DIECISEIS

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La química entre las ex parejas nunca se va. Y aunque Fátima y yo no fuimos novios, fue a la primera mujer que llegué a amar en la vida. A veces sentía que llegué a amar más a Fátima que a Zoraida.

En el primer viernes de marzo, Gabriel, Edgar y yo nos encontrábamos en el Parque Vicente Guerrero, hasta el fondo sentados a un lado del puesto de dulces. Edgar se encontraba tocando mi guitarra mientras que Gabriel y yo lo acompañamos con nuestras voces. De pronto pude ver con mi vista periférica a una chica que llegó al puesto de dulces. La miré completamente pero cuando vi que se trataba de Fátima, volteé apenado hacia mis amigos. Desde octubre me propuse a no tener nada que ver con ella y me había funcionado muy bien. Cuando la encontraba siempre estaba en compañía de su novio. Al principio me dolió acostumbrarme a ver esa escena todos los días, pero después me dio igual el que ella existiera. Edgar comenzó a hacerme burla.

–Háblale a Fátima, ¿No que la amabas? –Dijo con voz fuerte para que ella alcanzara a escuchar, después mi amigo se echó a reír. Gabriel no dijo nada porque él sabía que no me convenía volver a pensar en esa chica– ¿Ya no se van a hablar? –Añadió Edgar.

Y en ese instante Fátima se acercó hacia nosotros. Pude ver su figura enfrente de mi amigo bocón.

–Tu amigo es quien no me habla –Dijo Fátima mientras me miraba.

–Pues tu empieza la conversación, no quieras que todo lo haga el hombre por ti –Respondió Edgar.

–Hola Gael –Me dijo ella.

La miré y pensé en ignorarla, pero al ver sus tiernos ojos mirándome, volví a caer.

–Hola Fátima –Le dije un poco nervioso.

–Lo ves Fátima –Dijo Edgar–, ¿Era tan difícil para ti comenzar la conversación? –Ella agachó la mirada un poco apenada–. Toma asiento. Gael te va a cantar una canción –Añadió.

–No creo que eso suceda –Dijo desilusionada.

No quería cantarle en ese lugar a otra mujer que no fuera Zoraida, pero como me gustaba que me consideraran un romántico, accedí a hacerlo.

–Siéntate, te voy a cantar –Le dije con mucha seguridad.

–De acuerdo –Dijo muy contenta.

Me quedé pensando en que canción era perfecta para cantarle. Tenía que ser una canción que no tuviera nada de despecho en su letra, que no fuera de amor y lo más importante, no tenía que ser una canción que le haya dedicado a Zoraida. A mi mente llegó una que hablaba sobre cuando una mujer te deja por alguien más.

–¿Quieres que te preste la guitarra? –Me preguntó Edgar.

–No, toca la canción de La Reina de Uxmal –Respondí y en seguida Edgar comenzó a arpegiar en las cuerdas de la guitarra esa canción de Pxndx–. Te dedico esta canción Fátima.

Ella sonrió y comencé a cantar bajo para que nadie escuchara. Edgar me dijo que cantara fuerte y ahí fue donde se me ocurrió cantarle al oído a Fátima. Me acerqué hacia ella, pude oler nuevamente el aroma que me volvió loco unos meses atrás.

Cuando finalicé de cantar, ella me agradeció muy emocionada. Me dio un pequeño beso en la boca. Esa fue la primera vez que nuestros labios se tocaron. Ese beso fue el que me dio alas de nuevo para volar a su alrededor. En mi corazón loco, volvió a estar de nuevo la imagen de Fátima.

A ella no le importó el haberme besado. A mí tampoco. A los pocos minutos Fátima abandonó el parque. Yo me sentí tan bien por haberla besado por primera vez. Gabriel se veía un poco preocupado por mí. Cuando Fátima abandonó el lugar, mi amigo me dijo:

LA SOMBRA QUE PRODUCE NUESTRA LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora