso? —Alana levantó su rostro al ver a su padre entrar en la habitación que les asignaron.

—¿A qué te refieres? —contestó.

—A la boda. Estuve hablando con Duncan sobre el accidente y no tiene ni una pista de quién es la persona que quiere acabar con la paz, lo que te pone a ti en una situación complicada, ya que al irme serías un blanco fácil —comentó Finlay al sentarse en el borde de la cama donde se encontraba su hija.

—Es mi compañero, papá, y siento en mi corazón que lo correcto es estar con él —dijo Alana tomando la mano de su padre, sabía que para él era difícil decirle adiós a su única hija.

—No quiero que conozca la tristeza, la rabia, ni mucho menos el odio, Alana —dijo Finlay, viendo con aprecio a su hija.

—Es algo que tarde o temprano debo conocer —contestó con sencillez Alana, apoyando su mejilla en la palma de la mano de su padre.

—Sabes que ellos son temperamentales, no tienen paciencia y suelen ser agresivos. Para nosotros, esas emociones nos afectan, te volverían loca en un mes —comentó Finlay, tratando de mostrarle a su hija que, a pesar de que esta unión sería beneficiosa para ambos clanes, lo cierto es que le importa el bienestar de su hija.

—¿Quién te dice que ya no estoy loca? —dijo Alana con una sonrisa.

—Esto es en serio, Alana —regañó Finlay.

—Padre, no te sé decir si estoy cometiendo algún error. Si mañana me arrepiento de la decisión que tome, pero hoy siento y quiero estar con Duncan. Nunca había sentido esta atracción que siento por él, quiero estar a su lado, quiero comprenderlo, simplemente quiero estar ahí para él —dijo Alana, bajando la mirada.

—¿Eso quiere decir que, debido a que no estás de acuerdo, la boda no se hará? —dijo Alana en un pequeño susurro.

—Esa decisión no me compete a mí. Yo solo intento persuadirte para que te quedes con el viejo de tu padre —dijo Finlay, alzando el rostro de Alana—. Lo que deben decidir si siguen o no con la boda son ustedes.

Cuando su padre terminó de decir esto, Alana vio cómo Duncan abría la puerta de la habitación.

un día, una noche y una boda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora