VEINTIUNO

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Por la cuestión de que Zoraida y yo estudiábamos, no podíamos vernos entre semana. Los únicos días que podíamos eran los viernes y los domingos. Nueve días después de habernos besado, ella cumplió con sus palabras y me invitó a su casa.

Llegué muy puntual a las 6 de la tarde a su hogar. Jorge abrió la puerta, nos estrechamos la mano y me invitó a pasar a la sala. No le dirigí la palabra, ni él tampoco lo hizo. Esperé a Zoraida sentado en la sala hasta que se apareció en las escaleras que van al segundo piso. Me hizo una señal para que pasara a su cuarto. El plan era que veríamos una película allí.

Primero hablamos media hora sobre las cosas que nos habían sucedido en la semana. Nos confesamos nuestros sentimientos respecto a lo que había sucedido 9 días atrás. Ella pensó que me agaché por incomodidad la primera vez que besó mi mejilla, pero le confesé que no fue así. También me dijo que tuvo nervios por haberme besado, a lo que yo respondí que esperaba su beso cuando me encontraba cerrando los ojos. Estábamos felices por eso.

La película que vimos fue la de Eternal Sunshine of the Spotless Mind. Al final yo terminé derramando lagrimas ya que recordé como fue mi mundo sin ella. Esto hizo que ella se pusiera triste, lo cual era malo para mí, ya que me prometí a mí mismo no hacerla sentir mal. Al final los dos terminamos abrazándonos muy fuerte y le prometí al oído que no le recordaría nunca más esa etapa de nuestras vidas.

Luego llegó Jorge y nos avisó que la merienda ya estaba servida en la mesa. Antes de llegar a la cocina, Zoraida me dijo que su madre quería hablar conmigo. Me puse nervioso.

En el comedor estaba esperando por mí una taza de avena y un gran pedazo de pastel de tres leches. Saludé a la señora Mónica antes de sentarme y ella me respondió amablemente. Y al igual que otras ocasiones en que había comido en esa mesa, estuve nervioso y comí
despacio.

La señora Mónica me preguntó por la universidad, le hablé de ese tema y esto ocasionó que yo cenara más lento.

Fui el último en terminar de cenar. Cuando terminé, llevé el plato y la taza al lavadero. Luego comenzó la conversación.

–Te invité a cenar esta noche porque quiero hablar contigo –Dijo muy seria la señora.

–Está bien, aquí estoy –Le dije nervioso.

–No te asustes –Dijo riendo–. No te voy a decir nada malo, pero si te diré cosas que quizás las tomes a mal.

–No se preocupe. Dígame cada palabra que ha preparado para esta conversación.

–Está bien. No estoy en desacuerdo con que tú y mi hija sean novios de nuevo, pero me gustaría que ustedes dos no piensen que esto de terminar y regresar es un juego. Cuando Elizabeth me dijo que se reunirían de nuevo hace dos semanas, sabía que ustedes terminarían juntos otra vez y que tomarían el papel de los novios que terminan y regresan. Si vuelven a terminar su relación más adelante, no quiero que primero lloren y después quieran regresar porque eso está mal. Si terminan no hay vuelta atrás. Ustedes si están juntos en estos momentos, es porque de verdad se quieren y quiero pensar y creer que eso es verdad. Ahora quiero saber, ¿Por qué te fuiste de la vida de mi hija hace unos meses?

–Quiero aclarar que eso no fue uno de los mayores placeres de mi vida, señora. Si me fui, fue porque era un estorbo para su hija en ese tiempo –En ese instante sentí la necesidad de decirle a la señora Mónica que su hija se enamoró de otro chico, pero no lo hice porque Zoraida me puso al tanto de la charla que tuvo con su madre. Ahí Zora le dijo que yo me había ido de su vida porque pensé que tenía una relación con otro chico, pero no le confesó que era cierto. Otra de las grandes mentiras de Zoraida–. El tiempo que me alejé de su vida, fue algo deprimente. Fue lo más deprimente que me ha pasado en mi vida desde la muerte de mi padre.

LA SOMBRA QUE PRODUCE NUESTRA LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora