capítulo 29

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Alana abrió los ojos al ver cómo un rayo de luz daba directamente en su rostro. -Siempre se me olvida cerrar bien las cortinas- comentó en un susurro mientras giraba su cuerpo boca abajo, cubriendo su rostro con su cabello. Luego, sacó su mano derecha entre las sábanas y la introdujo debajo de la almohada para sentir el confort que necesitaba, pero su mano chocó con lo que parecía ser un pecho. Alana abrió los ojos de repente.

Miró a su derecha y vio cómo el rostro de Duncan estaba de lado mientras dormía y su cabello cubría su rostro. "Oh, por todos los seres vivos," pensó con emoción. Era la primera vez desde que estaba con Duncan que abría los ojos y él estaba a su lado. Así que, con mucho cuidado, se volteó para estar boca arriba.

Luego de ponerse en esta posición, sonrió con emoción y se giró con cuidado hacia un lado. Miró a su alrededor y la luz que entraba en la habitación hacía que todo estuviera completamente iluminado. Tomó la punta de la sábana que cubría el pecho de Duncan y, de un solo tirón, la bajó. Se mordió el labio y abrió los ojos sorprendida. "¿En serio?" susurró al ver que Duncan llevaba una camiseta azul oscura y una sudadera gris. Alana nunca en su vida había sentido tanta decepción como ahora, así que recostó su cabeza en la almohada después de haberse inclinado un poco para verlo mejor.

Sonrió y, con los ojos entrecerrados, miró el cuerpo de Duncan. Otra idea, un poco más atrevida, pasó por su mente. Duncan siempre era muy cuidadoso a la hora de tener intimidad con ella, lo que hacía que la mayoría de las veces no pudiera verlo con exactitud. A pesar de que su celo la había ayudado a conocerlo y tenía imágenes claras del cuerpo de Duncan, esta vez ella quería conocer aquella zona que la hacía gemir y gritar de placer.

Así que volvió a levantar levemente su cabeza e inclinó su cuerpo hacia adelante, de tal forma que quedó inclinada sobre las caderas de Duncan. Miró hacia él y vio que tenía los ojos cerrados y su respiración era pausada y tranquila, lo que indicaba que estaba durmiendo. Con mucho cuidado y delicadeza, tomó el borde de la sudadera con sus dedos para levantarla y así poder ver lo que tanto le daba curiosidad. Estaba ansiosa por ver el pene de Duncan.

-Alana- la voz ronca de Duncan hizo que Alana soltara el borde de su sudadera para luego alzar su rostro y encontrarse con los ojos de Duncan. Ella abrió la boca y, con un pequeño gemido, se volteó rápidamente y se cubrió completamente con la sábana.

Alana sentía cómo su corazón retumbaba fuertemente en su pecho debido al susto de que Duncan la había visto en aquella situación. Además, sentía un calor desconocido que subía por todo su rostro, lo cual no le permitía mirarlo.

Duncan soltó una risa profunda al ver cómo Alana se avergonzaba de que él la hubiera visto. Había notado cuando ella se despertó y quiso ver qué haría al despertar, ya que tenía curiosidad por saber qué era lo primero que hacía, pero nunca se imaginó que ella tuviera ese tipo de curiosidad o acción.

-No debes esconderte entre las sábanas, el que debería sentirse mal soy yo-Alana aún podía sentir cómo sus mejillas ardían por aquella acción de Duncan y más por la de ella misma.

-No sigas diciendo eso, ya que haces que mi rostro se sienta caliente-comentó Alana desde debajo de las sábanas.

Duncan rio más fuerte y se volteó para abrazar a Alana entre las sábanas. -Lo que sientes se llama vergüenza-comentó Duncan mientras abrazaba a Alana y restregaba su cuello contra el de ella.

Alana sonrió ante las caricias de Duncan y se destapó. -Así que se llama vergüenza-dijo mientras se separaba de Duncan, se levantaba de la cama y se inclinaba frente al espejo para ver de cerca su rostro, notando que estaba rojo. -Creo que no me gusta ese sentimiento- comentó Alana al voltearse y ver a Duncan sentado en la esquina de la cama, con la cabeza inclinada observando la parte baja de su cuerpo mientras se inclinaba.

-Creo que mi rostro no está ahí-dijo Alana a Duncan, lo que hizo que él sonriera.

- ¿Por qué a ti eso no te da vergüenza? - preguntó Alana mientras caminaba hacia Duncan. Este la tomó por la cintura y la sentó en su regazo.

Duncan miró las piernas de Alana y notó cómo la diminuta bata se alzaba un poco cuando ella se sentaba, lo que hizo que pasara sus manos por sus piernas en una caricia provocativa. Pero se detuvo al encontrar aquel parche que odiaba y al mismo tiempo le daba curiosidad. -Desde que eres mi esposa, creo que la vergüenza salió de mi cuerpo-comentó Duncan mientras hacía círculos con la yema de sus dedos en la pierna de Alana.

-Me estás ofendiendo-dijo Alana inclinando la cabeza, ya que no sabía si era bueno o malo sentir vergüenza.

Duncan rio y le dio un beso en los labios. -Jamás te ofendería. Dime, ¿cuándo vas a quitarte ese parche? -comentó cambiando de tema.

Alana bajó la mirada hasta la mano de Duncan, que acariciaba su pierna-Cuando te quites la camiseta- contestó con simplicidad, lo que provocó un resoplido de Duncan.

-Dime, ¿por qué querías ver mi pene?- Alana abrió los ojos al sentir cómo volvía esa sensación.

-Duncan- exclamó al ponerse de pie y colocarse la bata.

-Dime, Alana- comentó Duncan disfrutando de la incomodidad de Alana. Pero esta salió de la habitación presa de la vergüenza, quitándose la pequeña bata que tenía y colocándose un vestido.

Alana solo quería huir de Duncan y de su pregunta, pero al mismo tiempo se sentía feliz al notar cómo él la perseguía por la casa de forma juguetona, preguntando por su curiosidad.

-Te lo diré si me atrapas-comentó Alana al salir de la cabaña riendo, mientras veía cómo Duncan tenía la mirada de un cazador. Sabía que este juego les encantaba a los lobos.

Duncan sonrió y sintió cómo su sangre se calentaba al perseguir a Alana. Al salir de la casa, caminó y quiso darle algo de tiempo, pero justamente cuando estaba por correr sintió cómo una mano apretó su hombro.

-Estoy ocupado, Calan- comentó Duncan al ver a su amigo, pero este solo torció un poco su boca.

-Sé que lo estás, pero quiero que veas algo antes, para que luego no digan que solo tengo una persecución con Athol-Aquel comentario solo hizo que Duncan se detuviera y mirara con atención a Calan.

Alana rió mientras corría. Siempre le gustaba correr por las mañanas, cuando aún se sentía aquel fresco y olor a humedad que indicaba el rocío de la noche. Al mirar hacia atrás, sabía que Duncan le había dado algo de ventaja, lo que la hizo caminar hasta el pequeño río que podía escuchar. Una vez que llegó, pudo ver lo hermoso del lugar y cómo el agua era tan transparente que reflejaba el cielo azul, y el pasto era de un verde rico, lo que resaltaba la belleza del lugar. Alzó levemente su vestido y caminó para introducir los pies en el agua. Sintió un leve escalofrío en su cuerpo, ya que esta estaba helada, pero aun así la encontró agradable.

Duncan golpeó fuertemente el tronco de un árbol al ver que su primo no estaba en su lugar de vigilancia por segunda vez. -Le dije que no abandonara su puesto- comentó Duncan con rabia, sin entender qué le pasaba a su primo y por qué actuaba así. Hizo un recorrido por el lugar y, al mirar, notó unas huellas. - ¿Eso estaba aquí cuando revisaste? -preguntó Duncan.

Calan abrió los ojos, sorprendido de no haber percibido aquel gran detalle. -Alguien entró a nuestro territorio- comentó Duncan al ponerse de pie y mirar hacia donde se dirigían las huellas. Luego de unos segundos, abrió los ojos. -¡Alana!- rugió al salir corriendo.

Alana sonrió al sentir unos pasos a su espalda, pero su sonrisa se borró. -Tú no eres mi esposo

un día, una noche y una boda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora