SIETE

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En los primeros meses de noviazgo te vas dando cuenta de lo mucho o de lo poco que sabe tu pareja acerca de estar en una relación. Así sucedió entre Zoraida y yo. Esta fue la segunda relación que tuve en mi vida. No sabía mucho acerca de cómo ser un buen novio, ni tampoco ella.

En la primera semana de febrero comenzó un nuevo semestre en la preparatoria. Zoraida y yo nos reuníamos en el recreo en el mismo lugar de siempre. Ese primer día de clases, Gabriel y Angélica fueron a visitarnos, querían ver a la nueva pareja. Todos éramos buenos amigos y nos llevábamos muy bien, pero había alguien que no aprobaba mi relación con Zoraida y se trataba de su amiga Cinthya. Esa misma tarde hable con Angélica y ella me dijo lo siguiente:

–¿Tienes algún problema con Cinthya?

–Nunca le he caído bien a esa chica, ¿Por qué?

–En el recreo no te quitaba la vista de encima. Pero en serio, hubieras visto. Te miraba con mucho odio. Yo la conozco bien porque tuve problemas con ella en la secundaria.

–Pues no le ha de gustar que yo ande con su amiga, pero no me importa. No sé porque me odia, pero me da igual.

Y de verdad que a Cinthya no le gustaba ver a Zoraida junto a mí y eso lo pude notar al día siguiente.

Zoraida salió 15 minutos antes al recreo. Fue por su desayuno a la cafetería y después se fue acompañada de su amiga a la jardinera. Cuando yo llegué allí, Zora estaba en medio de Cinthya y de otra chica que yo no conocía. Yo me pasé de largo y tomé asiento a un metro de distancia aproximadamente. Volví a mirar hacia donde se encontraban ellas y Cinthya se había acostado sobre las piernas de Zora y esto ocasionaba que ella no se pudiera levantar. Al principio no me molestó porque pensé que Zoraida la quitaría de ahí pero no lo hizo.

El tiempo pasaba y yo me iba molestando poco a poco. Cuando faltaban 5 minutos para regresar al salón de clases, Zora llegó a donde

yo me encontraba y tomó asiento a un lado de mí y me abrazó.

–Cinthya se acostó sobre tus piernas para que no vinieras a verme –Soné molesto.

Se separó de mí y tomó mis manos.

–Sé que estas molesto. A mí también me molestó lo que hizo.

–¿Y porque simplemente no la quitaste de ahí?

–Yo le decía que se quitara, pero no me hacía caso.

–Simplemente hubieras tomado su cabeza, la hubieras levantado para poder liberarte y la hubieras puesto sobre el concreto –Se quedó callada. Eso era algo que me molestaba aún más, su silencio. Anteriormente habíamos tenido discusiones y siempre se quedaba callada. No me gustaba eso porque solo era yo quien daba mi opinión–. No te voy a prohibir a ninguna de tus amistades. Eso nunca lo hare, pero quiero que te fijes como tu amiga Cinthya hace cosas para que no estés conmigo. Ayer Angélica se dio cuenta de que tu amiga me odia y solo por la forma en cómo me mira –En ese momento sonó el timbre y me puse de pie–. Por mí no hay ningún problema si le quieres seguir hablando, pero me gustaría que hablaras con ella. Hazle entender que, si de verdad es tu amiga, no tiene por qué prohibirte que estés conmigo –Añadí.

–Hablaré con ella –En ese momento ella también se puso de pie–. Yo la verdad no sé porque se porta así, pero tienes razón. Si se hace llamar mi amiga, debe de entender que quiero pasar tiempo contigo.

Me acerqué y la abracé. Cuando nos abrazábamos ya teníamos bien memorizado donde tenían que estar nuestros brazos. Los de ella encima de mis hombros y los míos atrás de su cintura. Después nos besamos y luego la llevé a su salón.

LA SOMBRA QUE PRODUCE NUESTRA LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora