capítulo 20

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Alana sonrió al ver la expresión que tenía Duncan en su cara cuando se quitó la sábana.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó algo coqueta, y solo recibió la mirada penetrante de Duncan, quien con su mano derecha tomó su cuello y la hizo besarlo, lo que solo la hizo sonreír dentro del beso.

Duncan, al sentir los labios de Alana tocar los suyos, sintió cómo un hambre voraz se apoderaba de todo su cuerpo. Sabía que debía entender que ella era virgen, pero solo quería devorar cada parte de su cuerpo y que los demás lobos supieran que ella ya tenía un dueño, y ese dueño era él.

Alana cerró los ojos disfrutando de los besos de Duncan. Podía sentir su poder pero al mismo tiempo su ternura y cuidado. Para algunos esta comparación era absurda, pero así era como se sentía en los brazos de Duncan y amaba sentirse así.

—Mi hombre —susurró al sentir cómo los besos de Duncan bajaban por su cuello, entre lamidas y pequeñas mordidas, haciendo que unos escalofríos pasaran deliciosamente por su cuerpo.

Duncan no sabía qué tocar primero, qué besar o saborear. Sentía tantas emociones en su cuerpo, nunca una mujer le había gustado como Alana.

—Quiero tomarme mi tiempo, pero tengo un deseo profundo por ti —dijo Duncan, haciendo una pausa en las caricias para poner su frente en la de Alana.

Alana tocó la mejilla rústica de Duncan por su barba y le sonrió.

—Yo no quiero que te contengas, Duncan —comentó Alana mientras lo besaba— porque si no, yo tomaré la iniciativa.

Alana sonrió al verse acorralada nuevamente en la cama por el gruñido de Duncan al sentir que ella estaba poniendo a prueba sus mandatos.

—Estoy sufriendo, mi alfa —dijo Alana presa del deseo.

Duncan no esperó más palabras y quitó todos sus temores, comenzando a besar a Alana mientras sus manos recorrían sus largas piernas, las cuales lo volvían loco. Cuando bajó hasta sus pechos, devoró y succionó uno mientras el otro era masajeado por su otra mano.

—Eres exquisita —gruñó al escuchar los pequeños gemidos de Alana.

Alana sabía que no podía empujar mucho a Duncan, pero ella también quería tocarlo. Quería quitarle aquel buzo negro y tocar sus grandes músculos, su sueño más loco era restregar su cabeza en sus enormes pectorales, pero él le negaba esa satisfacción.

Duncan se sintió satisfecho cuando vio cómo los pechos de Alana se encontraban enrojecidos por su atención y cómo sus pezones estaban endurecidos y brillantes por su saliva.

—El marrón rosado es mi nuevo color favorito —comentó al ver el color de los pezones de Alana.

Alana le regaló una pequeña mirada, algo avergonzada, pero feliz. Duncan, después de aquel comentario, decidió seguir con su camino hasta aquella zona que lo volvía loco. Tomó una fuerte respiración dejando que todo su cuerpo se embriagara del aroma de Alana para luego enterrar su rostro en ella y mover su rostro de un lado a otro.

—Duncan —dijo Alana sorprendida por la acción de Duncan, pero al mismo tiempo disfrutando de las sensaciones.

—¿Qué? Solo pruebo lo que es mío —dijo Duncan al alzar la mirada y ver directamente los ojos de Alana mientras su rostro estaba en su zona—. ¿Hay algún problema? —dijo mientras pasaba su lengua por sus labios, lo que hizo que Alana se mordiera el labio por lo que sintió.

—Así me gusta —dijo Duncan gruñendo con una sonrisa.

Alana trataba de quedarse quieta en la cama, pero le era imposible contenerse, especialmente por aquellas cosas que Duncan le hacía con su boca. Nunca imaginó que una simple caricia en aquella zona haría su piel hervir y, al mismo tiempo, derretirse. Además, no podía contener los sonidos que hacía con la boca.

—Duncan —dijo cuando sintió cómo una fuerte electricidad la llevaba a la culminación de las sensaciones.

—Déjate llevar —escuchó decir a Duncan mientras él seguía lamiendo y chupando su zona.

Algo en su interior explotó y sintió un sinfín de sensaciones que la impulsaron a cerrar las piernas, no importándole que Duncan estuviera ahí, además de una oleada de espasmos. Duncan, al ver lo que su boca ocasionó en Alana, hizo que su orgullo creciera. Tomó sus muslos y le dio un pequeño mordisco.

—Guau —dijo Alana sintiendo cómo su corazón latía más rápido—. ¿Ya soy tuya? —preguntó, mirándolo a los ojos, lo cual hizo sonreír a Duncan.

—Apenas estamos empezando —dijo Duncan con una sonrisa maliciosa mientras la acariciaba.

—¿Adónde me llevas? —preguntó Alana al ver cómo Duncan la cargaba y salía de su habitación.

—Te tomaré en mi habitación, la cual ahora será tuya —este comentario hizo sonreír a Alana. Una vez que ambos llegaron, Alana se entristeció un poco al ver cómo Duncan bajaba las cortinas y apagaba la luz, quedando en total oscuridad. Ella sabía que como lobos tenían una vista excepcional, pero sentía que no era lo mismo verlo y disfrutar de la vista con la luz, aunque sabía que debía conformarse con su toque.

En esta ocasión, cuando sintió la desnudez de Duncan, él pasó sus manos por sus brazos y pecho, los cuales besó y mordió a gusto. Quería seguir explorando el cuerpo de Duncan, pero este la detuvo. Sabía que todo se debía a sus inseguridades y ella le daría tiempo para sanar.

—Te recuerdo que es mi noche —comentó Duncan al tener los brazos de Alana para luego tomar el mando de la situación.

—Sabes que la primera vez es algo incómoda para las mujeres —comentó Duncan, a lo que Alana solo asintió.

—Sé que tú no me harás sentir dolor innecesario —comentó, mientras se dejaba besar por Duncan.

Duncan trató de entrar en el interior de Alana con el mayor cuidado del mundo, pero sabía que era algo que no podía controlar. Era inevitable que sintiera el escozor al ser su primera vez.

—Joder —Alana arrugó un poco el ceño al sentir aquel punzante dolor al sentir a Duncan en su interior, pero agradeció que él se quedara quieto mientras la animaba con besos y caricias.

—Eres jodidamente estrecha.

—¿Y eso es malo? —preguntó Alana preocupada.

—Claro que no, eres mi perdición —comentó Duncan, llevando su mano al clítoris de Alana para estimularlo y que ella dejara el dolor para sentir el placer que él estaba por darle.

Alana se sorprendió de cómo hace poco su cuerpo palpitaba por aquel dolor y cómo ahora, a pesar del dolor, sentía como otra sensación hacía presencia entre las embestidas de Duncan. Sintió que ya estaba a punto de llegar al clímax, pero al mismo tiempo sintió cómo Duncan lanzó un fuerte rugido y la mordió fuertemente en su cuello. Sabía que esto significaba que la marcó como suya, lo cual la hizo sonreír a pesar de todo. Todas aquellas sensaciones hicieron que un fuerte gemido saliera de su boca al sentir el placer recorrer su cuerpo al llegar al clímax. Sabía que ahora era su turno. Cuando Duncan la soltó, ella lo tomó por su cabello y lo mordió, marcándolo como suyo también. 

un día, una noche y una boda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora