— Taxi, ¡taxi aquí! —le gritó Alberto a un taxi para que parase.
— ¡Joder, tío, ningún taxi para! ¿Qué somos, invisibles o qué? —exclamó frustrado.
— Alberto, tranquilo, a ver si vas a enfadarte nada más llegar a Los Ángeles —le dije con calma.
— ¡Pero joder! Si ningún taxi para, ¿qué quieres que haga, me desnutro o qué? —dijo Alberto, desesperado.
— Ahora repítelo en español, por favor —respondí con un toque de sarcasmo.
— Soy de Andalucía y hablo español, no idioma tuku taka —contestó él, algo molesto.
— Hablamos el mismo idioma y no te entiendo nada.
— Bueno, entonces pide tú un taxi y deja de joder —soltó Alberto con exasperación.
Y tras eso, llamé a un taxi haciendo un gesto con la mano y se paró al lado nuestro.
— ¡Eso es porque eres mujer! —dijo Alberto, con un tono envidioso.
— ¡Eso es porque no es gilipollas, Alberto! —replicó Jack, que no había dicho ni una palabra desde que bajamos del avión.
— ¡Anda, mira quién se ha decidido a hablar por fin! —dijo Alberto.
— Alberto, hoy estás insoportable —añadió Jack.
— Callaos ya y subid al taxi, chicos —ordené.
Nos subimos todos al taxi y fuimos directos a nuestro destino. El taxista nos miró por el retrovisor, claramente divertido por nuestro intercambio.
— ¿Primer día en Los Ángeles, chicos? —preguntó el taxista.
— Sí, yo sí, primera vez, y ya estoy flipando, la verdad —respondí.
— Si llegamos así a casa, no sé cómo acabaremos esta noche... —comentó Jack, mientras Alberto resoplaba.
— Pos que paren los taxis, coño. No es tan difícil —murmuró Alberto, frustrado.
El taxista soltó una carcajada.
— Bienvenidos a Los Ángeles. Aquí, hasta los taxis tienen actitud —dijo el taxista.
— Ya lo estamos notando —dije, sonriendo.
— A ver si cuando lleguemos a casa, Alberto se toma un respiro y no sigue con la vena hinchada —dijo Jack.
— Que os den, como si vosotros no os quejarais nunca —replicó Alberto de mal humor.
El taxista puso algo de música, y la conversación se fue diluyendo mientras disfrutábamos del paisaje urbano de Los Ángeles. Jack empezó a contar anécdotas absurdas de otros viajes; incluso Alberto se estaba riendo.
— Al final el viaje en taxi ha sido hasta divertido, ¿eh, Alberto? —dije, divertida.
— Sí, sí, muy gracioso. Pero la próxima vez, tú llamas al taxi desde el principio —respondió Alberto, con una sonrisa.
— Por supuesto, caballero —contesté con una sonrisa sarcástica.
Al bajarnos del taxi, el taxista nos deseó buena suerte y un buen viaje.
— ¡Cuidado con los taxis invisibles, chicos! —nos dijo, guiñando un ojo.
— Muy gracioso... —murmuró Alberto, mientras nos dirigíamos a nuestro destino final.
Yo estaba bastante nerviosa, ya que me daba un poco de miedo cómo serían los chicos de la casa o si les caería bien o no, pero, aun con el corazón en la boca, seguía caminando firmemente intentando no mostrar ningún signo de nerviosismo.
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Lecciones De Amor 🌺🩷 |Salma El Fil
RomanceAurora es una joven estudiante universitaria. Su vida da un giro inesperado cuando conoce al profesor Jack, a quien considera el chico más guapo que ha visto en su vida. Pero su vida vuelve a cambiar cuando se muda a Los Ángeles, California, para vi...